viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Arrestado. Fin de la historia

Por Lucas Crisafulli* - Exclusivo para Comercio y Justicia
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“Si demuestro que la pena de muerte no es ni útil ni
necesaria, habré ganado la causa de la humanidad”
Marquez de Beccaria

“¡Condenado a muerte! Bueno, ¿por qué no? Toda la humanidad, recuerdo haber leído alguna vez, está condenada a muerte con indefinidos aplazamientos. Ah, sin embargo, ¡es horrible!” Con esta cita de Víctor Hugo comienza el film documental Saldaño, El sueño Dorado, ópera prima del cordobés Raúl Viarruel.

La película, filmada en clave documental, recoge entrevistas a Lidia Guerrero, madre de Víctor Hugo Saldaño, el cordobés condenado a pena de muerte en Texas; a Juan Carlos Vega, Carlos Hairabedian, Jonathan Miller, sus abogados defensores, Horacio Wamba (ex cónsul Argentino en Houston) y otros participantes de un emblemático caso judicial.

Víctor, cordobés de barrio SEP, decide emprender un viaje aventurero por toda América Latina. Su historia termina en 1995 en Texas, donde es condenado a muerte por un homicidio. Y allí comienza la otra historia, la de la película.

El film intercala meticulosamente las entrevistas de quienes participaron del caso con un video de una cámara de seguridad en la que Víctor es coaccionado por la policía a declarar en contra de sí mismo y sin un abogado que lo asesore. Quizás lo más valioso del film radica en que no se trata de construir a Víctor como un inocente sino como una víctima del sistema judicial norteamericano. La sutileza de víctima no inocente es el gran salto cualitativo que se muestra. Víctor es culpable pero es un sujeto de derecho y, como tal, merece el tratamiento de persona; por ejemplo, de no ser objeto de tortura.

El caso judicial fue incluso controvertido dentro de EEUU ya que, excepcionalmente, la Corte de Justicia Federal anuló la primera sentencia a muerte por considerarla que se había basado en estereotipos racistas: Saldaño tenía menor posibilidad de reinsertarse por ser latino.

La incomunicación es el hilo que hilvana al film. Víctor tiene problemas de comunicación con su madre en un almuerzo frustrado. Eso depara un viaje de Víctor por toda América en el que la incomunicación también está presente. El viaje culmina abruptamente con el arresto, fin de la historia. La incomunicación sigue presente entre Víctor, cordobés y sólo hispanoparlante, y sus abogados del Estado que no entendían castellano. A partir de allí ya no tendrá historia ni presente. Es en ese momento cuando el sistema punitivo norteamericano lo transforma en un muerto que camina desesperado con grilletes en los pies, en el “death row”, el tristemente célebre corredor de la muerte, un quirófano aséptico sin conexión con el mundo exterior donde el único show es el aniquilamiento por parte del Estado de una vida humana. Allí, los vivos se transforman en la incomunicación absoluta, en el arquetipo máximo de la no comunicación, donde la muerte es la apoteosis de un show macabro orquestado por el Estado norteamericano. Sus celdas representan el punto extremo de la tortura institucionalizada y la cara más perversa de la modernidad: la imposibilidad de hacer más de cuatro pasos caminando sin chocar una pared durante 18 años, sin ventana, en un régimen de aislación con el mundo exterior; no es otra cosa que tortura que des-subjetiviza a cualquier ser humano. Imposible determinar si dentro de esa celda sigue existiendo Víctor.

En ese sentido la película es una forma de perforar esa incomunicación. Desde lo técnico y lo emocional transmite un acercamiento a un caso ya casi olvidado por los argentinos. Pero va un poco más allá y con astucia argumentativa realiza una crítica demoledora del sistema judicial norteamericano que a las claras es fundamentalmente racista. En términos dados por el sociólogo Loic Wacquant, el sistema penal estadounidense produce un hiperencarcelamiento selectivo de negros y latinos.

El ritmo narrativo muestra el racismo judicial y la pena de muerte no como fin en sí mismo sino como parte de una operatoria más compleja del imperialismo, que usa el sistema judicial como una forma de reafirmar la superioridad blanca.

La película se estrena hoy, jueves 26, en el cine Gran Rex a la hora 19, y es una excelente oportunidad para ver cine cordobés de calidad y apostar a un debate en torno a la pena de muerte, el racismo, las prácticas de castigo y cómo estos componentes juegan políticamente en un fin mucho más amplio que es el imperialismo.

Los indefinidos aplazamientos de la muerte de Víctor Saldaño sumados a las condiciones en que éste se encuentra preso en el corredor de la muerte son horribles -como dice Víctor Hugo, el escritor-. En convencer al espectador, tal como se lo planteó Beccaria hace 251 años, de la inutilidad e innecesaridad de la pena de muerte, está el desafío del film.

* Docente miembro del Observatorio en Derechos Humanos de la UNC.

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