En horas del mediodía, la noticia sobre la presunta “revelación” de Ernesto Barreiro, quien había prometido marcar los lugares de enterramiento de unas 25 víctimas del terrorismo de Estado, elevó súbitamente el termómetro de las expectativas.
Aunque Barreiro, ex interrogador de La Perla, es un “zorro” conocido por su astucia para manipular las situaciones -no en vano forjó su carrera en áreas de inteligencia-, el tenor y la pretendida solemnidad de su declaración daban a pensar que tal vez esta vez estaría dispuesto a colaborar.
El sugestivo abrazo del declarante con quien fue su superior, Luciano Benjamín Menéndez, pareció dar también señales de que no se trataba de una traición a los mandos ni a la promesa de silencio eterno, sino algo consensuado. Y con ello, la declaración de Barreiro prometía traer nuevos hitos a esa quijotesca empresa de la memoria y la verdad histórica… Prometía…
Pero el recorrido de la tarde bajó buena parte de esa expectativa. ¿Las razones? Barreiro comenzó a “recoger el piolín”. Negó haber estado en los lugares, aclaró que su aporte se basa en el estudio de los expedientes y sólo señaló lugares en los que ya se trabaja a partir de otros indicios. ¿Habrá sido otra de sus tantas maniobras? Si fue así, la verdad no tardará demasiado en revelarse.