Carlos Marichal, investigador de las crisis económicas en perspectiva histórica.
Entre el 15 de septiembre y fines de octubre de 2008, los sistemas bursátiles, bancarios e hipotecarios de Estados Unidos y de gran parte del resto del mundo sufrieron el efecto de un verdadero tsunami financiero.
Siguió una cadena de pánico bancario y bursátil que se extendió a escala mundial y que ha sido señalada como la peor crisis financiera en ochenta años. La debacle dio lugar a preguntas que aún están sin contestarse: ¿pasó definitivamente este colapso? ¿se trata de una recesión relativamente corta o de una depresión prolongada? ¿son suficientes y adecuadas las medidas de rescate adoptadas por gobiernos y bancos centrales en todo el planeta? ¿por qué impactó de manera tan desigual en las diferentes regiones del mundo? ¿por qué no anticiparon los banqueros centrales los peligros y por qué no tomaron medidas para desinflar las inmensas burbujas financieras?
Días atrás visitó Córdoba el historiador mexicano Carlos Marichal, invitado por el Doctorado de Estudios Sociales de América Latina, de la Universidad Nacional de Córdoba. Marichal es un investigador dedicado al estudio de algunos de los grandes problemas de las economías de América Latina –como la deuda externa- en perspectiva histórica y que por estos días está presentando su último libro, titulado “Nueva historia de las grandes crisis financieras. Una perspectiva global, 1873-2008”.
En diálogo con Comercio y Justicia, Marichal consideró que la crisis iniciada en 2008 fue mucho más intensa en muchos aspectos que la de 1929 y que, por ello, es valorable la respuesta internacional que surgió para paliarla. Opinó además que los países de América Latina pudieron salir más rápido que los centrales porque aplicaron políticas que el FMI “nunca les dijo”, y alertó por el peligro que implica la enorme deuda pública de Estados Unidos y Europa.
-¿Cómo se inserta esta última crisis en la historia de las crisis del capitalismo?
-Cuando explotó esta crisis me pareció, casi como si fuera un astrónomo, que estábamos ante la explosión de una supernova, un gran evento que había que mirar con cuidado y atención. Desde 1982 hubo muchas crisis -112 según los cálculos del Banco Mundial-, pero esta era enorme y valía la pena analizarla de manera histórica.
En ese sentido, la crisis que se inició en 2008 fue una de las mayores de la historia, mucho más intensa que las anteriores en muchos aspectos. Por ejemplo, con relación a la de 1929, la caída en el comercio –en el cual una retracción de 60%, esta última vez- fue mayor que la de principios del siglo XX. Asimismo, la caída de los mercados bursátiles y de la actividad industrial también fue más importante en 2008 que en 1929.
De todas maneras, hay que reconocer que los planes de rescate que se coordinaron entre los bancos centrales hicieron que la crisis se frenara más o menos rápido y, en ese marco, la recuperación más rápida se dio en la periferia –los países del BRIC y de América Latina, por ejemplo-, y no en los países centrales. De hecho, las economías del sur fueron las que arrastraron tras de sí las del norte.
-¿Por qué se produjo ese impacto desigual?
-Porque el pánico bancario y el colapso financiero impactaron más en Europa y Estados Unidos. Fue allí donde implosionaron los mercados financieros más grandes. Y esto ocurrió porque los países de la periferia aprendieron una lección durante las crisis de los noventa, una lección que el Fondo Monetario Internacional (FMI) nunca les dijo y que es muy importante: que había que acumular reservas. Eso lo aprendieron todos y fue lo que hizo el BRIC y América Latina. Lo que había pasado en las crisis anteriores fue que no habían acumulado reservas y les fue imposible sobrellevarlas por el nivel de deuda que habían acumulado. Las crisis de los ’80 fueron terribles en ese sentido para los países latinoamericanos, porque no tenían ninguna herramienta con la cual enfrentarlas.
-¿Qué opina de las regulaciones financieras que se instrumentaron tras la crisis?
-Sobre ese punto hay que considerar tres ejes. En Estados Unidos aprobaron una ley muy grande, que se está empezando a poner en marcha y, según los primeros indicios, parece que efectivamente va a aumentar la capacidad de vigilar el sistema financiero y anticipar riesgos para los usuarios. Esta reforma no evitará una nueva crisis, pero reducirá los riesgos de que ocurra.
En Europa la situación es parecida, pero las reglas que se plantearon fueron más sencillas que en Estados Unidos. Hay una intención de supervisar más los grandes bancos e impusieron impuestos a ciertos rubros, para que los gobiernos puedan efectivamente devolver lo que pidieron. La situación aún está bastante abierta.
Por su parte, el FMI ha hecho poco para transformarse.
-¿Pero hay posibilidades de una nueva crisis en el corto plazo? ¿Por dónde aparecerían los peligros?
-El gran problema es la burbuja de deuda pública que tienen Estados Unidos, Japón y Europa. No hay antecedentes de un nivel de endeudamiento similar, con excepción de la Segunda Guerra Mundial. Eso nos habla de la intensidad de la crisis iniciada en 2008, casi peor que una guerra. Un mal manejo de estas situaciones podría llevar a una devaluación del dólar y a incrementar la inflación. Depende sólo de Estados Unidos saber si puede repuntar y pagar parte de esa enorme deuda. En Europa, la situación, aunque difícil, parece más previsible, porque hay un consenso bastante grande con respecto a lo grave que sería devaluar y disparar la inflación.