lunes 24, marzo 2025
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Comercio y Justicia

El ser humano y la humanidad ante una gran crisis de valores

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Por Luis Esterlizi (*)

Clara advertencia sobre el mundo en crisis

“La sociedad y el hombre enfrentan una profunda crisis de valores y está en nuestro ánimo la absoluta conciencia del momento trascendental que vivimos. Si la historia de la humanidad es una ilimitada serie de instantes decisivos, no cabe duda de que gran parte de lo que en el futuro se decida a ser, dependerá de los hechos que estamos presenciando. No puede existir a este respecto divorcio alguno entre el pensamiento y la acción, mientras la sociedad y el hombre se enfrentan con la crisis de valores más profunda acaso de cuantas su evolución ha registrado.

Las conclusiones de los congresos últimamente celebrados en el mundo prueban en cierto modo la universalidad de esta persuasión. El Congreso Internacional de Roma de 1946, el III Congreso de las sociedades de Filosofía de Lengua Francesa de Bruselas de 1947, el de Edimburgo de 1948 y el de Amsterdam evidencian que la inquietud intelectual ha llegado a un momento decisivo.

Es posible que la acción del pensamiento haya perdido en los últimos tiempos contacto directo con las realidades de la vida de los pueblos. También es posible que el cultivo de las grandes verdades, la persecución infatigable de las razones últimas, hayan convertido a una ciencia abstracta y docente por su naturaleza en un virtuosismo técnico, con el consiguiente distanciamiento de las perspectivas en que el hombre suele desenvolverse.

Acaso sobre el gran fondo filosófico que es la verdad haya prevalecido una cuestión de tendencias, ajenas al ansia de conocimiento a cuya satisfacción debería consagrarse toda la fuerza creadora. En ausencia de tesis mayores defendidas con la perseverancia debida, surgen las pequeñas tesis, muy capaces de sembrar el desconcierto”.

Congreso internacional de Filosofía en Argentina – La Comunidad Organizada – 1949 

Actualidad

Han pasado más de 75 años del Congreso Internacional de Filosofía desarrollado en Argentina, con predicciones tan lamentables como las que estamos observando y viviendo, ante un mundo corrompido por la decadencia de culturas imperialistas, incluyendo a gobernantes quienes, olvidándose de los pueblos, son atraídos por el desplante de un tecnicismo exclusivamente materialista que -en manos de corporaciones financieras y especulativas- se apropian de un futuro -fatalmente- impredecible.

Tan clara como espantosa es la realidad, como el haber comprobado que el calentamiento global dio comienzo con la primera revolución industrial hace más de 180 años. Por ello es fácil comprender que muchos méritos de la ciencia y la técnica en producir armamentos sofisticados, como el extremar la explotación de combustibles fósiles o la producción intensiva de commodities destruyendo millones de has de bosques naturales, contribuyen al calentamiento global. 

Es evidente la complicidad de gobiernos que, incentivados por coimas y prebendas, dedican millones de impuestos y créditos a la construcción de enormes obras públicas, rutas y autopistas que arrasan con bosques y grandes extensiones de tierras naturales, sin realizar las plantaciones que contrarresten las superficies alteradas por la “modernidad”.

Hoy las convulsiones políticas, económicas y sociales que se manifiestan en todo el mundo hablan a las claras de estas situaciones que retratan a sociedades agrietadas y enfrentadas entre sí -ex profeso- para entretenerlas en las discusiones banales, dejando de lado las consecuencias futuras por tales desatinos.

Sin embargo, en el mientras tanto se dirime en el mundo la alternativa de establecer un nuevo orden multipolar, integrando pueblos y Estados independientes y soberanos, con el fin de participar en las definiciones esenciales que les competen en salvaguarda del equilibrio y la armonía entre los pueblos y naciones y entre humanidad y naturaleza.

Esto por supuesto incómoda y molesta de sobremanera al poder unipolar que tiene como líder expansionista a EEUU, junto con Inglaterra e Israel.

Ante esta disyuntiva -la trilogía imperialista- se juega geopolíticamente, tratando de doblegar a los pueblos que -habiendo mantenido una clara independencia e, históricamente, experimentado el sentido de la integración universal por encima de ideologías, razas y costumbres como el caso de Argentina- mediante la invasión de “líderes extremistas” que aprovechan discordias internas para plantear un modelo “democrático”, en el que gobierne un líder con poder absoluto en la toma de decisiones estratégicas.

Su consigna es destruir el Estado que somete a la población, cosa que en realidad no hizo, ya que logró que el Congreso de partidos en crisis le concediera el derecho de usurparlo y poder funcionar como el Estado mismo, con el manejo absoluto del poder para hacer lo que su ideología extremista le permita -sobre todo- contra lo que se oponga a su proyecto.

Usurpación y deificación del Estado

Son dos calificativos de acciones distintivas pero que en este caso se refieren a las funciones asumidas por aquellos gobernantes autocráticos como el actual Presidente -complementándose-, poniendo en relieve el atrevimiento anticonstitucional que Milei -en nombre del Estado- lleva a cabo con tanto desparpajo y desprejuicio.

Por otra parte hace un año que, habiendo reemplazado al Estado argentino, realiza sus decisiones absolutistas, sin tener en cuenta las leyes que respaldaron durante años las funciones creadas según responsabilidades e instituciones y que hoy desaparecen bajo el peso de su sesgada arbitrariedad.

Con esto no pretendo justificar aberraciones y políticas negligentes o desviaciones inmorales como el abuso de interpretaciones que ocultaron el manejo irresponsable de anteriores administraciones, como tampoco permanecer impávido ante el actual y claro manejo dictatorial inhumano que trasunta su prepotencia. Milei, quien había prometido destruir al Estado, no sólo no lo hace, sino que además lo convierte en un poder deificado al cual la ciudadanía debe rendirle pleitesías. 

Hasta el momento ha avanzado con sus ideológicas disposiciones, ante el pueblo y sus instituciones que sólo ofrecen reacciones y resistencias, no logrando afectar ni paralizar sus disposiciones que en estos meses las incrementa contra cualquier vestigio de entidad o institución que pueda generar un poder organizado, y le desnude el concepto de su libertad individual para que tomen conciencia que lo que quiere es que los ciudadanos sin darse cuenta terminan siendo una multitud de ceros. 

Conclusión

Es posible que muchos argentinos estén de acuerdo con tales actitudes porque hay una cosa que Milei aprovechó para avanzar en tal sentido: la posible corrupción en los manejos de dichas entidades como la perpetuidad en los cargos de conducción. Si esto fuera así, sólo hay una alternativa: defender las instituciones e iniciar la revolución ética y moral en el seno del pueblo.

Esto es ineludible realizarlo antes de iniciar las grandes transformaciones que nos saquen de esta democracia clasista y nos conduzcan hacia una democracia social, en la que el protagonismo esencial lo ejerza la comunidad argentina organizada.

(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba

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