Crisis, sociedad, política, Estado, privilegios, explotación, usufructo y sinrazón son algunas de los cientos de palabras que se usan como referentes casi obligados para el análisis o la reflexión sobre el presente, pasado y futuro de los países latinoamericanos.
En rigor, se trata de otras tantas dimensiones de un proceso único en el que resulta equívoca la imagen de escenarios sociopolíticos en los que determinados actores representarían respuestas económicas a las nuevas circunstancias regionales, nacionales y mundiales con las que no tendrían ninguna relación directa.
Los principales actores se muestran intransigentes, aferrados a antiguos preconceptos disfrazados de nuevos dogmas. En la política como en el teatro, un mismo libreto puede escenificarse de las más variadas maneras. Es verdad que en el dominio que ocupa existe una lógica de la economía mundial -una lógica del capital y su ocupación- que se presenta como independiente y extremas a las condiciones sociopolíticas como la propia lógica económica, por medio de síntesis sucesivas, más o menos contradictorias, parciales e inestables. El libreto tiene entonces bastante que ver con la naturaleza del escenario y, a su vez, determina las características de éste. Para seguir con las metáforas teatrales, es probable que la lógica de la economía mundial restrinja considerablemente las formas por las que se pueda optar -por ejemplo, puede que excluya la comedia o el drama romántico- pero el contenido mismo de lo que se va a representar depende de muchas otras cosas distintas de ella.
La cuestión central también es controversial y, por consiguiente, cómo se produce esa internalización, o cómo se puede producir, o cómo es deseable que se produzca. No obstante, frente a estas preguntas cabe asumir puntos de vista diversos, que enfatizan ciertos aspectos de la internalización, haciendo abstracción de otros. Uno de esos puntos de vista es el que se podría denominar “técnico-normativo”, dado que privilegia el desempeño macroeconómico y macrosocial de una economía nacional, esforzándose por identificar las cualidades deseables para ese desempeño y ese desarrollo, según determinados criterios (autonomía, igualdad, crecimiento, viabilidad nacional, etcétera). Así el foco de atención recae en los rasgos deseables de lo que se puede denominar trayectoria de adaptación de las economías nacionales a las nuevas circunstancias económicas,
En un trabajo colectivo auspiciado por la Clacso, se argumenta que las opciones estratégicas que adopte América Latina para salir de la crisis deben apuntar al logro de dos metas básicas: modernización endógena y democratización. Es una falacia afirmar que esas opciones giran en torno a estimular exportaciones o sustituir importaciones.
El dilema real es otro: o se crea un núcleo endógeno, capaz de sostener un dinamismo tecnológico que permita penetrar exitosamente en el mercado internacional, o se delega en agentes externos la responsabilidad por el presente la responsabilidad por el presente y futuro de la estructura productiva latinoamericana. Adicionalmente, ese salto cualitativo en la creatividad y en la capacidad de innovación que constituye la modernización endógena debería vincularse a la sociedad en términos de la satisfacción progresiva de las necesidades sociales por servicios básicos acumuladas a lo largo de décadas (educación, salud, transporte, comunicaciones, vivienda, alimentación), en el contexto de la disponibilidad, por una parte, de experiencias e infraestructura institucionales orientadas a esa satisfacción y, por la otra, de la existencia de restricciones presupuestarias que exigen un aumento dramático de la productividad en los diferentes sectores económicos.
Este apunte de trabajo tiene algunas pequeñas virtudes. Debería acentuar los valores de la creatividad y la capacidad de innovación científico-tecnológica, implícitamente está advirtiendo sobre el riesgo de que se acabe por adoptar trayectorias de adaptación que, a falta de mejor rótulo, pueden denominarse tradicionalistas, esto es, orientadas por inercias históricas y respuestas ya ensayadas en el pasado, por ejemplo, copiadas de los procesos de sustitución e industrialización iniciados a partir de la crisis de los treinta. Ahora bien, ambos tipos de trayectoria son posibles. De allí entonces que en un plazo razonamiento como el señalado suscite como cuestión principal para el análisis la siguiente: ¿cómo y bajo qué condiciones se produce una industrialización de la crisis que favorece una trayectoria de adaptación de la crisis que favorece una trayectoria de adaptación no tradicionalista, caracterizada por un fuerte componente de creatividad e innovación científico-tecnológica?
