La arquitectura sustentable, también conocida como arquitectura verde o eco-arquitectura, es una manera de concebir el diseño arquitectónico del hábitat de una manera ambientalmente consciente, sostenible y buscando optimizar los recursos naturales y sistemas de edificación de modo tal que estas construcciones, minimicen el impacto sobre el medio ambiente y sus habitantes.
Por Arq. Jorge Ribeiro / Presidente de Ribeiro Construcciones
Gro Bruntland, ex primera ministra noruega, en el informe llamado Nuestro futuro común, que fue presentado a las Naciones Unidas en los años 80, definía acertadamente lo sustentable como “aquello que satisface las necesidades de la presente generación sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para que satisfagan sus propias necesidades”.
En consecuencia, si nos hacemos eco de la precedente definición, el desarrollo de una arquitectura sustentable debería considerar integralmente la incorporación de nuevas ideas, tecnologías y materiales renovables para satisfacer las necesidades actuales sin comprometer la capacidad y recursos de las futuras generaciones. Para ello, se deberán atender conceptos de racionalidad y eficiencia de recursos energéticos desde la fase del diseño de la obra, pasando luego a la etapa de su construcción con la utilización inteligente de los materiales regionales y renovables, el uso racional de los equipos para su construcción adecuada, contemplando anticipadamente cuál será el mantenimiento predictivo del edificio durante su vida productiva, evaluando -si fuese posible- el propio final de su vida útil y su destino.
Esto significará atender diligentemente, además de otros tópicos, el obligado estudio de las condiciones climáticas particulares de la localización, usando los recursos ambientales de manera racional e inteligente y planificando acciones convenientes para optimizar recursos energéticos naturales.
Pero también los profesionales y sus proyectos comprometidos con la sustentabilidad en el diseño de arquitectura deben tener, además de un compromiso ambiental que resguarde los recursos naturales, otro social y económico y cada uno de estos tópicos debe estar en paridad de condiciones, de manera de promover, en un futuro, un modelo de crecimiento urbano sustentable sin exclusión social y económicamente equitativo y accesible.
Por ello, la evaluación de los ecosistemas del entorno en la que se construye el edificio es importante, trabajando bajo el concepto y premisa de dar cumplimiento amplio e ineludible a los requisitos modernos de confort y funcionalidad interna del hábitat, y con amplio control sobre los aspectos bioclimáticos, higrotérmicos, de salubridad e iluminación. A ello se suma el control de ruidos y la utilización de forma eficaz y racional en el uso de materiales locales de construcción, (primando los de bajo contenido energético frente a los de alto contenido energético) con la utilización creativa de los materiales abundantes de cada región, observando y ampliando la tradición de propuestas formales y culturales de cada lugar.
El buen vivir, natural e inteligente, cuestionará en un futuro nuestro actual modo de vida en las modernas urbes y en sus catedrales contemporáneas en la que se han erigido sus edificios, vida que en esencia aceleró el divorcio de los seres humanos con la naturaleza y que esta nueva arquitectura pretende mitigar con el reconocimiento de la obligación de preservar el medio ambiente y -de alguna manera- conectar a las personas, nuevamente, con lo natural.
Los casos en Córdoba
Pero –y es pregunta frecuente y obligada- ¿cómo es un edificio o un emprendimiento sustentable? ¿Hay desarrollos ya de este tipo en nuestra ciudad?
Para responder, debo aclarar que existen muchas interpretaciones y definiciones en este campo y, en consecuencia, diversos rangos y modalidades para calificar los edificios sustentables, además de varios sistemas de evaluación, dependiendo del uso y complejidad de cada edificio. Entre los más reconocidos esta la calificación LEED (acrónimo de Leadership in Energy & Environmental Design) que es un sistema de certificación de edificios sustentables, desarrollado por el Consejo de la Construcción Verde de Estados Unidos (US Green Building Council), pero que puede aplicarse en cualquier país que la adopte, a través de supervisores o calificadores de tales procesos constructivos y que para entender mejor podemos usar -al efecto de ejemplificar- una analogía por muchos empresarios conocida, como lo es la certificación sobre calidad y gestión de calidad, a través del conjunto de normas ISO de la Organización Internacional de Normalización.
Normas LEED, un paso adelante
Estas normas, igual que en los procesos de calificación LEED, recogen tanto el contenido mínimo (protocolos de sustentabilidad en la construcción) como las guías y herramientas específicas de implantación, los métodos de auditoría y la manera en que una organización (o una constructora en nuestro caso), opera sus estándares de calidad, materiales utilizados, niveles de servicio, tiempos de entrega entre otros muchos protocolos a seguir y en referencia a los aspectos sustentables de la construcción. Fue inicialmente implantado en el año 1998, utilizándose en varios países desde entonces.
