Los JJOO de Tokio fueron inéditos: tras una larga trayectoria como varón en la halterofilia, Laurel Hubbard (Nueva Zelanda), de 43 años por entonces, compitió contra mujeres.
En la previa de Japón, la inminencia de la participación de la pesista que hizo la transición a mujer a los 30 dividió opiniones y los críticos apuntaron a que, a pesar de que sus niveles de testosterona eran los requeridos, tenía ventajas innegables porque entrenó y compitió mucho tiempo como hombre.
El debate entre los partidarios del “café para todos” -que opinan que debe poder competir toda aquella atleta trans que tenga un nivel de testosterona “legal”- y los detractores de esa política -que se inclinan por dejar abierta la posibilidad de excluir a algunas trans y promueven el análisis de cada individuo- ya estaba instalado cuando sobre el final de 2021, en el ultra competitivo mundo del deporte universitario de EEUU, la nadadora transexual Lia Thomas arrasó en los torneos de la Ivy League, que disputan ocho prestigiosas universidades del norte del país.
Thomas, de 22 años en 2021, compitió como hombre hasta 2019 en el equipo masculino de la Universidad de Pensilvania. Lo hizo durante tres años. Tras identificarse como mujer tuvo que cumplir la normativa de tratamientos para supresión de testosterona, entre 2020 y 2021.
Volvió al agua en noviembre de 2021, al equipo femenino, y desde entonces batió varios récords de la universidad y de la Ivy League.
El deporte universitario es un asunto serio en Estados Unidos: abre posibilidades educativas y comerciales impresionantes y tiene estrecha conexión con el profesional, un vínculo que no existe en otros países: aproximadamente el 80% de los deportistas olímpicos de EEUU son atletas universitarios, actuales o anteriores.
El desempeño de Thomas generó división en el mundo de la natación estadounidense y avivó la discusión de la “cuestión trans” en todos los deportes, y a escala mundial.
Un grupo de padres de nadadoras le envió una dura carta a la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (NCAA, por sus siglas en inglés). “El precedente que se está sentando, en el que las mujeres no tienen un espacio protegido y equitativo para competir, es una amenaza directa para las atletas femeninas en todos los deportes”, dispararon los firmantes.
La jueza de la federación de natación (USA Swimming), Cynthia Millen, dimitió en protesta por la participación de Thomas. “Todo lo que hay de justo en la natación está siendo destruido”, escribió en su misiva de renuncia. “La natación es un deporte en el que los cuerpos compiten contra cuerpos. Las identidades no compiten contra identidades”, sumó.
“Los hombres siempre tendrán mayor capacidad pulmonar, corazones más grandes, mejor circulación, un esqueleto más grande y menos grasa”, agregó la dirigente.
Vía editorial, el medio especializado Swimming World dijo que si la NCAA no intervenía los efectos podrían llevar a las deportistas universitarias a reclamar por medallas perdidas por inequidad. “A pesar de los supresores hormonales que tomó, la ventaja de Thomas en la pubertad masculina no se redujo en una cantidad adecuada”, expuso el artículo.
“Durante casi 20 años desarrolló músculo y se benefició de la testosterona producida naturalmente por su cuerpo. Esa fuerza no desaparece de la noche a la mañana, ni con un año de supresores. En consecuencia, Thomas se sumerge en el agua con una ventaja inherente”, enfatizó Swimming World.
“Café para todos”
Los argumentos de los detractores del “café para todos” toman algunas premisas que promueven respetados expertos, partidarios de una inclusión que no se desentienda del caso por caso y que reconozca la necesidad de considerar que la testosterona no gobierna la totalidad del rendimiento deportivo y que la memoria muscular de los ex atletas varones que entrenaron como tales no se puede ignorar.
Veto
En abril pasado, la Asociación Nacional Atlética Intercolegial (NAIA) de EEUU prohibió la participación de mujeres transgénero en deportes femeninos.
La decisión del Consejo de Presidentes de la NAIA, que se tomó de manera unánime para preservar la equidad, estableció que solo las mujeres biológicas podrán competir en las divisiones femeninas.
El veto incluye a las trans y a los estudiantes “no binarios” que estén recibiendo terapia hormonal masculinizante.
