“Le pedí a una jueza mendocina que me averiguara qué relación hay entre criminalidad y nutrición. A los dos meses la jueza me habló y me dijo que el 80 por ciento de los grandes criminales de Mendoza han sido desnutridos de segundo y tercer grado. Ese es el país. Tenemos que accionar sobre eso, terminar con la desnutrición porque cercena nuestra posibilidad de crecimiento. No tenemos ninguna posibilidad de crecimiento mientras tengamos un ejército de chicos desnutridos. Tenemos que solucionarles ese problema para que se integren socialmente, puedan servirse a sí mismo y ayudar a los demás sino, ¿qué estamos generando?”.
El dato y la reflexión pertenecen al médico Abel Albino, presidente de Conin, una fundación dedicada a la lucha contra la desnutrición que cuenta con varios centros de atención en el país, uno de ellos en Córdoba. La semana pasada, invitado por la Fundación Oulton, dictó la conferencia “Invertir en inteligencia”, luego dialogó con Comercio y Justicia.
“El 80 por ciento de los chicos en América Latina no terminan la escuela primaria y el 80 por ciento de los presos en las cárceles de Buenos Aires no han tenido la primaria completa y eso es elemental. Para colmo, hay en Córdoba una investigadora de la Universidad que estudia, en roedores, la relación entre desnutrición y adicciones y vé que en las ratas desnutridas la adicción es mucho más fácil. Entonces, ¿Cuál es el plan? ¿Cuál es el país que queremos? ¿A qué estamos jugando? ¿Qué estamos haciendo con la Argentina?”
-¿Por dónde empezar?
– Tenemos que entender que lo primero que hay que hacer para establecer un tratamiento es un diagnóstico, si no lo tenemos no hay tratamiento y el diagnóstico ya está hecho: abrimos un centro (de lucha contra la desnutrición) y se llena de gente. Pesamos y medimos chicos y vemos que hay desnutrición de primero, segundo y hasta de tercer grado. Nadie come bien en la desocupación, en el desempleo o en el subempleo y ya se sabe que cuando uno gasta más del 36 por ciento de lo que gana en alimentos, la cosa viene mal.
– ¿Observa un panorama aún peor con el pronóstico de la crisis internacional?
– Sin dudas que sí, nosotros no podemos ser un país aislado del mundo, todos estamos interrelacionados. Pensar que no nos va a tocar esta crisis es ridículo.
– ¿Está teniendo algún termómetro del impacto de la crisis en los centros donde atiende?
– Cada vez tenemos más chicos y cada vez hay más gente que me pide abrir centros. Creo que vamos a salir adelante el día que entendamos que esto es responsabilidad de todos, no hay salvaciones individuales. Aquí, o salimos todos o nos quedamos todos.
– Apeló a recuperar a un profesional de la salud más sensible. ¿Se perdió el humanismo en la medicina?
– Tenemos que volver a esa medicina humanística, tenemos que volver a escuchar al enfermo y sentarnos al lado de su cama. Ahora nadie tiene tiempo para nada. Paremos, que vamos por mal camino, nos vamos a desbarrancar si seguimos así. Tenemos que detener un poco esa marcha loca y empezar a mirar un poco más a los seres humanos que nos rodean que muchas veces tienen problemas y a veces ni sabemos el nombre del que está trabajando con nosotros. Eso es ridículo.
<font face=”Ar