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La última rendición alemana

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Por Luis R. Carranza Torres

El 7 de mayo de 1945 el general alemán Alfred Jodl firmaba la rendición alemana en la ciudad francesa de Reims. Terminaba la guerra mundial en Europa, que prosiguió en el Pacífico. El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó “Little Boy”, la primera bomba atómica, arrasando con la población civil de la ciudad japonesa de Hiroshima. Tres días más tarde hubo un ataque similar sobre la ciudad de Nagasaki. La rendición incondicional de Japón en la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar el 15 de agosto de 1945. 

Sin embargo, cuando el conflicto parecía concluido, dos días después, el 17 de agosto, el submarino alemán del Tipo VII-C, identificado como U-977 bajo el mando del teniente de fragata Heinz Schaeffer, hizo señales de luces hacia la base naval de Mar del Plata para entregarse. 

No era la primera rendición de ese tipo. En la nublada y fría mañana del 10 de julio de 1945, hacia las siete y media de la mañana, había hecho lo propio el U-530.

El lugar y la fecha eran adrede. El comandante había consultado a su tripulación, prefiriendo ir a la lejana Argentina por las historias contadas entre los marineros respecto del buen trato dispensado a los tripulantes del acorazado Graf Spee. Eligieron el feriado por la muerte de San Martín para poder llevar a cabo la rendición de forma más discreta.

El rastreador Py y el submarino Salta salieron al encuentro del sumergible, que fue abordado y conducido a la base naval, entrando hacia las 11 de la mañana en la rada de Mar del Plata, lo que causó la curiosidad de la ciudad y una agitación que trascendió las fronteras argentinas.  

Formados sobre la cubierta los 31 tripulantes, vigilados por el “grupo de presa” de los marinos argentinos, Schaeffer arengó a sus hombres antes del desembarco. Aludió a lo ocurrido en el conflicto y la hazaña que habían realizado en ese viaje, a lo largo del Atlántico y que recordaran que eran “soldados alemanes, sobrevivientes de la más temida arma de esta cruenta guerra”. Después de tres hurras al sumergible que los había conducido allí, bajaron a tierra, se firmó el acta de rendición y un oficial naval argentino quedó al mando de la nave, trasladándose como prisioneros de guerra la tripulación hacia Buenos Aires y a la Isla Martín García. 

Se trató, en todas las formas, de una rendición entre beligerantes del conflicto. El 27 de marzo de ese año, mediante el decreto 6945/45, el gobierno de facto argentino declaró “el estado de guerra” al Imperio del Japón en su segundo artículo, expresando en el tercero “Declárase igualmente el estado de guerra entre la República Argentina y Alemania, atento al carácter de esta última de aliado del Japón”.

Por eso, no correspondía el internamiento en virtud de las normas de neutralidad, como se hiciera con la tripulación del acorazado Admiral Graf Spee en diciembre de 1939, sino la captura en condición de prisioneros de guerra. 

Les eran aplicables, en la época, el Convenio de Ginebra para el mejoramiento de la suerte de los militares heridos, enfermos o náufragos en las fuerzas armadas en el mar de 1906 con la actualización de 1929, así como el Convenio de Ginebra relativo al trato de los prisioneros de guerra de 1929.

En una de las paredes del Museo de la Fuerza de Submarinos en Mar del Plata se encuentra el acta de rendición del U-977, redactada en castellano y alemán con fecha 17 de agosto de 1945. 

Se llevó a cabo en cuatro copias de cada idioma, si bien se aclaraba que el texto en castellano era “el único válido”. Rubricó el acta por la parte argentina el comandante de la División de submarinos, Capitán de Fragata Julio Mallea y por la Kriegsmarine, el comandante del sumergible alemán.

Cabe decir que primero por los usos y costumbres de la guerra y más modernamente por el derecho de los tratados internacionales, los oficiales militares se hallan autorizados para suscribir dichos instrumentos internacionales respecto de las fuerzas bajo su mando. 

En el acta se establecía que en tal fecha y por dicho instrumento: “El comandante del submarino alemán U-977, teniente de fragata Heinz Schaeffer, rinde incondicionalmente el buque de su mando y la tripulación cuya lista se agrega a esta acta”.

Era lo establecido por los aliados luego de la Conferencia de Casablanca de 1943: toda rendición de fuerzas del Eje debía ser de carácter incondicional. Dicha política, propulsada por Roosevelt, fue cuestionada en su tiempo y lo ha seguido siendo, responsabilizándola de haber alargado el conflicto con su consiguiente impacto de mayores pérdidas humanas. Al respecto, puede leerse el trabajo “Another look at ‘unconditional surrender”, de Michael Balfour, publicado en la revista International Affairs de octubre de 1970.

Volviendo al acta de rendición, en ella el comandante del sumergible alemán declaraba asimismo que el buque rendido “se encuentra en condiciones de seguridad”, existiendo material de municiones de ametralladora y explosivos a bordo, “que, de los diez torpedos existentes, los cinco que están en los tubos tienen el percutor colocado; que todo ese material se halla depositado en los lugares dispuestos a tal fin con los seguros colocados”. Asimismo, “deja expresa constancia que en el buque no hay ningún elemento o dispositivo para hundir el submarino o dañarlo total o parcialmente”.

Concluía con ese acto en papel, muy lejos de su teatro principal de operaciones, la rendición de la última fuerza alemana de esa terrible conflagración mundial.      

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