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Redes y mediación (III)

Por Analía Reineri* y José Luis Bustos** - Exclusivo para Comercio y Justicia
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El propósito de estas notas fue abordar la mediación explorando los contextos que sirven de contención a las personas y cómo las diferentes redes ayudan a conducir de manera saludable sus conflictos.

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En el artículo anterior vimos cómo su carencia influyó negativamente en el abordaje de los conflictos de una familia. Veremos ahora, en un caso similar, la influencia positiva del entramado social. Eran también personas jóvenes, con varios años de convivencia previos a la separación, un hijo pequeño y un proceso de adicción a drogas de uno o de ambos padres. Igual que en el caso anterior, la madre impedía el contacto del niño con su padre debido a su condición de “adicto”. Pero los resultados fueron opuestos ya que las redes, familiar en el caso del padre y afectiva e institucional en el de la madre, le dieron al proceso de mediación el marco propicio para su desarrollo.

Mariana y Marcelo (24) son padres de Joaquín, de 4 años. Se trata de personas formadas, con trabajos relativamente estables y con inquietudes culturales. La mujer dice que citó a Marcelo porque no permitirá que visite a Joaquín mientras no se logre un régimen de comunicación que le dé seguridad. Manifiesta mucha desconfianza hacia él por su adicción a las drogas y así se mantendrá hasta varias audiencias después, fijadas para monitorear los acuerdos provisorios realizados.

Marcelo acepta su condición de adicto o exadicto (está en tratamiento) y dice que en la actualidad no consume; entiende los temores de Mariana pero dice que jamás puso en peligro a su hijo.

En audiencia privada, Mariana relata, con voz entrecortada, varias situaciones y conductas riesgosas del padre que pusieron en peligro a Joaquín, especialmente la que la determinó a cortar el contacto, un mes atrás. Narró que Marcelo llevó a Joaquín de regreso a la casa materna en su auto, “que está en pésimas condiciones, sin cinturones de seguridad, manejando borracho con un grupo de amigos, también borrachos o drogados”. Después de la descarga emocional, aseguró que, pese a todo, quiere que Joaquín retome el contacto con su padre porque el niño lo extraña y lo quiere.

Marcelo, en privada, asegura que el relato de Mariana es irreal. Entiende que esté asustada pero no acepta que lo califique como un peligro para el niño. Agrega que ella no es ajena a las drogas, que sus amigos consumen y quizás ella también. Piensa que el conflicto se desencadenó cuando él llevó a Joaquín de vuelta junto a su pareja actual, despertando los celos de Mariana. Está dispuesto a retomar el contacto paulatinamente, aceptando las condiciones que ponga ella “siempre y cuando sean razonables”.

Cuando Mariana ingresa nuevamente, los mediadores puntuaron los hechos positivos: la presencia de ellos en mediación y su disposición a trabajar para solucionar el problema, mostrándoles los intereses comunes que tenían ya que ambos reconocían la necesidad de que Joaquín retome el contacto con Marcelo lo antes posible.

Se los invitó a pensar cómo podían replantearse ese contacto hacia el futuro. Y apareció la red familiar: la posibilidad de que la abuela paterna (Ángela) acompañara a Marcelo durante los contactos con Joaquín. Ángela, predispuesta a acompañar pero no invasiva, dio apoyo emocional a su hijo, brindó seguridad a Mariana para restablecer el contacto paterno-filial y también supo poner límites a sus requerimientos, que hacían casi imposible un contacto fluido.

Con una serie de recaudos que buscaban dar seguridad a la mamá y permitir el rápido reencuentro de Joaquín con su papá, se negoció un acuerdo provisorio por 60 días. La fragilidad emocional de Mariana y sus temores hacían prever dificultades para cumplir ese compromiso.

Sin embargo, en la audiencia siguiente Mariana llegó más calma y predispuesta al diálogo. Ambos mostraron entusiasmo por ampliar el contacto. En charla privada, Mariana pidió dos condiciones: quería seguir con acuerdos provisorios monitoreados y que Ángela continuara acompañando a Marcelo. Tomó esa decisión luego de una charla con un grupo de amigas que se reunía en el marco de una institución terapéutica privada, que atendía a mujeres durante el embarazo y los primeros tiempos luego del nacimiento de sus hijos.

Aquí, la red social mixturaba el vínculo amistoso entre personas ligadas por identidad de género y período vital (crianza de hijos), entre otras afinidades, que se brindaban mutua contención en un espacio terapéutico coordinado por especialistas en la materia.

Los acuerdos provisorios dieron a los mediadores la oportunidad de acompañar la revinculación papá-niño, aportando mayor contención al proceso, que culminó con un acuerdo comunicacional de mayor amplitud, que fue homologado. Una vez más, vemos cómo en el ámbito de la mediación el valor de los lazos y entramados funcionan como recursos fundamentales para alcanzar una solución satisfactoria para las familias que transitan situaciones angustiantes y traumáticas.

* Lic. en Comunicación, mediadora. ** Abogado, mediador.

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