Francia se ha postrado ante los restos gloriosos de Josephine Baker, la más extraordinaria bailarina de todos los tiempos y, quizás, la mítica espía cuya sagacidad agota los ditirambos como los adjetivos, a la hora de valorar sus servicios a la causa de la libertad.
El 30 de noviembre fue honrada con un memorial y una placa en el Panteón de París, ese maravilloso templo laico que los librepensadores del mundo deberíamos visitar al menos una vez en la vida, donde descansan las máximas glorias de la cultura francesa, desde Voltaire y Víctor Hugo hasta Marie Curie y Jean-Jacques Rousseau.
Ella, Josephine Baker, es la sexta mujer en recibir tamaño honor, y la primera negra.
¿Quiénes le precedieron? Una sobreviviente del Holocausto, Simone Veil, una de las políticas más respetadas de Francia, quien fue enterrada en el Panteón en 2018.
Las otras mujeres son dos que pelearon con la Resistencia Francesa durante la Segunda Guerra Mundial, Germaine Tillion y Genevieve de Gaulle-Anthonioz, y Marie Curie, ganadora de los premios Nobel de Física y Química y la primera catedrática de la Universidad de la Sorbona de París.
El monumento guarda y venera los restos de 72 hombres.
Josephine, símbolo de la liberación femenina, de la lucha contra el racismo y miembro de la Resistencia durante la ocupación nazi, ha dejado una huella perenne en la historia del mundo.
El gesto no ha sido casual. Fue largamente meditado por el presidente Emmanuele Macron. Aun a sabiendas del grito ensordecedor que provocó entre los ultranacionalistas de Marine Le Pen y los neonazis seguidores del ultraderechista Éric Zemmour.
Se sumaron a la barbarie organizada aquellos que dividen el mundo en mil colores irreconciliables y en diferencias políticas, económicas y sociales.
Cada quien puede decir lo que le plazca.
Nuestra posición, como ocurre desde siempre, es única e irrenunciable. Nos hemos sumado al funeral cívico entonando voz en cuello La Marseillaise en honor y gloria de la imponente “Venus de Ebano”.
Hubo mucho de simbolismo en la ceremonia.
Como dijimos, ocurrió el 30 de noviembre, el mismo día pero de 1937 cuando, luego de contraer matrimonio con el empresario azucarero Jean Lion -quien fue perseguido por la Gestapo por su condición de judío-, Baker obtuvo la ciudadanía francesa.
Como en los momentos trascendentes de su vida, ella tuvo que vencer todo tipo de adversidades.
Winston Churchill, entre muchos otros jefes aliados, fue su principal enemigo. No admitía que una negra fuese más eficaz que la maquinaria de espionaje y contraespionaje del Reino Unido de Gran Bretaña.
Los despachos de Baker, enviados por medio de la resistencia francesa, comunicaron con exactitud la descomposición del mando de los ejércitos nazis desplegados en Italia y la península de los Balcanes.
Sus partes describían el desorden que reinaba entre las tropas alemanas acantonadas en Francia, lo que aceleró los planes de desembarco.
El general Philippe Leclerc de Hautecloque le asignó un papel significativo a la hora de ordenar el avance de La Nueve -integrada en su totalidad por republicanos españoles- para liberar a París.
Los historiadores franceses resaltan los artes de Josephine para el espionaje. Usó sus contactos en el mundo del arte y las invitaciones a fiestas en embajadas.
Obtuvo de primera mano información sobre los movimientos de las tropas enemigas, que logró transmitir primero a las autoridades francesas y -tras la caída de Francia en manos nazis- a la Resistencia, utilizando, entre otros artilugios, tinta invisible en sus partituras.
Afirma la prensa europea que erigir un panteón a Baker -algo que nadie se ha atrevido a criticar en voz alta- dice a los ojos de todos que no hay una sola forma de ser francés.
“Es un mensaje para decir ‘miren, Francia también es esto”, explicó a El País el historiador Pascal Blanchard, a quien Macron encargó el año pasado crear el comité científico de Retratos de Francia, para elaborar una lista de 318 personalidades surgidas de la “diversidad” -hombres y mujeres de origen inmigrante o colonial, muchos de ellos de razas distintas a la blanca- que han marcado la historia del país desde los tiempos de la Revolución Francesa.
