El ministro del Máximo Tribunal de la Nación anunció que se retirará al concluir 2014. No será antes de haber dejado listo el nuevo Código Penal.
“La decisión está tomada. Cumplo 75 años y ése es el límite que dice la Constitución”.
La frase del juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN), Eugenio Zaffaroni, encierra más de un mensaje en su interior. El primero, el más plano, es que cumple con la edad máxima que prevé la legislación; y se va.
En su segunda capa, el mensaje genera una especie de viento horizontal que “despeina” a su colega Carlos Fayt, ya pasado en más de 20 años de ese límite constitucional, lo mismo que a Enrique Petracchi, excedido en cuatro. Y de paso “deja en el brete” a Carmen Argibay, quien en junio pasará a engrosar el “club de los 75”.
Para Zaffaroni “los cargos en una República tienen que ser por un período de tiempo, y luego deben terminar”. Y si por las dudas alguno no se diera por aludido, sostiene que “la vitalicidad es una característica monárquica y no republicana”, luego de pasarse once años en el Máximo Tribunal, los que considera suficientes.
Las declaraciones fueron publicadas en una entrevista concedida al diario La Capital, de Mar del Plata, durante la cual el penalista se encarga sutilmente de dejar en claro que hay una tercera capa en su mensaje de renuncia: no lo hará hasta no haber dejado listo su proyecto de reforma del Código Penal. Será ésa su última obra, una especie de legado.
El alcance de la reforma
“Si fuera por mí, haría una cosa mucho más transformadora”, aclara Zaffaroni, al señalar que el actual proyecto en el que ha venido trabajando con grupos de especialistas “se inscribe más o menos dentro de lo que es la legislación comparada contemporánea”.
Lo central de la reforma conducida por el primero de los magistrados nombrados por Néstor Kirchner, que inauguró el mecanismo de “autolimitación” del presidente, pasa -según sus palabras- por tener “en principio un efecto ordenador”, al considerar que “lo que tenemos ahora es un caos”.
Se refiere con ello a la multitud de leyes especiales, reformas, modificaciones, derogaciones y agregados que ha sufrido el viejo Código Moreno del ’21. Sobre ello, el nuevo proyecto no innova demasiado en su parte especial; lo que hace es incluir todas las leyes penales especiales “que andan sueltas por ahí”, según define.
Mayores cambios se verán en la parte general, que se moderniza con las alternativas de las penas no privativas de la libertad y se trata de hacer una aplicación más racional de condenas porque, según el penalista, “lo que tenemos ahora es una desproporción tremenda”.
Condicionales bajo control
Zaffaroni habla de “una ampliación de lo que es hoy la libertad condicional pero con penas”.
Sobre el tema, aclara: “Hoy el que sale en libertad condicional, sale. Lo del patronato (del liberado) es una ilusión que no existe. En consecuencia, a la persona se la suelta y no sabemos qué pasa. Si no viene con otro delito cometido terminará la condena. Ésa es la realidad de hoy. Lo que tratamos de hacer es desaparecer la libertad condicional en esas condiciones y aparecer todo un arsenal de penas no privativas de la libertad que son controladas por el juez y no por un patronato, que ahora es una asociación civil y no controla nada”.
También el nuevo Código se encargará de darle racionalidad a los máximos de las penas. O quizás, mejor dicho, a la pena máxima, que volverá a ser de 30 años, como lo era antes de la llamada reforma Blumberg. “Nunca tuvimos pena perpetua, porque sería inconstitucional”, explica el jurista, añadiendo que la perpetua “nunca fue real en nuestro código”.
Sobre ese aspecto, no dudó en considerar que -según su opinión- está “derogada” en los hechos la llamada ley Blumberg que permitía penas de hasta 50 años. Pero advirtió que en nuestro actual código, “el caos es tan grande que nadie sabe legalmente cuál es el máximo de la pena privativa de la libertad, lo cual es una violación del principio de legalidad y constituye una flagrante violación constitucional”.
Comenzó 2014, el último año de Eugenio Zaffaroni en la CSJN. Probablemente, para este jurista sea también el más trascendental.