ESCUCHARPor Silverio E. Escudero
El crecimiento de la población argentina, en virtud de su particular conformación, ha tenido un desarrollo peculiar, diferente del resto de los países de América Latina. Fue Ezequiel Martínez Estrada quien con mayor enjundia estudió esta cuestión en su olvidada como imprescindible Diferencias y semejanzas entre los países de América Latina, escrita en la Fundación Casa de las Américas, de la cual fue director de su Centro de Estudios Latinoamericanos.
Los estudios demográficos exigen de los gobiernos una intensa mirada geopolítica y geoestratégica que ha estado ausente en los últimos 25 años en la República Argentina.
Esa misma visión que mostraron nuestros gobernantes después de la sanción de nuestra Constitución Nacional, que hizo posible que el acompañamiento de nuestros sabios y científicos, sin diferenciaciones, a la hora de gobernar.
Tal como ocurrió cuando Julio Argentino Roca avanzó sobre la Patagonia acompañado por los miembros de la Academia Nacional de Ciencias, fundada en nuestra ciudad por el presidente Domingo Faustino Sarmiento, quienes realizaron el mas acabado inventario de los recursos naturales de que se tenga memoria.
Una región en conflicto con la República de Chile, que reclamamaba derechos soberanos sobre toda la Patagonia hasta el reino de los ranqueles. Con el apoyo y anuencia del Reino Unido de Gran Bretaña y de la Casa Real fundada por Orélie Antoine de Tounenss, quien bajo el nombre Orélie AntoineI que reclamaba para sí, y sus sucesores, no sólo territorios mapuches allende los Andes sino los de tribus subordinadas que habitaban este lado de la cordillera.
Dicho esto como marco referencial es hora de avanzar en la historia del crecimiento demográfico de la población argentina y sus componentes para luego analizar en la brevedad de nuestro espacio los rasgos más significativos de la evolución de las variables de la dinámica demográfica -fecundidad, mortalidad y migraciones-, y los efectos que éstas han tenido sobre la estructura etaria de la población.
Según estimaciones, la población del actual territorio argentino habría ascendido a unos 340.000 habitantes a mediados del siglo XVI, reduciéndose a 298.000 un siglo después, con la brutalización de la conquista española que pasó a degüello poblaciones enteras que defendieron sus heredades con singular bravura y coraje.
Así, los resultados del censo realizado en el año 1778, ordenado por el segundo virrey del Virreinato del Río de la Plata, el criollísimo Juan José de Vértiz y Salcedo, permiten estimar unos 421 mil habitantes residentes en lo que luego sería el territorio virreinal. Cifras que pueden ser cotejadas por los dos conteos realizados en 1810: el primero, en abril, ordenado por Baltasar Hidalgo de Cisneros, y el segundo, por orden de Moreno, determinaron cuántos hombres residentes en Buenos Aires eran aptos para ser llamados a las armas y para entrar en combate.
El primer Censo Nacional de Población de la República Argentina fue hecho en 1869 -por orden del presidente Domingo Faustino Sarmiento, resistido por los caudillos federales que mataron más de 300 censistas- relevó que alrededor de 1.900.000 personas habitaban las históricas 14 provincias y las gobernaciones militares, denotando el incremento poblacional producto de la llegada de los primeros contingentes de inmigrantes europeos.
Éstos, desde mediados del siglo XIX y durante las primeras décadas del siguiente, se constituirían en factor de transformación de la economía de la novel nación que se forjaba en el desierto.
Esfuerzo que exigía resistir la furia del malón y la prepotencia de los compadritos y petimetres, engreídos e inútiles, que se suponían miembros de la “raza superior argentina”. Bufonada alimentada por la oligarquía vernácula y la iglesia Católica, padres putativos de todas las dictaduras y de los gobiernos autoritarios que, detrás de un matiz revolucionario, escondieron el más abyecto de los conservadurismos.
El Censo Nacional de población de 1869 dio comienzo a la era estadística en el país y constituyó el punto de partida para el examen del cambio demográfico y sus componentes.
El análisis de la evolución de éstos, relativos al crecimiento total, el crecimiento vegetativo -que es la diferencia entre la tasa bruta de natalidad (TBN) y la tasa bruta de mortalidad (TBM)- y el crecimiento migratorio -saldo entre la inmigración y la emigración-, permitió explicar de los profundos cambios producidos en la dinámica demográfica del país a partir de 1930.
El enorme crecimiento de la población durante la etapa que va de 1870 a 1930 se explica por aportes similares -en promedio a lo largo del período del crecimiento natural y del saldo migratorio. Asimismo resulta claro que, dada la relativa estabilidad del componente vegetativo, las marcadas fluctuaciones de la curva del crecimiento total responden principalmente a los altibajos sufridos por la migración internacional neta durante el período.
Si se sigue la evolución del crecimiento vegetativo puede advertirse que resulta levemente ascendente entre 1870-1885, como resultado de la estabilidad de la natalidad y de una leve reducción de la mortalidad; que comienza luego a descender hasta finales del siglo XIX, debido a un mayor descenso relativo de la TBN durante esos años.
Seguidamente, como consecuencia de una caída relativamente mayor de la TBM, se produjo a mediados de la década del 20 una recuperación en la que las tasas de crecimiento natural alcanzaron su máximo histórico.
Sin embargo, hacia fines de la década del 30 sufriría un declive igualmente importante como consecuencia del pronunciado descenso de la tasa de natalidad.
