“Siempre estuvieron detrás de mí”. Con esa expresión, Cecilia Beatriz Suzzara resumió en su declaración de ayer las continuas amenazas que recibió -incluso ya en libertad y aun cuando regía la democracia- de quienes la mantuvieron detenida ilegalmente durante la última dictadura militar.
Suzzara fue secuestrada el 24 de marzo de 1976 y trasladada a La Perla, donde permaneció dos años secuestrada hasta que obtuvo una libertad “vigilada”, en abril de 1978. Desde entonces y hasta 1999, según ella declaró, sufrió la persecución y las amenazas de quienes fueron sus verdugos.
Ante el Tribunal Oral Federal Nº 1, la mujer recordó cuando en 1982, tras una discusión en la que se pronunció en contra de la guerra de Las Malvinas frente a su profesor de Derecho Constitucional, Luis Manzanelli y Jorge Acosta se presentaron en su casa y le dijeron: “Así que otra vez andás en la joda; nosotros vamos a estar siempre”.
La mujer, abogada de profesión, fue la primera de las testigos que declaró ayer en el marco del juicio que se sigue al ex jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, y otros siete represores. Tras prestar juramento, pudo reconocer a los ocho acusados, no sólo por sus nombres sino también por sus apodos.
Suzzara dejó sentado en su testimonio que – al igual que la mayoría de las mujeres que estaban prisioneras en La Perla- fue víctima de reiterados abusos sexuales, cuyos autores no quiso precisar.
Según aseguró, fue torturada por Vergez, Manzanelli, Acosta y Lardone en la denominada “sala de terapia intensiva”. Allí fue sometida a diversos vejámenes,golpeada, picaneada y ahogada en piletones. Tras la feroz golpiza, y ante la furia de Vergez porque le había dado citas y domicilios falsos, la testigo señaló que unos días después le dio el nombre de Daniel Orozco y su pareja, Silvina Parodi, hija de Sonia Torres, representante de Abuelas en Córdoba. Si bien la estadía de Suzzara coincidió con la de las cuatro víctimas por quienes se sustancia este debate oral, consultada por la Fiscalía dijo no recordarlos. Al respecto aclaró que para esa época ella no dormía en la cuadra sino en las oficinas de la guardia de ingreso.
El Pozo
Suzzara estuvo a punto de ir al “pozo” (ser fusilada) en tres oportunidades. “De una me di cuenta y entonces le pregunté a Acosta”, explicó.
Antes de ser trasladados para su fusilamiento, los detenidos eran preparados en las oficinas, fajados fuertemente, vendados y esposados hacia atrás.
“Un día me prepararon (..) me llevaron a una oficina donde estaba Menéndez, que me empezó a interrogar. Acercaron a mis manos un objeto y me dijeron que lo identificara, dije que era un arma. Menéndez me preguntó qué haría con esa arma si los tuviera al frente, yo le dije que nada porque no la sabía manejar”, declaró la mujer. Después de ese episodio fue nuevamente llevada a la cuadra.
Un trofeo
Menéndez fue visto por la testigo en dos ocasiones, pero dijo que tenía conocimiento de que estuvo en La Perla tres o cuatro veces.
“Un día nos hicieron poner en fila, nos llevaron a las oficinas y nosretiraron las vendas. Ahí lo vi a Menéndez que estaba vestido de militar con una botas de montar y una fusta en la mano con la que se pegaba constantemente en