Por Silverio E. Escudero
La sucesión británica ha concluido. Los conservadores británicos asumieron el nuevo desafío con rapidez y sin pérdida de tiempo. Designaron como primera ministra y líder de los tories a la hasta ahora ministra de Interior, Theresa May, que supera los escollos que planteaba su militancia comunitaria en los últimos comicios, habida cuenta de que era la figura conservadora más popular del Reino Unido.
De este modo Londres afronta el complicado y embarazoso mecanismo de su salida de la Unión Europea con un gobierno nuevo, evitando así la parálisis política tan temida. Un proceso para el que apenas se han necesitado veinte días y que torna inevitables las comparaciones con los gobiernos de nuestra región, amantes de debates interminables, dilaciones sin sentido, marchas y contramarchas,
La nueva inquilina del número 10 de Downing Street, de apenas 59 años, será el 76º primer ministro de la historia del Reino Unido y la segunda mujer, después de Margaret Thatcher, que dirigió el gobierno entre 1979 y 1990. Esta veterana ministra del Interior era la favorita en la batalla sucesoria desatada tras el anuncio de David Cameron, tras constatar su derrota en el referéndum. Esa guerra se resolvió en forma expeditiva en menos de diez días. Atrás quedaron las traiciones, los ataque personales, los agravios, los abandonos, las derrotas. Sería falaz afirmar que no han quedado heridos y rencores.
May, que ordenó acelerar las “exequias”, se encargó en persona de “ejecutar” a sus rivales. La chismografía política británica dice que es más brutal y efectiva que Thatcher, lo que es mucho decir. Su primera orden ha sido desbrozar el camino. La otra finalista, Andrea Leadsom, fue la primera que sufrió una atroz filípica. Le exigió definiciones claras: sigue en el Partido Conservador o se marcha de éste y se integra al antieuropeo y populista Partido de la Independencia de Gran Bretaña (UKIP), en aparente disolución tras la claudicación de su más relevante dirigente.
May abortó así, entre las filas de su partido, “una guerra civil de baja intensidad”, que tenía por misión horadar el prestigio de la nueva “Dama de Hierro” que reclama de los tories obediencia y sumisión, cuestión que torna interesante observar la nómina de asistentes al besamanos del próximo cumpleaños de la nueva primera ministra.
¿Qué sabemos de ella? Sus biógrafos oficiales apenas han logrado acomodarse en sus escritorios cuando deben esbozar los perfiles que trascenderán a la prensa antes de su asunción. Según la BBC es “de las políticas más duras y astutas de Reino Unido”, siendo elogiada por su imperturbable conducción del difícil ministerio de Interior, aunque su atractivo político ante las grandes masas aún debe ser probado.
Pero no todo fueron rosas en su larga gestión. Fue duramente criticada por el fracaso del gobierno de cumplir con la promesa de mantener la cifra de inmigrantes que ingresan al país por debajo de 100.000 personas al año.
Y en 2014 tuvo que despedir a uno de sus asesores más cercanos tras una agria polémica con su colega de Gabinete Michael Gove sobre la mejor manera de combatir el extremismo islamista.
Tras el referendo, May fue clara en el sentido de que considera que los resultados deben ser respetados. “Brexit significa brexit (…) no debe haber intentos de permanecer en la Unión Europea, ni intentos para volverse a integrar por la puerta de atrás, ni una segunda consulta”, dijo la ministra, quien en el pasado ya ha sostenido que Reino Unido deje de ser parte de la Convención Europea de Derechos Humanos. May también dijo que cree que no debe haber elecciones generales antes de 2020 ni un presupuesto de “emergencia” a causa del brexit.
Al momento de fijar sus objetivos ante las negociaciones para salir de la UE, May dijo que “debe ser una prioridad permitir a las compañías británicas comerciar dentro del mercado único de bienes y servicios, pero también recuperar el control sobre la cantidad de personas que ingresan al país desde Europa (…) Cualquier intento de evadir eso, especialmente por parte de candidatos que hicieron campaña para salirse de la UE enfocándose en el tema migratorio, sería inaceptable para los ciudadanos”. También ha sido clara en afirmar que no activaría el Artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, necesario para iniciar el proceso de salida de la UE, antes del final de 2016, para darle a Reino Unido tiempo para “finalizar” su posición en las negociaciones.
Dos cuestiones, más allá de su condición de mujer, llaman la atención de esta columna. La primera, su formación en geografía y economía que la aleja profundamente del tradicionalismo de los abogados y de lo primordial de los economistas. El mapa de la geografía de los recursos vuelve a la mesa de las decisiones.
Y, la segunda, su visión crítica del metodismo, la religión en la que fue criada, transfiriendo a la escena política las disquisiciones teológicas que –quizás- tenía en su adolescencia con su pastor preferido, su padre.
Los mercados acogieron con alivio las noticias de su victoria. La Bolsa de Londres ganó 0,43%, a 6808,87 puntos, y recuperó de esa forma su nivel histórico. La moneda británica, por su parte, se recuperó levemente con una cotización de 0,8517 por euro y 1,2981 dólares por unidad. Sin embargo, los mercados contienen, por estas horas, su respiración, esperando conocer la formación del Gabinete y las intenciones de May con respecto a unas eventuales elecciones anticipadas, como reclaman los partidos de oposición.
La futura primera ministra ya advirtió, sin embargo, que no tiene intenciones de embretarse en tan espinosa propuesta.