Están asociados a Pro Vid, impulsado por el INTA. Comparten los medios de producción y el desafío de comercializar sus productos artesanales en un mercado con proyección internacional. Fabrican 24 mil botellas al año.
Por Soledad Soler / [email protected]
Campo adentro, los viñedos de la localidad de Colonia Caroya invitan a una fiesta de aromas y sabores con tonada local. Los pequeños productores del centro de la provincia apuestan al desarrollo del vino cordobés, asumiendo el desafío de ingresar en un mercado históricamente acaparado por la cepa cuyana. Además del tradicional salame y los quesos, los caroyenses ofrecen una variada carta de vinos artesanales producidos netamente en esas tierras.
Si bien son decenas los hombres de campo dedicados al viñedo, también existe un grupo de productores que se dedica a la producción de la uva cordobesa, para agregarle valor y demostrar que se puede generar un vino competitivo en calidad.
Nucleados en Pro Vid, una iniciativa impulsada por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), seis bodegas familiares se introducen progresivamente al mercado, de la mano del asociativismo.
Valor agregado
Esteban Papalini, productor de “Vittorio Papalini”, cuenta que su idea de dedicarse al arte de los vinos surgió allá por 2005, frente al progresivo avance de la erradicación de viñas en Córdoba. “Mi familia siempre ha hecho vinos, pero nunca había intentado llegar a la gama alta. Al principio no tenía finalidad económica, así que empecé tratando de hacer el mejor vino posible. Este año lo mando a un concurso internacional, el ‘Vinandino’. Es un desafío. Ya estoy preparando las muestras. En concursos nacionales nos ha ido bien”, expresó el productor.
Explicó que la uva de Córdoba, que hoy promedia tres pesos por kilo – se utilizan dos kilos por cada litro de vino – es el doble de cara que la sanjuanina y la mendocina y que a la hora de pensar en producirla, sin duda, es menos rentable que otro tipo de siembras. “Es difícil producir así. Un viñedo se amortiza en 20 años. Si en el mismo lugar se planta soja, se amortiza en ocho meses. Hay todo un movimiento de erradicación de viñas que se frena un poco con la mixtura de la fabricación de vinos. Hoy tenemos poca uva y mucha demanda”, detalló.
Miguel Patat, productor de los vinos “Don Aurelio” aseguró que “Córdoba consume la producción total de vinos de Colonia Caroya en 20 días”. Hoy 10% de la uva cordobesa se destina a la generación de productos con valor agregado. Son más de cien los productores vitivinícolas en la provincia.
Asociados
Para abaratar costos y conseguir la calidad suficiente para garantizar competitividad, varios productores de la zona se asociaron por medio del INTA, para hacer uso común de la maquinaria que la entidad facilitó con la idea de poner en marcha emprendimientos que surgieran de la viña.
Entre risas, Papalini cuenta que producir vinos pasó a ser “de un buen hobby a un mal negocio” y que el impulso del INTA alivió la carga.
Su bodega, al igual que la mayoría de los productores artesanales de su categoría, produce unas cinco mil botellas al año. Cuenta con apenas media hectárea de siembra. Papalini mencionó que usando la pulverizadora y la envasadora móvil deja lista toda su producción en apenas cinco días.
Luego de utilizarla, se traslada con un tractor o una camioneta para que pueda aprovecharla otro productor.
Nuevos horizontes
Uno de los principales desafíos para las marcas cordobesas es insertarse en el mercado. Según explicó el dueño de “Don Aurelio” es necesario “enseñarle a la gente que es un buen producto” para avanzar sobre la comercialización.
Los vinos de la Colonia se venden principalmente en locales de artículos regionales, para acompañar los tradicionales salames y quesos. El productor de “Vittorio Papalini” aseguró que se trata de “un gran mercado”, pero que en su caso sólo comercializan a pedido. “El otro día me llamaron de Don Aristóbulo. También hago bastantes personalizados para la empresa El Turista. Ellos me compran un tercio de la producción. El resto lo vendo por contacto personal”, ejemplificó Papalini.
La mayor parte de las firmas integra, además, el “Camino del Vino”, una iniciativa de la Agencia Córdoba Turismo para el departamento Colón, que pretende alentar la visita de cavas regionales y es una alternativa concreta para la venta directa al público. Con estas posibilidades y desafíos, los caroyenses asumen hoy la nueva oportunidad de ubicar el vino cordobés como un producto “cultural” único.
Sello propio
Las características de un vino generoso, a la altura de los mejores
Después de muchos años de gozar de mala fama, las bebidas espirituosas de la vid local buscan su revancha. Hoy, en el interior cordobés existe una variada oferta de vinos, de distinta cepa, a la medida de los paladares más exigentes.
Recorriendo la oferta de la colonia, podemos encontrar variedades de cabernet, merlot y malbec, además de la tradicional frambua y chardonnay blanc. Papalini asegura que la merlot es la mejor cepa y presenta como novedad un amable rosado, compuesto de chardonnay y frambua.
El vino cordobés ofrece hoy una serie de características que lo distinguen del resto, entre los que se pueden mencionar la menor proporción de alcohol, suavidad y al mismo tiempo mayor acidez, combinadas con el procesamiento artesanal que implica paciencia y dedicación. Una botella cuesta entre 25 y 30 pesos.
Variada oferta
Las bodegas de Colonia Caroya, tradicionalmente lideradas por grandes firmas como “La Caroyense” se abren a una nueva trayectoria en el mercado nacional, poniendo en valor la producción local para competir con los vinos de Mendoza y San Juan.
En la actualidad son más de 15 las bodegas que producen vinos en el interior, en diferentes proporciones y categorías. Las bodegas están presentes también en Villa del Rosario, Villa Berna, Athos Pampa e Ischilín, aunque se concentran en Colonia Caroya.
Buena cepa
– Para conseguir los mejores resultados, los vitivinícolas de Colonia Caroya visitaron las viñas italianas y, por medio del INTA, lograron desarrollar una uva acorde con las exigencias de calidad del rubro.
– En los minifundios de Córdoba, que no superan seis hectáreas, las uvas maduran lentamente al abrigo de un clima moderado sin superar cinco mil kilogramos por hectárea.