“Es una manera de reconocer la diversidad. A través de Baker y de su ingreso al Panteón, el mensaje es que es hora de mirar y aceptar esa diversidad que forma parte de nosotros, que el gran relato nacional no se hace sólo con hombres blancos”, agrega Blanchard.
Argentina, lacerada por profundas heridas, ¿será capaz alguna vez de imitar los gestos plurales de los franceses?
La lista confeccionada por la Comisión de la Diversidad presidida por Blanchard está dando sus frutos.
El Museo del Hombre de París comunicó que ha seleccionado a 29 mujeres y 29 hombres para elaborar una exposición con el mismo título “Retratos de Francia”, sobre la que abundaremos con el correr de los días.
La idea, se ha explicado, es mostrar que la diversidad existe desde hace mucho tiempo, que no surge de la descolonización ni tampoco de periodos recientes, sino que siempre existió, “sólo que a veces lo olvidamos”.
“A manera de ejemplo se tratará de mostrar otros personajes, no archiconocidos sino hombres y mujeres que desde un segundo plano enriquecen el retrato (…) como es el caso de Severiano de Heredia, quien se convirtió en el primer alcalde negro de Francia, aunque originalmente era cubano, y acabó siendo ministro de Obras Públicas en 1897”, cuenta orgullosa Aurèllie Clemente-Ruiz, comisaria de la muestra.
Es menester retornar a Josephine. Tenemos un largo apunte por repasar. Desde muy niña sufrió en su Estados Unidos natal todo tipo de atropellos y discriminación, los mismos que sufren todos los niños y jóvenes en estado de calle en cualquier lugar del planeta.
Josephine batalló con bravura contra todas las injusticias. Nunca tuvo miedo de adoptar y subvertir muchos de los estereotipos que los franceses tenían para con las personas negras, a quienes asociaban indefectiblemente con la cultura africana.
Tampoco a la hora de enfrentarse a las políticas segregacionistas de los países -como el suyo, Estados Unidos- que visitaba para mostrar su arte incomparable. Fue una protagonista de su tiempo. Cada palabra, cada gesto tenía un significado y un significante especial.
Según Bennetta Jules-Rosette, profesora de sociología en la Universidad de California San Diego (UCSD) y direcora del Centro de Investigación de Estudios Africanos y Afroamericanos, Josephine fue la primera en romper la segregación racial en Las Vegas, incluso antes de que artistas como Frank Sinatra y Sammy Davis Jr. lo hicieran.
El senador Joseph McCarthy ofreció un millón de dólares a quien matara a la diosa de todos los escenarios del mundo.
En 1963, después de que logró volver a pisar suelo estadounidense con la ayuda del entonces fiscal General Robert Kennedy, participó de la famosa Marcha en Washington, junto con el líder del movimiento por los derechos civiles Martin Luther King, quien dio su recordado discurso “Yo tengo un sueño”.
Vestida con su uniforme militar francés y adornada con todas sus medallas, Baker fue la única mujer que se dirigió a la audiencia. “Ustedes saben que siempre he tomado el camino rocoso”, dijo a la multitud. “Nunca tomé el fácil. Pero a medida que envejezco y como sabía que tenía el poder y la fuerza, tomé ese camino rocoso y traté de suavizarlo un poco”, señaló.
“Quería hacerlo más fácil para ustedes. Quiero que tengan la oportunidad de tener lo que tuve yo”, afirmó, en referencia al éxito que tenía en Francia.
Cuando volvió a casarse, con otro hombre blanco, Jo Bouillon, consecuente con su pensamiento adoptó nueve niños de distintas nacionalidades y razas, para formar lo que llamó su “Tribu Arcoiris”.
Tras divorciarse en 1957, sumó a otros tres niños a su “tribu”, la que terminó manteniendo sola.
Josephine Baker, la gloria eterna te aguarda. Vive la France!
Estuvo varias veces en la Argentina. Tuve la suerte de verla actuar en televisión.