Las expectativas sobre cómo reaccionarán los padres al conocer la situación es una variable importante, según aseguran especialistas en la materia
Por Luz Saint-Phat – [email protected]
Las recientes denuncias referidas al abuso y la explotación sexual de menores en el ámbito del fútbol han puesto sobre la mesa de debate de la opinión pública una problemática que excede los límites del país, cuyas cifras son alarmantes.
En este marco, muchas investigaciones del campo de la psicología se refieren a los factores psicosociales que contribuyen a que suceda este tipo de delitos y a cómo ayudar a las víctimas.
También existen indagaciones que abordan por qué, en muchos casos, los niños y adolescentes tardan en revelar lo sucedido. Sobre este punto, un interesante artículo publicado en uno de los newsletters de la American Psychological Association (APA) se refiere a la importancia del apoyo familiar para que los menores puedan relatar lo acontecido y poner en evidencia a los abusadores.
El artículo fue escrito por las especialistas Sarah M. Tashjian, Deborah Goldfarb y Gail S. Goodman, y se titula “Considerando los factores de relación entre padres e hijos en la revelación retrasada del abuso sexual infantil”.
“El descubrimiento del abuso sexual infantil (CSA, por sus siglas en inglés) a menudo requiere la revelación por parte de las víctimas jóvenes, debido a la frecuente ausencia de evidencia física y la naturaleza clandestina de los actos sexuales”, comienza el texto consultado, que agrega que las víctimas tienen muchas “preocupaciones” que colaboran con que se mantengan en silencio.
Esta situación, explica el artículo, contribuye a menguar el “enjuiciamiento exitoso” de los ofensores sexuales, además de “impedir la intervención terapéutica y posibilitar que otros niños se expongan al (mismo) daño”.
En este sentido, dicen las especialistas, “los padres (en el caso de que no sean los ofensores) desempeñan un papel importante en el proceso de revelación, “tanto como destinatarios y como intermediarios que regulan el acceso a la intervención de las autoridades”.
La APA señala que la reacción que tengan los padres al momento de que los menores relaten lo sucedido es clave en el proceso de revelación.
“Los bajos niveles de apoyo familiar se han relacionado con menores tasas de revelación, revelación retrasada y vacilación después del relato”, precisan las autoras.
“Las víctimas de CSA a menudo están expuestas a otras formas de maltrato, incluido el abuso emocional y físico. Aunque este abuso puede ocurrir a manos del perpetrador, las circunstancias varían”, indica el documento.
Y agrega: “En algunos casos, además de la violencia experimentada por el ofensor sexual, los niños pueden experimentar abuso físico o emocional por parte de sus padres, los mismos con quienes es más probable que efectúen la revelación. Los niños maltratados por sus progenitores, en comparación con los niños no maltratados, forman expectativas más negativas sobre sus cuidadores. Estas expectativas pueden afectar la prontitud de la revelación”.
En este marco, dicen las especialistas, “instamos a los profesionales de bienestar infantil a que conozcan la relación entre padres e hijos al evaluar la divulgación de CSA, incluso cuando el padre no sea el ofensor. Dado el papel central que juegan los padres en el proceso de revelación, la explicación de la complejidad de los vínculos proporciona un contexto importante para el retraso en las revelaciones”.
Estadísticas
Según los datos publicados en el portal de Internet del Gobierno nacional, la mayoría de los abusos sexuales a menores en el país sucede en el hogar de la víctima (53%), 18% acontece en el lugar del agresor y 10% en la casa de un familiar.
Por otro lado, respecto de la edad de los menores abusados, 47% tiene entre 6 y 12 años, 28% entre 0 y 5, y 25% entre 13 y 17.
En lo que se refiere a los agresores, en 75% de los casos es un familiar, y en 40% de este total el ofensor suele ser el padre del menor. Mientras, en 16% de los casos se trata del padrastro del infante.
Generalmente, la mayoría de los agresores posee entre 18 y 40 años (49%); en tanto 39% tiene entre 41 y 60, y 12% de los ofensores sexuales tiene más de 60 años.
También en el portal del Gobierno figuran algunos de los síntomas comportamentales que suelen presentarse en los niños y adolescentes víctimas de abuso sexual.
Los distintos cambios repentinos de conducta que pueden observarse son: enojos injustificados, decaimiento, desconexión del medio social, pesadillas o problemas para dormir y ansiedad.
Entre tanto, se señala que los principales motivos por los cuales las víctimas no quieren relatar lo sucedido son la vergüenza, el temor a no ser creíble, el miedo a la estigmatización y el temor a la pérdida de afecto, entre otros factores.
Otras violencias
Según los últimos datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el castigo físico a niños de entre 2 y 4 años abarca en Argentina 54,4% de esa franja etaria (contra 63% en el mundo). Mientras, la agresión psicológica llega a 62,5% el país, cuando en el ámbito global es de 67%.
En tanto, cualquier práctica de disciplina infantil violenta alcanza 72,9%, mientras que en el mundo llega a 75% de la población.
A su vez, 6 de cada 10 niños menores de un año están sometidos a algún tipo de violencia doméstica de manera sistemática.