La metodología de aplicación en todos los sistemas de evaluación LEED es la misma y están categorizadas en siete aspectos, a saber: sustainable sites (parcelas sostenibles), water efficiency (ahorro de agua), energy and atmosphere (eficiencia energética), materials and resources (materiales), indoor environmental quality (calidad de aire interior), innovation in design (innovación en el proceso de diseño) y regional priorities (prioridades regionales).
Dentro de estos capítulos se incluye una serie de requisitos de cumplimiento obligatorio (prerequisites) y créditos de cumplimiento voluntario (credits). La justificación del cumplimiento de dichos parámetros otorga una serie de puntos, en función de los cuales se otorga el grado de la certificación (LEED Certificate, Silver, Gold o Platinum).
Hay actualmente alguna controversia sobre la validez en objetivos finales a conseguir en la aplicación de estas normas, sin que esto signifique de modo alguno un menoscabo de sus protocolos y procedimientos, especialmente y, en lo personal, manifiesto alguna desconfianza sobre si tal aplicación redunda efectivamente en lograr una construcción posible, amigable con el medio ambiente y más accesible social y económicamente por el usuario (requerimiento base en países con menos desarrollo y con más déficit habitacional) y no en una etiqueta de calificación más elitista y para nada inclusiva, como muchas veces vemos en edificios “premium” de las grandes capitales del mundo.
En un escenario de mayor realismo y posibilidad y menores requerimientos, existen hoy numerosos emprendimientos locales que podríamos llamar “amigables con el medio ambiente” e interesantes y destacados esfuerzos del Colegio de Arquitectos de nuestra provincia para avanzar en la etiquetación de tales obras.
En este contexto y como un primer paso, estamos ejecutando la saga de nuestros edificios Rae Vivo, cuatro edificios en Córdoba a los que próximamente se sumarán dos edificios más (Rae Vivo Más) con ofrecimientos de tecnología sustentable y domótica relevante y cuyo desarrollo está encaminado a lograr la reducción del consumo energético para calefacción y refrescamiento de las unidades de departamentos en forma natural, con un exhaustivo y completo estudio de ventilación e iluminación natural que se tuvieron en cuenta desde la génesis del proyecto, lo que implicara un ahorro en el consumo de gas y energía eléctrica del orden de 30%, por estos solos conceptos.
Además, la iluminación propuestas en nuestros edificios en los espacios comunes y exteriores por luminarias LED, presentan innumerables ventajas sobre las fuentes de luz incandescente y fluorescente, principalmente por el bajo consumo de energía, mayor tiempo de vida, tamaño reducido, durabilidad, resistencia a las vibraciones, reducen la emisión de calor, no contienen mercurio (el cual al exponerse en el medio ambiente es altamente venenoso), en comparación con la tecnología fluorescente, no crean campos magnéticos altos como la tecnología de inducción magnética, con los cuales se crea mayor radiación residual hacia el ser humano; cuentan con mejor índice de producción cromática que otros tipos de luminarias, reducen ruidos en las líneas eléctricas, son especiales para utilizarse con sistemas fotovoltaicos (paneles solares) en comparación con cualquier otra tecnología actual; no les afecta el encendido intermitente (es decir pueden funcionar como luces estroboscópicas) y esto no reduce su vida promedio, son especiales para sistemas antiexplosión ya que cuentan con un material resistente en la mayoría de los colores, cuentan con un alto nivel de fiabilidad y duración y además, son alimentados por la generación de energías alternativas, minimizando el desbalance energético global de la eventual demanda del resto de la de la edificación.
Esto tendrá una gran implicancia en el confort y, en la práctica, significa nuevamente que los costos de consumo de energía eléctrica para iluminación se verán reducidos.
También se ha trabajado en el diseño de optimización en el uso del agua potable, hoy un preciado y escaso bien, a través de la reutilización racional de las aguas grises, captación de aguas de lluvia, además de otras acciones similares como una tarea ineludible de responsabilidad social empresaria y que representará un ahorro en el consumo total de agua de más del 30% del total de cada edificio.
No menos importante es la incorporación de domótica, entendiendo como tal al conjunto de sistemas capaces de automatizar una vivienda, aportando servicios de gestión energética, seguridad, bienestar y comunicación que pueden estar integrados por medio de redes interiores y exteriores de comunicación, cableadas o inalámbricas, y cuyo control goza de cierta ubicuidad, desde dentro y fuera del hogar.