La psicoanalista cordobesa Hilda Vittar reflexiona sobre el impacto subjetivo de la política en Argentina, en el marco de la asunción del nuevo Gobierno nacional. También aporta algunas nociones para pensar los fenómenos de corrupción en la esfera del poder que se están denunciando en la región y el mundo.
Luz Saint-Phat – [email protected]
El debate político en Argentina ha adoptado en los últimos años una efervescencia que implica y construye subjetividades. A esto se le suma que, en los últimos meses, las denuncias sobre corrupción ligadas a los ámbitos de poder, en la región y en el mundo, se han instalado como tema de conversación cotidiano.
Ahora, ¿cuál es la incidencia que estos acontecimientos tienen en el interior del individuo?
Hilda Vittar es médica psiquiatra y psicoanalista miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
En sus reflexiones articula categorías del psicoanálisis que pueden aportar para pensar las contingencias políticas de la época. El modelo de Estado como elemento estructurante de las subjetividades, la posibilidad de realizar lecturas de lo “no dicho” para conocer la verdad que se oculta en los discursos y el reconocimiento de la existencia de una “división subjetiva estructurante” en todos los sujetos como elemento que permite el encuentro con los otros, son algunas de las líneas de reflexión que abordó Vittar en diálogo con Comercio y Justicia.
– En una entrevista anterior para este medio, usted refería que las últimas elecciones habían tocado un punto sensible de los argentinos y que eso movilizaba subjetivamente. ¿Esto continúa sucediendo?
– Cuando nosotras conversamos era el mes diciembre y era época de balotaje. En verdad había una movilización subjetiva fuerte que, lejos de cesar con el cambio de gobierno, se ha exacerbado. Creo que no podemos hablar de esta conmoción subjetiva sin tratar de explicarnos qué pasó. En ese sentido, a mí me ha interesado captar por qué sucede esto. Es cierto que, con el nuevo gobierno, existen los entusiasmos inopinados y las euforias por las promesas de cambio, pero también hay mucha gente inquieta y angustiada. Seguramente, hay muchos factores que producen esto pero a mí me parece que hay un elemento fundamental, tal vez relacionado con los dos modelos que, previo a las elecciones, trataban de seducir al electorado. Un modelo sostenía la idea de Estado y el otro de mercado. En este sentido, tenemos que considerar que el Estado es algo que estructura y, cuando se lo limita y se lo retira de la posición de protección social, es necesario estar advertido de los peligros que conlleva para las subjetividades y también para la trama social.
– En los últimos meses, tanto en Argentina como en otros países de la región, han tomado relevancia las denuncias sobre corrupción en la esfera política. ¿Cómo puede incidir esto en las subjetividades y en el debate político? ¿Qué aportes puede realizar el psicoanálisis para comprender mejor los efectos de estos sucesos?
– Sobre el tema de la corrupción tenemos que hacer una lectura local pero también global. Hace un tiempo que en Latinoamérica veníamos escuchando las denuncias sobre corrupción, que son utilizadas para poner al borde del abismo a los gobiernos democráticamente elegidos, pero sorpresivamente las nuevas denuncias salpican a todos, incluso a los denunciantes que tienen hoy alguna posición de poder. En este sentido, esta situación a mí me recordaba a una obra de teatro de Ionesco, que se llama Rinoceronte, y al libro Ensayo sobre la ceguera, de (José) Saramago. La obra a la que me refiero trata sobre la metamorfosis de los habitantes de un pueblo, quienes van convirtiéndose en rinocerontes que detentan mucha voracidad y ferocidad y, en ese sentido, creo que estamos en el tiempo de los rinocerontes o en el tiempo de la ceguera. Es necesario atravesar esta situación para poder vislumbrar lo que surgirá de esta crisis soberana. Son temas que hay que seguirlos con prudencia y es necesario hablar responsablemente. Creo que tenemos que aprender a leer entrelíneas lo no dicho, lo que se escapa en los lapsus porque es allí donde se esconde la verdad que se quiere encubrir en los discursos. Sabemos que el poder sin control conduce a lo peor.
– A este respecto, ¿qué posición puede tomar el analista para poder aportar al debate sobre política en estos tiempos?
– Yo diría que en este tiempo, la tarea del psicoanalista es doble. Una es la del consultorio, donde el analista está totalmente vaciado de prejuicios para poder alojar lo que es el sufrimiento de un sujeto, tenga la ideología o la ceguera que tenga. Es decir, el psicoanalista tiene que acompañar al sujeto a que se atreva a verse a sí mismo. Por otra parte, el psicoanálisis puede aportar también a la reflexión sobre lo social y la política. En este sentido propongo el concepto de división subjetiva, en tanto que hoy en Argentina se habla mucho de la grieta. Desde el psicoanálisis podríamos decir que la mayor división es la de un sujeto contra sí mismo. Es una división entre lo que uno quiere y lo que uno hace; entre lo que hice y lo que no me salió como quería; entre lo que debo y lo que quiero. Estamos, en fin, siempre tironeados por una contradicción interna, sólo que es más fácil poner la división fuera. Si no hay armonía es por culpa de los otros y hoy se utiliza esto como una estrategia peligrosa de confrontación entre nosotros. Mientras más advertidos estemos de esto más tolerantes seremos con las diferencias con el otro; y a la inversa, mientras más ignorantes seamos sobre nosotros mismos, habrá más racismo contra los otros.