Según indicó hace tiempo el economista chileno Fernando Fajnzylber, para avanzar en la respuesta a esta pregunta al vincular economía nacional con el hecho de que hay una acumulación histórica de necesidades por servicios básicos, su proposición descansa en una hipótesis sociopolítica implícita: que los grupos sociales principalmente afectados por esa acumulación de carencias son un recurso sociopolítico de envergadura, mobilizable en torno a un programa como el esbozado por dicho economista.
Pero la identificación de este potencial actor, que presumiblemente desempeña un papel relativamente central en una coalición o alianza orientada por un programa semejante, no agota las cuestiones pertinentes. En efecto, hay varias otras preguntas por hacer: ¿quién moviliza a los grupos sociales?, ¿es que estos grupos pueden llegar a desarrollar capacidades autónomas de movilización?, ¿qué modalidad adopta esa movilización: la forma de un partido o la de movimiento?, ¿qué sucede con los restantes grupos sociales: grupos pertenecientes a la burguesía (empresarios industriales, agrícolas y de servicios, burguesía financiera), sectores medios profesionales o de servicios, sectores obreros cuyas necesidades por servicios básicos tienen ya una cobertura importante?, ¿qué sucede con ciertas categorías sociales como mujeres y juventud, o aun jubilados y pensionados, presumiblemente de importancia cada vez mayor en las estructuras sociales de varios de los países latinoamericanos? ¿Qué acontece con las organizaciones y arreglos corporativos tanto obreros y empresariales, como profesionales? ¿Cómo se articulan partidos y Estado en una proporción como la señalada? ¿Bajo qué tipo de régimen político se produce la internalización de la crisis y cómo se resuelven los problemas inherentes al tipo de régimen que se trate? Estas preguntas, mencionadas esquemáticamente, sin duda no agotan el conjunto de cuestiones relevantes.
La pregunta acerca de la modalidad y las condiciones de una internalización favorable a una trayectoria de adaptación no tradicionalista tampoco agota los problemas suscitados por la clase de planteamientos que la tesis de Fajnzylber ejemplifica. Por lo general, en estos planteamientos hay un supuesto implícito: que la trayectoria de adaptación es una auténtica estrategia, esto es, que constituye expresión de una racionalidad relativamente unitaria y aplicada en forma sostenida en el tiempo por un actor monolítico o un conjunto de actores que se conciertan o cooperan con facilidad entre sí. Este tipo de trayectoria es posible, pero frente a ella hay otro caso con una mirada y argumentos opuestos. El de una trayectoria ciega, que sea simplemente el resultado de una articulación mecánica de distintas intencionalidades parciales, tanto ofensivas como defensivas, desplegadas en el tiempo por los diversos actores e intereses existentes. Este segundo caso también es posible, y de hecho es plausible la hipótesis de que los procesos de sustitución e industrialización originados a partir de la crisis del 30 y de la Segunda Guerra Mundial se aproximan más a él que al caso de una auténtica estrategia.
El fuerte componente de creatividad e innovación que Fajnzylber considera deseable puede, o no, ser parte de una estrategia auténtica. Lo mismo cabe decir de una trayectoria ciega, salvo la diferencia capital de que aquí se trataría sólo de una feliz o desgraciada coincidencia, esto es, poniéndolo en jerga sociológica, de la producción mecánica de consecuencias no anticipadas o efectos perversos, perversidad que se juzgaría benigna o perjudicial según sean las circunstancias.