Lo que comenzó como un alivio tras un verano abrasador y seco en Córdoba se ha transformado en una creciente preocupación para los productores agropecuarios. Las lluvias de marzo, que ya acumulan 140 milímetros en Río Cuarto según registros locales, superan el promedio histórico para el mes (alrededor de 100 mm) y han puesto en jaque la cosecha gruesa en una de las principales regiones agrícolas del país. Soja, maíz y otros cultivos de verano enfrentan ahora nuevos riesgos que podrían impactar tanto los rindes como la calidad de la producción.
El cambio de escenario es evidente. Hasta hace unas semanas, las precipitaciones eran recibidas con optimismo tras meses de altas temperaturas y déficit hídrico. Sin embargo, el volumen acumulado en los últimos días, con picos entre el 21 y el 25 de marzo según la Bolsa de Cereales de Córdoba (BCCBA), ha generado un giro inesperado. “Pasamos de rezar por agua a pedir que pare”, resume un productor de la zona de Holmberg, al sur de Río Cuarto, mientras observa sus lotes anegados.
Uno de los principales problemas es la falta de “piso” para la cosecha. Los suelos saturados, típicos de la Pampa Húmeda con texturas franco-arenosas a arcillosas, dificultan el ingreso de maquinaria pesada como cosechadoras. En cultivos como la soja y el maíz, que en muchos casos ya alcanzaron la madurez, los retrasos pueden traducirse en pérdidas significativas. “Si no seca en los próximos días, vamos a tener complicaciones serias”, advierte Juan Pérez, técnico agronómico de la región.
A esto se suma el riesgo de deterioro de los granos. En la soja madura (etapa R8), el exceso de humedad puede provocar el “brote” o pregerminado, un fenómeno donde los granos germinan en la planta, reduciendo su valor comercial. El maíz, por su parte, no está exento: la exposición prolongada a condiciones húmedas afecta la calidad de las espigas y aumenta la probabilidad de hongos como el fusarium. “La ventana para cosechar se achica y los granos empiezan a mancharse”, explica Pérez, señalando un problema que podría repercutir en los mercados.
Las inundaciones, aunque no generalizadas en Río Cuarto como en el este provincial, son otra amenaza latente. Lotes en áreas bajas o con drenaje deficiente están en riesgo, comprometiendo no solo la cosecha actual, sino también la preparación para la siembra de invierno, como el trigo. Además, la humedad persistente eleva las chances de enfermedades. La roya en soja y el “Mal de Río Cuarto” en maíz —una virosis transmitida por la chicharrita— podrían agravarse si las temperaturas moderadas de otoño (20-30°C) acompañan el exceso hídrico.
No todo es negativo. La BCCBA destacó en redes sociales que las lluvias recientes benefician a la soja tardía, sembrada entre diciembre y enero, que está en etapas críticas como el llenado de granos (R5-R6). “En el centro y sur de Córdoba, los rindes podrían mejorar si el clima se estabiliza”, indica un informe preliminar. Sin embargo, este alivio parcial no compensa las complicaciones en los cultivos más avanzados.
El pronóstico no ayuda a despejar la incertidumbre. Según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), los próximos días podrían traer más precipitaciones, aunque de menor intensidad. Para los productores, la clave estará en adaptar estrategias: priorizar lotes con mejor drenaje, monitorear enfermedades y ajustar la logística de cosecha. “Es un año de extremos. Nos toca jugar con las cartas que nos da el clima”, reflexiona María López, productora de General Deheza.
Con la cosecha gruesa en juego, Córdoba enfrenta un desafío que trasciende lo climático. Los riesgos emergentes —pérdidas por calidad, retrasos y presión en los precios— obligan al sector a mantenerse alerta en un contexto donde el equilibrio hídrico, una vez más, define el destino de la campaña agrícola.