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Con los niños, no

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

Hace unos días, la ministra de Igualdad de España, Irene Montero, expresó en el Congreso de su país unas palabras que, más que asombrar, produjeron honda preocupación y rechazo de gran parte del pueblo español y de quienes tomaron conocimiento de ellas; y se generó, a raíz de ello, una gran polémica. 

En su alocución dijo: «Todos los niños, las niñas, les niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren y que eso es una forma de violencia». Agregó además que los niños «tienen derecho a saber que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana. Basadas, eso sí, en el consentimiento. Y eso son derechos que tienen reconocidos y que a ustedes no les gusta».

Estas palabras, como dijimos, generaron el rechazo de gran parte de la sociedad, sobre la base de que constituyen, no sólo una apología de la corrupción y al abuso de menores, sino también una muestra de la promoción de la hipersexualización de los menores y de los actos sexuales entre menores y mayores de edad.

Incluso recibió criticas severas de otros grupos feministas, como la escritora Sonia Sierra, quien ha preguntado en relación con las palabras de Montero: «¿Desde cuándo los niños pueden tener sexo con consentimiento?». Además de la mencionada, el colectivo feminista Espacio Feminista Radical ha dicho: «Esto ya es el colmo, el argumentario de los defensores de los pedófilos en boca de la ministra. O no sabe lo que dice o esto es lo siguiente: eliminar la edad mínima de consentimiento sexual de los 16 años».

Entendemos que la pedofilia es uno de los crímenes más aberrantes, por eso los códigos penales del mundo, salvo muy pocas excepciones, la castigan. En consonancia con ello, existe una marcada preocupación en los organismos internacionales -que es acompañada con el debido compromiso por los distintos Estados- en su prevención, persecución y castigo.

No obstante, existen diversos movimientos socioideológicos que buscan su legalización y/o bajar «la edad de consentimiento» para la aceptación de una relación sexual a 12 años o menos. Es el caso del MAP (minor-attracted person) o la North American Man/Boy Love Association (asociación norteamericana de hombres amantes de niños varones). Según la investigadora Yesenia Chapeta, en procura de lograr su objetivo, esas organizaciones insisten en diferenciar a los pedófilos de los pederastas; para ellos, los primeros «sólo son portadores de un deseo, mientras que los segundos son los hombres perversos que sí abusan de los niños».

En realidad, estos movimientos y las palabras de la ministra española no son nada nuevo. A fines de la década del 60 y principios de la del 70, Shulamith Firestone propuso la abolición del «concepto de infancia», desligarlo de toda relación con sus padres biológicos, expresando que, «si el niño escogiera la relación sexual con los adultos, aun en el caso de que escogiera a su propia madre genética, no existirían razones a priori para que ésta rechazara sus insinuaciones sexuales, puesto que el tabú del incesto habría perdido su función». Agregó, además: «Las relaciones con los niños incluirían la cantidad de sexualidad genital de que el niño fuera capaz -probablemente bastante más de lo que creemos en la actualidad- pero, al no ser ya el aspecto genital del sexo el foco central de la relación, la falta de orgasmo no supondría un problema grave. Los tabúes sexuales adulto/niño y homosexuales desaparecerían».

Reconocidos pensadores del periodo mencionado, entre los que se cuenta, por ejemplo, Simone de Beauvoir, en un conocido manifiesto criticaba el juicio que se llevaba a cabo contra tres hombres por abusar sexualmente, pero sin violencia, de menores de 15 años. Se expresaron en favor del “reconocimiento del derecho del niño y adolescente a mantener relaciones con personas de su elección».

Uno de los líderes del Mayo Francés, como es Daniel Cohn-Bendit, eurodiputado desde 1994 hasta 2014 por movimientos ecologistas, en su libro de memorias titulado El Gran Bazar, aparecido en 1975, cuenta sobre pensamientos sexuales con los niños de la guardería en Fráncfort donde trabajó como monitor después de su expulsión de Francia, vinculada con la universidad, defendiendo asimismo la “liberación sexual de los niños” para “vivir su sexualidad libremente con los adultos”.

Como defensores que somos del derecho a tener sus propias ideas y a expresarlas libremente, sostenemos que cada uno es dueño de asumir la ideología que más le satisfaga. Sin embargo, entendemos que no cualquier ideología resulta aceptable ni mucho menos debe ser puesta en práctica, fundamentalmente cuando viola o atenta contra los derechos esenciales de los demás, sobre todo cuando se trata de personas vulnerables, como es en este caso: la integridad de los menores, que jamás debe ser violentada. 

Pero, tal como muestran los ejemplos, hay una peligrosa corriente que tiene a la sexualización de los niños como objeto. No pocas veces la “libertad” declamada no es tal en la realidad cuando no se tienen los elementos para ejercerla. La libertad entre desiguales sólo es, por lo común, una habilitación para que el más poderoso imponga su fuerza. Así que, parafraseando una vieja publicidad política, en esta columna decimos “con los niños, no”.

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas

(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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