Lo resolvieron -por unanimidad- la Cámara 11ª del Crimen y los jurados populares. Fue condenado con el agravante de alevosía. También fue hallado responsable del intento de homicidio de su hija, por el vínculo y por alevosía.
Después de una extenuante jornada que comenzó cerca de las 10 de la mañana y concluyó pasadas las 19, el juicio de Paola Acosta concluyó ayer con la condena a prisión perpetua del único acusado, Gonzalo Lizarralde, a quien se lo encontró culpable del asesinato de la joven, calificado por alevosía, y además responsable de la tentativa de homicidio de su hija, con los agravantes de alevosía y el vínculo. No se consideró el agravante por femicidio.
Luego de deliberar más de una hora y en medio de una gran expectativa, la Cámara 11ª del Crimen y los jurados populares divulgaron el veredicto. A viva voz, los asistentes que colmaron la sala de audiencias festejaron la dura condena, cuyos fundamentos se conocerán el próximo 22 de octubre.
El debate había comenzado cerca de las 10 de la mañana. Lo abrió con la lectura de los alegatos el fiscal de Cámara, Diego Albornoz, quien había reclamado la pena de prisión perpetua para Lizarralde por considerarlo autor de homicidio calificado por violencia de género y por alevosía contra Paola, y homicidio calificado por el vínculo, violencia de género y alevosía, en grado de tentativa, contra Martina.
Albornoz puso su foco en demostrar que el crimen fue premeditado y que estaba dirigido a Paola y a su hija. Recordó que Lizarralde le preguntó a Paola si se encontraría sola aquella noche y si su hermana Maru vivía con ella. “Se lo preguntó porque si Paola se demoraba, Maru hubiera bajado a buscarla”, remarcó el fiscal. Y agregó: “¿Saben por qué promete el peluche y los crayones? Para que baje con la nena porque las iba a atacar a las dos”.
Al fundar la alevosía como agravante del homicidio, el fiscal destacó que “a Paola la degolló y la inhabilitó a pedir auxilio. No le dio tiempo a hacer nada, ni emitir un gemido”. Agregó que a la niña la creyó muerta, y junto a su madre, “las arrojó como si fueran basura a más basura en la alcantarilla”.
“Nunca he visto tan clara la figura de la alevosía como en este hecho; atacó, agredió a un persona inferior en peso y estatura, y a una bebé de 1 año y 9 meses; planificó todo para que estuvieran indefensas, planificó para que nadie las pudiera ayudar, los horarios”, manifestó.
Después de dos horas de alegato, la fiscal Eve Flores -quien elevó la causa a juicio- continuó los alegatos y terminó de justificar el agravante de violencia de género. “El femicidio es la manifestación más extrema de la violencia física, y éste es el punto: antes de llegar a esa violencia extrema, el acusado sometió a la mujer a violencia psicológica y económica, asumió el patrón sociocultural al que hacíamos referencia antes”, se explayó Flores.
Sobre Martina, la fiscal consideró que Lizarralde le negó derechos básicos, como la identidad. “Cuando supo del embarazo, cortó toda comunicación, eso es negar la existencia a la niña, y negarle también el derecho como mujer a una vida en dignidad y con el pleno reconocimiento de sus derechos”.
Inocente
Por la tarde fue el turno del abogado defensor de Gonzalo Lizarralde, Walter Ferrero, quien pidió la absolución de su cliente. Según dijo, la sangre hallada en la camioneta del acusado fue “plantada” y no fue encontrada una cantidad proporcional a un degüello. En otro tramo de su alocución, el letrado pidió que se excluyera el agravante de alevosía y la figura de femicidio.
“Sin dudas, que los actos que se sindican como violencia de género ejercidos por Lizarralde no son propios de violencia física, psíquica, moral ni económica”, dijo el abogado. A su vez, remarcó que las heridas de Martina eran leves, por lo cual no hubo intención de matarla; aunque inisistió en que Lizarralde no fue el asesino de Paola Acosta.
El abogado no se refirió a la denuncia de Lizarralde: que fue secuestrado frente a Paola y a Martina, y que él las dejó ante terceros mientras fue llevado en un auto. Por el contrario, se quejó que durante el juicio se hubiese leído aquella denuncia, incorporándola como prueba.
En un intento por evitar la condena, Lizarralde habló frente al Tribunal. “No asesiné a Paola Acosta ni ocasioné lesión a Martina”, dijo, en lo que fueron las últimas palabras de Gonzalo Lizarralde, quien a lo largo del alegato del fiscal se mostró inmutable.
La noche fatal
Según la acusación, Lizarralde asesinó a Paola minutos después de la medianoche, para luego recorrer siete minutos hasta las cercanías del puente Zipoli y tirar los cuerpos -también el de Martina-.
Posteriormente, habría lavado la camioneta Peugeot Expert en un inmueble que alquilaba su familia en bulevar Los Alemanes, para finalmente regresar a su casa cerca de la una de la mañana.