En esta columna se publicaron notas de José Arce -a quien agradezco su aporte en el presente artículo- y colaboradores, acerca de los dispositivos celulares en la mesa de mediación, mediación online, mediación y medios de comunicación.
En esta oportunidad quiero referirme al papel de las redes sociales, Facebook en especial, y su importancia y/o influencia en los procesos de mediación, habida cuenta de que han estado presentes en algunos.
El caso. Era una mediación de las típicas familiares de etapa prejurisdiccional por alimentos, régimen comunicacional y guarda. Por su aspecto, las partes -María (34) y José (38)-, quienes ya vivían separados, parecían pertenecer a diferentes contextos. Con el correr de la mediación esa diferencia se esfumó.
Utilizaron la duración total de la primera audiencia para pasarse facturas a granel. Habían estado juntos por casi 20 años, novios desde la adolescencia. Padres de tres hijos: Paola, de 15 años y dos varones de 13 y 7 años. José acusaba a María de no ocuparse adecuadamente de los chicos y esto era lo más suave que dijo de ella. María a su vez lo culpaba de abandonarlos.
A la luz de los relatos, nos enteramos de que Paola era mamá de un bebé de 4 meses, del cual en un principio el barrio entero suponía era hijo de José. En realidad el padre del bebé era un primo de Paola, de 14 años, hijo de una hermana de José. Simultáneamente surgió (María lo contó) que José había tenido un hijo con una prima, además de otros dos con diferentes madres, ninguno de los cuales había reconocido. A su vez, María también había sido madre de un hijo con otro señor, niño que falleció.
No quiero extenderme narrando todas las historias vertidas en esa reunión, en la cual, repito, sólo pudimos escucharlas sin posibilidad de entrar en los temas a tratar en el proceso, tantas eran las emociones que fluyeron sobre la mesa.
Pusimos fecha para un segundo encuentro, con la consigna de que en él nos dedicaríamos sólo a los ítems específicos de la mediación.
No fue del todo posible; ingresaron tanto o más enojados que la primera vez, manifestando que no querían seguir en mediación, que debía intervenir un juez, dada la escalada de conflicto suscitada.
Entre otras circunstancias, el problema mayor fue el que se produjo entre Paola (la hija de 15 años) y Cecilia (de 25, novia de José). Ellas se mandaban mensajes vía Facebook, ofensivos e insultantes mutuamente y María no había tenido mejor idea que ir a ver a Cecilia para que no molestara a su hija por la vía mencionada.
Obviamente fue peor el remedio que la enfermedad. Y allí estaban José y María con un conflicto más, por si algo faltara. Fue difícil remontar el proceso, pero logramos redactar una minuta con los temas solicitados para probarlos en los próximos 15 días, y luego juntarnos en la que sería -con acuerdo o sin él- la última reunión.
A la tercera audiencia María entró diciendo que quería dar fin al proceso. En diálogo privado con ella barajamos opciones de acuerdo, insistiendo en que no era permanente y que algunas veces en la vida no es factible lograr lo ideal pero sí algo conveniente.
Y así firmamos, sin que la calma hubiera llegado completamente. Y pensando en los nuevos modos de (in)comunicación que pueden empeorar las situaciones preexistentes: en este caso, Facebook.
Reflexiones. Seguramente habrá más ejemplos en los que las partes utilizan las redes sociales, lo que quizá ocurra porque en ellas encuentran un espacio libre de control, informal y con aparente neutralidad, percibido como un lugar de impunidad donde vale todo.
Esta utilización, por la naturaleza del medio (sin control y anónimo), inevitablemente producirá escaladas de conflictos ya que es la vía elegida para decirse cosas que, anónimamente o no, no se dirían frente a frente, y menos aún ante a un mediador.
¿Será que se acerca el momento de pensar qué se podría hacer en estas situaciones? De contar con la infraestructura informática necesaria, lejos de prohibirlas y rechazarlas, lo ideal sería tratar de usarlas como una herramienta más. Quizás podamos entrar a lo que llamaremos “segunda mesa de mediación” o “mesa virtual”, en la cual el mediador puede ofrecer un espacio igual al utilizado para el agravio, que ayudaría a generar empatía por “hablar el mismo idioma”, bajo su control, tratando de disminuir la escalada del conflicto y así traer a esta mesa virtual a esos terceros que muchas veces son claves para la armonización de las partes; y que quizás no concurrirían personalmente.
Lo planteado es sólo una idea. Debemos preguntarnos si los beneficios de usar las redes como herramienta, es decir, la empatía, la facilidad, economía y rapidez en la comunicación, entre otros, son suficientes para empezar a utilizarlas en la solución de estas situaciones nacidas en el mismo seno.
* Contador, mediador