viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Brasil, entre el Mercosur y el escándalo judicial

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Es posible que estemos ante el episodio más importante de las últimas décadas en América Latina que involucra a la justicia. Estas revelaciones van en consonancia con las declaraciones del papa Francisco sobre el accionar del lawfare

 Por Gonzalo Fiore Viani
Especial para Comercio y Justicia

A nadie puede ya escaparle que la persecución judicial a la que fue sometido el expresidente Lula da Silva estuvo claramente direccionada políticamente. The Intercerpt Brasil publicó en los últimos días conversaciones privadas entre agentes públicos que participaron del Lava Jato, suscitando de esta manera dudas sobre la imparcialidad de la investigación que condujo a prisión a Lula.
El medio, dirigido por el estadounidense Glenn Greenwald, famoso por haber revelado las filtraciones de Edward Snowden, tuvo acceso a conversaciones mantenidas durante años entre fiscales y jueces, algo prohibido por el Código Penal brasileño. Las charlas muestran que el juez Sérgio Moro -actual ministro de Justicia (Interior) de Jair Bolsonaro- sugirió al fiscal del caso Deltan Dallagnol cambiar el orden de las frases del Lava Jato, dando consejos y pistas a los fiscales encargados. Ante esto, el Ministerio Público de Curitiba se vio en la necesidad de emitir un comunicado aduciendo “tranquilidad” sobre la legitimidad de la actuación, haciendo hincapié en la privacidad de los magistrados.
Podríamos estar ante el escándalo judicial más importante de las últimas décadas en América Latina. Estas revelaciones van en consonancia con las declaraciones del papa Francisco de la semana pasada, cuando denunciaba el accionar del lawfare o guerra jurídica para minar legitimidad de los procesos populares en América Latina.

La crisis económica en ciernes no ayuda a la popularidad de Bolsonaro, quien muestra el índice de aprobación más bajo durante los primeros cien días que cualquier presidente brasileño desde la vuelta de la democracia en 1985. En lo que va de su mandato ya han renunciado dos ministros. A su vez, mantiene una interna con su vicepresidente, representante de los sectores militares y la burguesía paulista, el general (retirado) Hamilton Mourão, quien, de posiciones extremadamente conservadoras en materia social, no está considerado un liberal en el área económica. Defiende un perfil industrialista más ligado a las políticas implementadas por los distintos gobiernos de la dictadura militar que asoló Brasil entre 1964 y 1985. Los industriales de San Pablo, nostálgicos del desarrollo de la industria pesada en aquellos años, son su máximo sostén. El ala civil del gobierno, referenciada en Bolsonaro y Paulo Guedes -ministro de Hacienda-, ha ido perdiendo peso dentro del gabinete.

Durante la semana pasada se produjo la visita de Bolsonaro al tercer socio comercial que tiene Brasil: Argentina. El mandatario, de esta manera, rompió una tradición histórica de los presidentes brasileños: desde 1985 viajaban a Buenos Aires inmediatamente después de asumir. En esta ocasión, lo hizo sólo después de haber visitado otros cuatro países. Primero estuvo en Suiza -en el Foro Mundial de Davos-, luego en Estados Unidos y prosiguió con Chile e Israel. Volverá a Argentina en julio, para la cumbre de Jefes de Estado del Mercosur, organismo sobre el cual se ha contradicho en muchas ocasiones. En los días posteriores a la visita, Paulo Guedes volvió a criticar duramente su funcionamiento, al asegurar que el órgano “trabó el crecimiento” de sus países miembros en lugar de contribuir a su desarrollo. Además, se refirió a la entrada de Venezuela al ente diciendo que “amenazó la democracia”. Se esperan “reformas” dentro del bloque, que parecen bastante lejos de producirse. En el segundo semestre de este año, Brasil asumirá la presidencia pro tempore del Mercosur.

Por otro lado, tampoco se encuentra mucho más cerca el acuerdo comercial con la Unión Europea (UE). La principal apuesta de Macri y Bolsonaro aún se enfrenta a varias trabas. Si bien ambos aseguraron que podrá concretarse a finales de agosto, el francés Emmanuel Macron opinó diferente. El principal escollo que enfrenta el acuerdo es la entrada de productos agrarios, especialmente desde Argentina. Éstos pasarían menos controles sanitarios y tendrían un costo menor que el de muchos productos locales. Ello amenazaría las economías regionales francesas, algo que en medio de la compleja situación que vive el país, Macron no puede permitirse. Su imagen pública se encuentra alrededor de 20%, su punto más bajo desde su asunción. Sumado a que las protestas de los chalecos amarillos no parecen estar por terminar, al mismo tiempo que vienen siendo capitalizadas políticamente por la extrema derecha de Marine Le Pen. A su vez, todo indica que sería muy difícil aprobar semejante acuerdo con el Congreso argentino con mayoría opositora en un año electoral que se presenta complicado para el oficialismo.

La propuesta de los presidentes sobre una posible “moneda única” tampoco parece tener muchas posibilidades de concretarse. Para ello, primero sería necesaria una reforma laboral que el Gobierno argentino no está en condiciones de lograr. Además, ambas economías presentan grandes diferencias respecto de sus capacidades productivas. El Banco Central de Brasil aseguró inmediatamente que no existen proyectos al respecto y ni siquiera se está analizando un escenario de ese calibre. Esto puede hacer pensar que fueron simplemente declaraciones con el objetivo de lograr un alto impacto mediático y correr el eje de la discusión sobre los problemas que realmente enfrenta la relación entre ambos países y el Mercosur como bloque. Si bien la guerra comercial entre China y Estados Unidos podría ser un buen momento para cerrar un acuerdo con la UE, tanto los problemas internos como las diferencias económicas parecen difíciles de arreglarse en el mediano plazo.

En tiempos cuando la crisis del multilateralismo es patente, quedará por ver qué sucede con el Mercosur. Será fundamental, primero, observar cómo se resuelven la interna dentro del gobierno brasileño y las elecciones argentinas. Por ahora no parece haber muchas posibilidades de que suceda lo que imagina Michel Houellebecq en su última novela Serotonina: una crisis de los ruralistas franceses debido al ingreso masivo de productos argentinos.

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