Por Martín Salías*
Los lugares y las formas de trabajar están cambiando, y éste es un tema recurrente en las organizaciones. Como el foco principal del paradigma ágil es la colaboración, muchas veces llega un momento en que se nota que el espacio de trabajo no es el ideal para lo que intentan lograr.
Espacios frágiles
Los espacios de trabajo más nocivos suelen incluir desde cubículos hasta oficinas individuales a puerta cerrada . Algunas variantes de los cubículos son los espacios semiabiertos con escritorios con divisiones más bajas, que permiten verle los ojos a la persona de enfrente, aunque no alientan una colaboración más allá de una pregunta o conversación esporádica.
Y no sólo los espacios físicos generan fricción. Muchos espacios virtuales también lo son. Muchas de las llamadas “herramientas de colaboración” resultan consistentemente un impedimento a la conversación cara a cara.
A riesgo de controversia, no he visto nunca un equipo que mejore su comunicación (pero sí montones que definitivamente empeoraron) por usar Jira, Sharepoint u otras similares que están más diseñadas para calmar al management que para que la gente se autoorganice.
Espacios con “onda ágil”
Muchas organizaciones, al sentir que la gente se entusiasma con la agilidad, quieren crear lugares atractivos para atraer talento que espera determinadas características laborales que no son tan fáciles de transmitir a simple vista, y frecuentemente atraen a los estereotipos a los que se dirigen, lo que no siempre da resultado.
Clásicos de ese estilo son los metegoles (o futbolines, según la región), las paredes ploteadas con íconos y eslóganes sobre creatividad, innovación y talento, aunque frecuentemente ésos y otros valores están en las paredes pero no se sienten en el día a día.
En algunos extremos (que creo bien intencionados) se ven exaltaciones a los superhéroes, los rock stars o ninjas. Como si colaborar fuese tratar de ir solo contra todo, inmolándose por alguna causa esquiva.
¿Espacios realmente ágiles?
Mis consejos para quienes quieren realmente generar un ambiente de colaboración y dinamismo van siempre en el mismo sentido: empezar por no definir todo, sino dejar lo máximo posible a criterio de los equipos que usarán el lugar.
Para eso, realmente suele ser preferible contar con espacios abiertos, pero -como éstos pueden ser ruidosos- se puede recurrir a elementos que la gente pueda usar para crear subespacios flexibles y reconfigurables.
Algunos de los elementos dentro de estas opciones pueden ser:
• Mesas pequeñas, con patas no intrusivas, donde al menos se pueda trabajar de a dos. O livianas o con rueditas.
• Tomas de corriente a granel, sobre las paredes . Y que los equipos puedan poner sus (inevitables) extensiones por donde quieran. Si los cables se tornan molestos o peligrosos, ellos deberían encontrar la mejor solución, no un “arquitecto”.
• Pizarras o bastidores fáciles de mover (con rueditas o livianos) pueden servir como separadores, aislantes acústicos y también como soporte para radiadores visuales.
• Paredes libres (también pueden ser ventanas o paneles de vidrio), sin inscripciones, emblemas ni eslóganes previos. El uso de las paredes para pegar tableros, indicadores, información necesaria para el equipo es vital para la comunicación osmótica. Los pizarrones de diferente tipo, sobre todo si son móviles, son un buen recurso para discusiones y diagramas efímeros.
• Buenas sillas. Pensando que los trabajadores del conocimiento usamos sobre todos nuestro cerebro y nuestro trasero, tener buenas sillas (de nuevo, móviles) es una excelente inversión para cuidar la salud y comodidad de los equipos.
Sobre todo, si queremos promover un ambiente de autonomía y creatividad, las compañías deben dar elementos básicos y dejar que los equipos se apropien, lo que no significa dejarlos a la deriva . Se puede explícitamente pedirles que determinen un plan, tal vez con un presupuesto básico y posibles extensiones iterativas.
Con frecuencia se observan espacios incluyendo áreas de “esparcimiento” para los equipos, donde se incluyen equipos de videojuegos, mesas de ping-pong o instrumentos musicales. Pero esto nuevamente es predeterminar qué es lo que ellos querrán, en lugar de preguntarles.
Tal vez terminen poniendo la consola de juegos, pero ellos elegirán cuál prefieren y cómo instalarla. O tal vez prefieran otra cosa, como un espacio para cocinar o para hacer yoga.
En definitiva, al pensar espacios ágiles, tenemos que mantener sus principios: flexibilidad, transparencia, diversidad.
* Coach y trainer de Kleer.