sábado 23, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Ciudadanía analfabeta

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Luiz Gonzaga Bertelli (*)

Los brasileños necesitamos revalorar urgentemente el verdadero significado de la palabra “derrota”. La Nación todavía guarda prolongado luto, que recuerda a las viudas ibéricas de la antigüedad, por la pérdida de la Copa del Mundo en 1950 contra Uruguay. El marcador de 7 a 1 que nos fue impuesto por Alemania en la Copa de 2014 sigue siendo una flecha de la vergüenza que vibra en el aire.

Sin embargo, el país permanece imperturbable por nuestro fracaso ante una consulta de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre educación. Éste sí merecería el llanto derramado de las mejores lloronas.

Para la OCDE, en la clasificación relativa al pago de los profesores de la educación básica, Brasil aparece en el penúltimo lugar. Se pagan US$10.375 anuales como salario inicial. Tal vez sería mejor que quedáramos en último lugar ya que la indigencia sería de tal orden que la posición recibiría el beneficio de la lástima. Pero, no. Le ganamos a Tailandia, que paga inquietantes US$1.500. Los datos están disponibles en la web.
A juzgar por la reacción observada en la población, la clasificación no parece generar preocupación.
Por otra parte, el nuevo piso salarial para la categoría inicial en 2017, que totaliza 2.298,80 reales, anunciado hace días por el ministro de Educación, Mendonça Filho, fue recibido con idéntico descuido. Fue como si se publicara una previsión de tiempo sin lluvias y mucho calor. Ni un dato positivo movió los ánimos. Fue el hecho de que, desde 2009, hubo un aumento gradual de los salarios del sector, cuyo acumulado superó los índices de inflación.
Se trata de un soplo de esperanza que supone días mejores días. Es que, como ya aprendimos, la esperanza es lo último que se pierde. Por lo tanto, ¡fe en la tiza, en la goma de borrar y en el pizarrón!

Sabemos, inexorablemente, que los niveles salariales caminan a la par de la calidad del trabajo requerido y esperado. Tal principio, en particular, es confirmado por los países que se han desarrollado bien en el asunto, como Corea del Sur, posicionada mundialmente como modelo de desarrollo ágil y consistente. En ese país los profesores iniciales se llevan anualmente a sus casas US$ 28.591. La alfabetización alcanza a 97,9% de la población.
En cuanto a nosotros brasileños, quedamos con 91%, según informa el IBGE (N. de la R: Instituto Brasileño de Geografía y Estadística) .
El porcentaje sugiere alrededor de 18 millones de analfabetos. (En este apartado el Nordeste es el campeón absoluto. En Alagoas son 19,66%, en Maranhão, 18,76%.) Pero, atención: no estamos hablando sólo de números, como un operador de la Bolsa que comunica las cotizaciones del día. Atrás de los números se encuentra un contingente gigantesco de seres humanos que imprimen el pulgar derecho en los documentos a título de firma. O que, perplejos, ven sopas de letras delante de sus ojos de la misma forma en que los alfabetizados ven los ladrillos de arcilla como la escritura cuneiforme de los sumerios.

Conviene resaltar que la promoción sur-coreana imprime una intención esencial y estratégica: la prioridad en la educación como palanca del crecimiento, vinculada con su condición primordial de instrumento civilizador. Se trata de una lección y un deber que estamos haciendo con retraso y a duras penas, como todo lo que tiene aires de urgencia.
Como ironía, siempre tuvimos un espejo próximo para reflejarnos, que es la vecina Argentina. Y ahí emerge la figura del presidente Domingo Faustino Sarmiento, que gobernó el país entre 1868 a 1874. Argentina disfruta de una envidiable situación en el capítulo de la alfabetización, con sólo 1,9% de analfabetos en un conjunto de 41,45 millones de habitantes.
Domingo F. Sarmiento era un escritor de renombre. Tenía un estatus parecido al de nuestro José de Alencar. Pero no dejó la literatura durante su período en Casa Rosada, según atestiguan dos proclamaciones que fueron famosas. “Seré en la Presidencia de la República como siempre fui: antes que nada, maestro de escuela” y “una escuela es el centro de la democracia y el baluarte contra la barbarie”. Hizo una especie de pacto tácito con los argentinos en el sentido de privilegiar la educación. Importó 65 profesores de Estados Unidos para crear la escuela normal. Tornó obligatorio el curso primario. Creó 800 escuelas y 100 bibliotecas. El número de alumnos aumentó de 30 mil a 100 mil.

Por esa época la población hermana era de 1,83 millones de habitantes, 82% analfabetos. Su actual tasa de alfabetización, de 98,1%, se sitúa entre las primeras del planeta (no olvidar que la nuestra, citada líneas atrás, es de 91%).
No por casualidad, la modesta casa de veraneo de Sarmiento en el delta deL Tigre (dos dormitorios) es protegida por un cubo blindado transparente para dar fe del aprecio que Argentina la dedica. Infelizmente no tuvimos la suerte de nuestros vecinos,
No prestamos atención a algo porteño que tanto veneramos que es la letra del tango Mano a Mano (1923): “Si necesitás una ayuda, si te hace falta un consejo / Acordate de este amigo (…) / P’ayudarte en lo que pueda”.

Ahora tenemos una papa caliente en las manos. La mala remuneración de los profesores no afecta sólo a una categoría profesional. Alcanza, sobretodo, la calidad de vida y la buena formación de los futuros ciudadanos brasileños.
El Censo Escolar de 2015 informa que no serán pocos. La red pública de educación básica tiene 38,6 millones de alumnos.
Esa perspectiva perturbadora lleva a otros dos versos del poema No Meio do Caminho (1928), de Carlos Drummond de Andrade: “En el medio camino había una piedra / Había una piedra en el medio del camino “. Los poetas suelen ser proféticos.

(*) Presidente del Consejo de Administración del CIEE-SP (Centro de Integración Empresa-Escuela de San Pablo)

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