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“Los testigos mienten sobrada y descaradamente”. Así se despachó la única mujer que está sentada en el banquillo de los acusados junto con otros 30 represores, entre ellos el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla y el ex jefe del III Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez.
La “Cuca” Antón hizo ayer por primera vez uso de la palabra y, como ya lo hicieron otros acusados, se declaró inocente y una “presa política”.
“Cuando hablan de la cárcel me siento identificada. El servicio médico y la alimentación no cambió nada. Quizás dentro de 34 años mis hijos o mis nietos puedan venir acá a pedir justicia y recibir una indemnización por los daños”, remarcó.
En otro tramo de su declaración, la acusada -señalada por los testigos como quien participaba de las torturas aplicadas a los detenidos- solicitó seguridad para su familia.
Luego de haber hecho uso de la palabra, el Tribunal Oral Federal Nº 1 escuchó a otros tres testigos. La primera que declaró fue Graciela Peralta Arias, quien recordó las condiciones en que se encontraba el cuerpo de María Eugenia Irazuzta, luego de que fuera asesinada por efectivos policiales el 30 de abril de 1976 . «Cuando veo el cadáver en el féretro parecía de más de 100 años. Tenía el cuerpo tan destrozado que era imposible pensar en que hubiera querido fugarse en esas condiciones”.
Irazuzta fue asesinada junto a Daniel Bártoli y Víctor Hugo Chiavarini y, de acuerdo con lo que consta en la causa, los responsables del “traslado” fueron los policías del Departamento de Informaciones Policiales (D2) Calixto Luis “chato” Flores, Marcelo Luna, Yamil Jabour y José Raúl Buceta (fallecido).
Eva Zamora fue otra de las víctimas que declaró y lo hizo en la línea de los relatos expuestos hasta el momento por los ex presos políticos, como los padecimientos de la «pésima calidad de alimentación, las pésimas condiciones de higiene y salud”, sumado a las vejaciones, humillaciones y ofensas contra la integridad sexual.
Luis Eugenio Pihen, también ex preso político, cerró la jornada y se refirió a los momentos en que fueron asesinados José René “Cacho” Moukarzel y Marta González de Baronetto, quienes -como él- se encontraban alojados como “presos especiales” en la UP1.