A diferencia de políticas más flexibles, como la del Comité Olímpico Internacional (COI), que basan la elegibilidad en niveles hormonales y tratamientos de supresión de testosterona, la NAIA se inclinó por maximizar la protección a las atletas mujeres y se convirtió en la primera entidad en centrarse en la biología.
Cabe aclarar que el veto no aplica a “cheer” (porristas) ni a danza competitiva, disciplinas en las cuales todos los atletas podrán participar, independientemente de su identidad.
Así, la NAIA tomó una idea interesante en el debate, a saber: que no necesariamente es correcto separar a hombres y mujeres biológicos en todas las disciplinas.
La NAIA recordó que la distinción de categorías de género en deportes se justifica en virtud de las ventajas que le dan la fuerza, la velocidad y la resistencia a los varones.
Ahora, Thomas, quien pretendía competir contra mujeres en París, perdió su caso contra World Aquatics en el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) y no podrá participar en los Juegos Olímpicos que comienzan el 26 de julio.
Luego de que se convirtiera en la primera nadadora trans campeona de la NCAA, World Aquatics (antes FINA) restringió la participación de individuos nacidos varones en competiciones femeninas de élite.
En enero, la joven de 25 años alegó ante el TAS que la prohibición era inválida, ilegal y discriminatoria. En las redes sociales, comparó su situación con la segregación racial que existió en su país, lo cual le valió críticas y refutaciones argumentales.
World Aquatics celebró la decisión y la definió como “un gran paso adelante” en los esfuerzos para proteger el deporte femenino.
En el ámbito competitivo, la transición de un individuo del género femenino al masculino no presenta mayores problemas.
Cuando ni las características físicas ni los niveles de testosterona dan ventaja, el único requisito para el atleta trans es lograr las marcas necesarias para disputar con sus pares nacidos varones, lo cual desmonta los argumentos de supuesta transfobia de los partidarios del “café para todos”.
Un caso que refleja la total inclusión de los varones trans es el del ciclista norteamericano Chris Mosier, quien en 2009 empezó a participar en triatlones como mujer, pero desde 2010 comenzó a identificarse como hombre. Hizo la transición, siguió entrenado y se convirtió en el primer atleta transexual en obtener un lugar en el equipo nacional de Estados Unidos.
Sus actuaciones desafiaron la política de competencia internacional, lo que derivó en el diseño y adopción de pautas más inclusivas.
La transición de varón a mujer de deportistas profesionales que pretenden seguir compitiendo en categorías femeninas plantea otro escenario y, con él, muchos dilemas.
Uno de los problemas que se presenta es el temor de algunos dirigentes a tomar decisiones que sean criticadas desde un punto de vista ideológico.
No obstante, las últimas actualizaciones normativas indican que no será viable que, en ciertas disciplinas, atletas con trayectoria como deportistas masculinos pasen a competir con o contra mujeres sólo bajando sus niveles de testosterona.
Desde 2015, el COI considera que los cambios anatómicos no son necesarios para preservar la competencia leal. Bajo la normativa anterior, de 2003, los deportistas que hicieran la transición entre un sexo y otro no podían competir a menos que se hubieran sometido a terapia hormonal durante dos años y, para el caso de las mujeres trans, a cirugías de reasignación de sexo.
Luego, el COI regló que las atletas que cambien su sexo al masculino podrán competir sin restricciones y que quienes pasen a femenino tendrán que hacer un año de terapia hormonal antes de participar.
Los niveles “legales” de testosterona son y, con certeza, siempre serán innegociables.
Derecho humano
Cuando los cruces por la pretendida “inclusión total” comenzaron, Francisco López Frías, profesor de la Universidad Estatal de Pensilvania e investigador en el Centro de Ética Aplicada Rock Ethics, planteó: “El deporte es un derecho humano, claro está, pero ¿competir en el deporte de élite es un derecho humano?”.
López Frías distingue entre “dos grandes temas”: la protección de la atleta femenina y la justicia competitiva.
El primero se centra, en sus palabras, en “proteger a mujeres que compiten contra atletas con una configuración biológica más fuerte y vigorosa”. El segundo aspecto es el equilibrio, la equidad, que afecta a cualquier deporte, individual o de equipo, con más o menos contacto.
En ese sentido, razona que las categorías segregadas por sexos para que las mujeres accediesen a la élite en deportes fútbol, básquet o atletismo quedan en cuestión con las pretensiones de quienes respaldan el “café para todos”.