La falsificación de una firma del juez federal Ricardo Bustos Fierro en un oficio apócrifo, con el cual se retiraron fondos de una cuenta bloqueada por el “corralito financiero” -hecho dado a conocer la semana pasada-, pone en el tapete el tema de la seguridad de los documentos.
En Córdoba, un reducido grupo de 20 personas, entre ellos jueces, escribanos, peritos y empresarios, ya tomaron sus previsiones y están utilizando una tinta infalsificable, que contiene el ADN de la persona que emplea el producto. De esta manera, se resguardan ante posibles adulteraciones en informes confidenciales, títulos o cheques y aseguran la legitimidad de un escrito.
Uno de los inventores de la “tinta genética” y directivo del Centro Integral de Genética Aplicada (CIGA), Rubén Simonetta, precisó que en Córdoba son 20 los que la están utilizando y alrededor de 50, contabilizando todo el país.
“Es gente que necesita que determinadas partes de un escrito no sean adulteradas; entonces, coloca la tinta con sus genes allí. Esta tinta personalizada la están usando jueces, escribanos, peritos, empresarios, gente que se va enterando con el ‘boca a boca’, porque no hemos salido a ofrecer este producto”, explicó el bioquímico, quien, además, detalló que con una gota del líquido invisible e inalterable, es suficiente.
Para lograr este tipo de sustancia -que ya cuenta con su respectiva patente-, se extrae de la persona la molécula de ADN y se la protege en microesferas del tamaño de una bacteria, que evita cualquier adulteración externa. Este diminuto tamaño permite a esas microesferas penetrar entre las fibras del papel, “entonces nadie puede extraerlas sin romper el documento”, explicó el especialista.
Al contener información genética, el análisis para verificar la presencia de la tinta puede ser realizado en cualquier laboratorio del mundo. Actualmente, CIGA está desarrollando junto a una firma estadounidense un dispositivo (especie de lápiz óptico) para la detección instantánea del ADN que se haya insertado sobre un papel.
Cadena de seguridad
A la hora de contar cómo surgió el invento, Simonetta explica que en su condición de perito en casos judiciales que se dirimían en el sur del país, tenía que remitir informes y “entre que lo envías y el juez lo recibe se corren riesgos. Hubo casos en que se recibieron hojas distintas, principalmente de conclusión y resultados, entonces, a los fines de cubrirnos, de que la hoja que estábamos haciendo era la nuestra, la verdadera, empezamos a colocarle genes mezclados con tinta, luego a producir estas microesferas y a perfeccionarla, hasta que nos dimos cuenta que no había nada en el mundo relacionado con esto”.
Ya perfeccionada la sustancia, hoy el frasquito de 3 mililitros y uso con gotero vale 1.500 pesos. Una gotita de 50 microlitros sobre la parte del documento susceptible de falsificación es suficiente para reesguardarlo.
AGENDA |
Simonetta disertará sobre “Tinta genética: un aporte a la lucha contra la falsificación de documentos”, en el Congreso Internacional de Criminalística que se desarrollará entre el 28 y 30 de agosto en la Ciudad Universitaria. |