Por Lic. Andrea Queruz Chemes
El liderazgo es un proceso social que implica una relación con otros. Refiere una interacción entre quien asume un rol central de gestión en un grupo o equipo de trabajo y sus integrantes con objetivos determinados. Es decir, lejos de las creencias sostenidas popularmente del líder como portador de atributos personales y especiales, el ejercicio del liderazgo es un fenómeno social entre las distintas partes, por lo que no es posible que exista un líder si no hay un grupo humano dispuesto a seguirlo, a dejarse influenciar por quien cumple ese rol, dentro de un proceso comunicacional bidireccional, configurando un papel de perceptor (receptor y emisor) que, a su vez, lo transforma en otro colaborador. El coequiper también ejerce influencia en el líder, no sólamente como receptor de mensajes, actitudes e iniciativas sino como creador de éstos mediante respuestas y nuevos mensajes que influyen o modifican al líder. ¿Cómo se afectan mutuamente las partes?¿Cuáles son los factores psicológicos que intervienen en la comunicación efectiva?
El proceso de comunicación
Mediante este proceso, el líder persigue afectar y/o transformar intencionalmente pensamientos, emociones y conductas de sus colaboradores. Sin embargo, cabe la pregunta ¿ es posible influenciar en los demás eficazmente si no se es capaz de hacerlo consigo mismo? Influenciar sobre un “otro” implica la posibilidad de conocerlo lo suficiente para desarrollar ese potencial que lo hace único, partiendo de considerar que es diferente del resto de los colaboradores y de quien desempeña la función de liderazgo; a su vez, afectar adecuadamente cualquier aspecto personal, profesional necesario para el desarrollo del liderazgo conlleva necesariamente trabajar continuamente sobre el conocimiento de uno mismo.
El liderazgo efectivo sólo es posible si se es capaz de conocer y gestionar tanto las emociones como los pensamientos propios para luego poder incidir en el de los colaboradores. No alcanza con la puesta en palabras para generar la resonancia esperada en ellos; sino que, para la efectividad de su rol, el líder depende de lo que piensa, siente, dice y del modo como lo hace.
Cabe señalar, según diferentes investigaciones experimentales, que la comunicación no es posible sólo mediante el uso de palabras -amén de las diferencias interpersonales en los receptores-; sólo 7% de la capacidad para influir en otros está dada por la comunicación verbal.
Lo expresado precedentemente nos lleva a recuperar la conciencia y la empatía emocional como requerimientos para que el líder comunique con eficacia.
Aunque la empatía está en la mayoría de nosotros, pues en gran medida está determinada biológicamente y nos permite la interconexión con los demás seres vivos, al igual que otros factores biológicos y hereditarios, se desarrollan a partir de las relaciones interpersonales y el entrenamiento de las habilidades comunicacionales produciendo efectos sobre los demás y sobre sí mismos.
Goleman (2008) explica que las personas que demuestran empatía y adaptación a los estados de ánimo de los demás literalmente afectan su propia química cerebral como la de quienes le rodean.
La propensión a la interconexión con nuestro prójimo se denomina “inteligencia social” y es uno de los principales factores que diferencia a quien asume una posición de liderazgo en una situación determinada respecto de otros roles.
Una de las tareas principales en el ejercicio del liderazgo es de carácter emocional, pues disipa las distorsiones cognitivas y emocionales que se producen en las relaciones interpersonales y canaliza las demandas e inquietudes del equipo de colaboradores en una dirección positiva.
De allí que el líder, mediante sus expresiones -verbales y no verbales- se transforma en el principal gestor del clima emocional de un equipo u organización, lo que se traduce en que los colaboradores acudan a él en busca de contacto emocional, de empatía, de comprensión y feedback continuo en la participación; lejos de la equívoca postura que equipara liderazgo con mando, control y comunicación unidireccional.
El proceso de comunicación está conformado por los aspectos cognitivos y emocionales de cuya calidad dependerá la resonancia del mensaje del líder, que pretende impulsar un cambio en los demás los colaboradores.
Los primeros están integrados por los modelos mentales, es decir por aquellas imágenes, supuestos que condicionan los modos de percibir, interpretar y actuar sobre el mundo. Cuando éstos son tácitos, no reconocidos por el propio líder pero sí decodificados por los colaboradores, pueden generar conflictos, influir negativamente en la motivación y creatividad y devolver una resonancia en igual sentido al líder.
Los conflictos pasan a ser, por tanto, síntomas de una comunicación no eficaz y pueden ser considerados como el choque entre modelos mentales o la confrontación de las diversas maneras como percibimos o vemos las cosas.
* Psicología jurídica y empresarial