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Magnolia de acero y la pelota manchada

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Loretta Lynch ha puesto en jaque a uno de los organismos mundiales de mayor peso. Por Luis R. Carranza Torres.

Loretta Elizabeth Lynch debutó a lo grande como fiscal General de los Estados Unidos. El  23 de abril pasado, el Senado le brindó el acuerdo a su nominación por parte del presidente Obama y fue puesta en funciones por el vicepresidente Joe Biden el 27 del mismo mes. Justo en su primer «cumplemés» requirió y obtuvo de la justicia Suiza el arresto de siete miembros del comité ejecutivo de la Federación Internacional de Fútbol Asociado, con vistas a extraditarlos a los Estados Unidos para ser juzgados por cargos de bajo cargos de asociación ilícita, fraude, chantaje y lavado de dinero. Puso entonces a la FIFA en serios aprietos, sobre todo a su conducción a cargo de Joseph Blatter. Además, como efecto colateral, se hizo famosa en el mundo entero, merced a los medios de comunicación de esta sociedad globalizada.
Nacida hace 56 años en Greensboro, Carolina del Norte, es hija de un agricultor y pastor religioso y de una ex cosechadora de algodón. Tarea esta última, dura y esforzada, si las hay. «Yo coseché algodón para que vos no lo hicieras y pudieras hacer otra cosa», le dijo alguna vez su madre y es una de sus frases de cabecera. Es que trabajar en los algodonales en el sur de Estados Unidos fue la actividad principal de los esclavos, primero, y de las personas de raza negra de menores recursos, hasta casi el presente. No es menor la carga emotiva y social que tiene la actividad, aunque fuera de ese país pueda pasar desapercibida.

Luego de obtener su título en leyes en la Harvard Law School en 1984, obteniendo la apreciada distinción académica Cum laude, trabajó en Cahill, Gordon & Reindel LLP, uno de los más distinguidos estudios de Nueva York, fundado en 1919 y con oficinas, además de la ciudad de la gran manzana, en Washington y Londres.
En 1999, el presidente Bill Clinton la nominó para fiscal federal del distrito Este de Nueva York, aunque sólo sirvió allí un período antes de convertirse, en 2001, en socia del estudio Hogan & Hartson, hoy día Hogan Lovells. Una firma con 2.500 abogados repartidos en 40 oficinas situadas en Estados Unidos, Europa, Latinoamérica y el Medio Oriente. En 2013, ocupó el lugar número 11 dentro de los estudios jurídicos con mayores ganancias del mundo.
Sin embargo, para ese entonces, Loretta había dejado la firma para volver, en enero de 2010, al puesto de Fiscal Federal para el Este de Nueva York, esta vez propuesta por el presidente Obama. El salto del sector privado al público le significó, en ese entonces, pasar a ganar sólo la cuarta parte de lo que le pagaba el estudio de abogados. Cuando le consultaron al respecto, ella dijo: «Yo buscaba hacer algo que tuviera más sentido».

Durante ese tiempo de fiscal en Nueva York, Loretta se caracterizó por enjuiciar a ricos y poderosos, sin distinción. El diputado republicano Michael Grimm, los políticos demócratas Pedro Espada Jr. y William Boyland o bancos como el Citigroup o el HSBC, pueden dar fe de ello, aunque por motivos diversos. También por esa época es que, con la colaboración del «arrepentido» Chuck Blazer, ex secretario General de la Confederación Centroamericana y del Caribe de Fútbol, la Concacaf, comenzó a colectar las pruebas del megacaso que hoy involucra a decenas de dirigentes de alto nivel de FIFA.
Cuando reemplazó a Eric Holderen en el cargo de cabeza del Departamento de Justicia, uno de quienes analizó lo que implicaba tal cambio fue el periodista político Matt Apuzzo. Por ese entonces, escribió en su columna del diario New York Times que Loretta sería «menos activista» que Holder y mucho más «técnica», para agregar: «Sus amigos y colegas describen a Lynch como alguien que ve su posición como la del tradicional fiscal general y no como una abogada de los derechos civiles».
Su puesto como United States Attorney General es un mix de nuestros cargos de procurador General de la Nación y ministro de Justicia. Loretta Elizabeth es la persona número 83 que lo ocupa desde su creación, así como la segunda mujer y la primera mujer de raza negra en llegar a tal sitial.
Ella puso de manifiesto sus humildes y sureños orígenes al expresar tras su juramento en el cargo: «Si una niña negra del sur de Estados Unidos, que le decía a su abuelito ‘súbeme en la mula para ver más arriba’, se convierte en fiscal general, cualquier cosa puede ser alcanzable en este país».
Se la apoda la «Magnolia de acero», en alusión a la sureña por excelencia y a la capacidad tanto de resiliencia como de dureza de carácter que se atribuye a las mujeres, sin distinciones raciales, de esa región de Estados Unidos.

En su faz personal, se casó hace siete años. No tiene hijos pero su marido, Stephen Hargrove, tiene dos de un matrimonio anterior.
Luego de los arrestos de los dirigentes de FIFA en Suiza, la fiscal expresó en conferencia de prensa: «Estamos decididos a terminar con la corrupción en el mundo del fútbol». Los que la conocen saben que no es una simple frase. La «Magnolia de acero» es una rival de temer para aquellos que manchan la pelota con sus impresentables codicias personales.

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