ESCUCHARUn día después de que el proceso oral y público que sustancia la Cámara Séptima del Crimen para dirimir las responsabilidades penales en la muerte de cinco bebés ocurridas en el nosocomio en 2022, así como en su posterior ocultamiento, el debate volvió al curso que había adquirido en las primeras audiencias: el accionar sospechoso de la enfermera Agüero en los minutos posteriores al nacimiento de los bebés y precisamente momentos antes de sus muertes.
En la jornada del martes apenas se mencionó el nombre de la profesional. El debate había girado hacia las acciones de los funcionarios tanto del hospital como del Ministerio de Salud, en torno del ocultamiento público de los casos.
Sin embargo, este miércoles los testimonios de los padres del bebé Ibrahim Benítez, fallecido el 23 de mayo de 2022, así como de la bebé LCH, que sufrió una descompensación en abril pero que pudo salir con vida del ataque, todo volvió rápidamente al carril planteado por los familiares que declararon en las primeras cinco audiencias testimoniales: la presencia de la enfermera Agüero en los momentos clave previos al desenlace vital de las víctimas.
El testimonio de los familiares de Ibrahim, primero su madre Julieta Guardia, luego el de su abuela Gloria Carababal, dejaron a la enfermera en una posición muy complicada: la ubicaron en los tres momentos clave de los sucesos, el preparto, el parto y el posparto, siendo además señalada como la única persona que tomó al bebé recién nacido (a todas luces sano) en sus brazos, lo llevó a otro lugar y lo trajo minutos después, con signos al parecer evidentes de malestar.
Las palabras de Julieta fueron, una vez más, desgarradoras, no sólo para los jurados o el público, sino incluso para ella misma, puesto que al finalizar su largo testimonio, se desmayó.
Antes de hacerlo, declaró: “Me suben a la sala de preparto. Me reciben médicos. No recuerdo sus nombres, pero sí los rostros de ellos y el de ella (mira a Agüero) porque ella estuvo en la sala de preparto, en la sala de parto y en la de recuperación”, contó frente al jurado popular y el tribunal.
Aunque sostuvo que no cruzaron palabras, sí manifestó que tuvo la oportunidad de verla: “Yo confié en ella, no sabía lo que estaba pasando”.
Acerca del después del parto y las sensaciones que tuvo, relató: “Eran más de las 20, decidí dejar a mi hijo en la cunita. Se durmió. Aproveché para darme una ducha y en ese momento dije ‘algo no está bien’, lo sentía en mi corazón. Siento un ambiente tenso y frío”.
“Yo podía ver a mi hijo porque lo tenía enfrente de la ducha. Pensé que mi hijo estaba dormido, pero cuando salgo de ducharme y voy hacia la cuna de mi hijo y veo que Ibrahim ni siquiera se movía. Cuando lo giro, ya estaba sin vida. Mi hijo ya estaba muerto. Fueron cinco minutos y mi hijo murió. Tenía los labios morados“, describió.
En todo momento de su declaración, Guardia lloró al recordar lo que ocurrió minutos después de que su bebé haya nacido.
Sobre el después y cómo continuó con su vida, la mujer expresó: “Necesito ayuda psicológica y psiquiátrica. Intenté quitarme la vida tres veces por no encontrar una salida. No entiendo con qué derecho o por qué lo hicieron. Sé que no hay respuesta alguna, pero es un dolor que me cuesta decir puedo sobrevivir con esta carga”.
Para el proceso, la declaración y las pruebas ofrecidas posteriormente por la mamá de Julieta, precisaron aún más la delicada situación de la enfermera. La abuela de Ibrahim mostró dos fotografías, una primera que tomó apenas se produjo el parto del bebé, donde Ibrahim muestra los colores y los movimientos de un bebé sano. Se trata de la foto que típicamente los familiares envían a otras personas para dar la noticia feliz del nacimiento de su nieto, sano y rozagante.
Pero Gloria Carababal presentó una segunda fotografía. La que ella toma una vez que la enfermera Agüero le devuelve el bebé después de habérselo llevado a otro sitio. En la foto aparece un bebé en sueño, con tonalidades moradas en las manos, signo de posible falta de oxígeno en sangre. Se trata de un momento previo al desenlace fatal en la vida de Ibrahim.
“Es la única que la tocó”
Poco después del mediodía del miércoles, declaró además Tamara Hermosillo, madre de LCH, una niña de la que se protege identidad porque vive, aunque sufrió una descompensación en abril y es el tercer caso de la serie de ataques que se investiga en el hospital Ramón Carrillo.
“Yo sé que fue ella. Yo se la dí en brazos a mi hija porque confié en ella. Es la única persona que la tocó”, declaró Tamara mirando claramente a la enfermera acusada. “Ella no me dio ninguna explicación de por qué se llevó, le pregunté a la médica dónde se la llevaba, no me dijeron nada. Y cuando me puedo acostar y me la dan, noto que tenía sangre en el pantalón, tenía un pinchazo en la ropa. Y cuando con mi hermana le cambiamos el pañal, para sacarle el meconio, vemos que en el pañal tenía sangre, con la marca de un pinchazo del tamaño de la punta de una lapicera”, relató la mamá.
Al poco tiempo, notó que el bebé hizo una reacción en su pierna, en el lugar del pinchazo. Con sus manos, Tamara graficó el tamaño: como el de una pelota de golf o un limón.
“Ella estaba bien y después de que volvió no lloraba, no se prendía de la teta. Tengo otros bebes, los bebés lloran porque es la forma de comunicarse, ella no hacía nada. Toda la noche me quedé despierta y nadie me hizo caso de que mi hija estaba mal”, relató.
Recién al otro día la ve una cardióloga. Nota que no estaba bien y la lleva a hacer estudios. Le detectan bradicardia. “Tenía 40 latidos por minuto, se estaba muriendo. Le dan antibióticos, le empiezan a drenar lo de la pierna y a mí me mandaron a que hable con un psicólogo. Siete días estuvo internada”, detalló Tamara.
En la historia clínica luego aparecieron niveles altos de potasio, que serían la explicación de las lesiones que con la forma de cicatriz aún tiene LCH, la bebé que se salvó.
