Las consecuencias de los desastres naturales en los países menos desarrollados puede ser grave porque se lleva por delante los medios de vida de las personas y echa por tierra los avances logrados en salud y educación
Por Achim Stiner (*), Patricia Espinosa (**) y Robert Glasser (***)
De Miami a Puerto Rico y de Barbuda a La Habana, la devastación de la temporada de huracanes de este año en América Latina y el Caribe nos recuerda que los impactos del cambio climático no conocen fronteras.
En las últimas semanas, huracanes de categoría 5 han paralizado la vida normal de millones de habitantes del Caribe y del continente americano. “Harvey”, “Irma” y “María” han sido especialmente dañinos. Entre los 3,4 millones de habitantes de Puerto Rico se han vivido tensiones para poder cubrir necesidades básicas, incluidos alimentos y agua; la isla Barbuda ha quedado en un estado inhabitable, y decenas de personas han desaparecido o perdido la vida en Dominica, isla patrimonio de la humanidad por la Unesco.
Los efectos no se limitan a esta región. Las inundaciones sin precedentes en Bangladesh, India y Nepal han dejado en la miseria a unos 40 millones de personas. Ha habido más de 1.200 muertos y son muchos más los que han perdido sus hogares, cultivos o han visto inundarse sus lugares de trabajo. Mientras tanto, en África en los últimos 18 meses, 20 países han declarado la situación de emergencia por sequías que han causado desplazamientos masivos en todo el Cuerno de África.
La incidencia de los desastres naturales en los países menos desarrollados puede ser grave, ya que se llevan por delante los medios de vida de las personas y echan por tierra los avances logrados en salud y educación.
En el caso de los países desarrollados y de ingresos medianos, sólo las pérdidas económicas relacionadas con la infraestructura pueden ser altísimas. Por tanto, estos eventos recalcan la necesidad de tomar medidas ante el cambio climático, que amenaza con causar desastres no sólo más frecuentes sino también más graves.
¿Una señal -estremecedora- de lo que está por venir?
La influencia del aumento de las temperaturas en estos recientes fenómenos meteorológicos, su gravedad y su frecuencia, está siendo reveladora para muchos, incluso para la gran mayoría que acepta las pruebas científicas que demuestran que el calentamiento global está causado por el ser humano.
Mientras que la catástrofe silenciosa que suponen 4,2 millones de muertes prematuras cada año debido a la contaminación ambiental -la mayoría relacionadas con el uso de combustibles de origen fósil- recibe relativamente poca atención en los medios de comunicación, lo que cada vez está llamando más la atención es la influencia de las emisiones de gases de efecto invernadero en los fenómenos meteorológicos extremos.
No podía ser de otra manera ya que los impactos de estos fenómenos meteorológicos son enormes. En los dos últimos años, los desastres naturales han obligado a más de 40 millones de personas, principalmente de los países que menos contribuyen al calentamiento global, a dejar sus casas de forma temporal o de definitiva.
Existe un claro consenso sobre el hecho de que la suba de las temperaturas hace que aumente la cantidad de vapor de agua en la atmósfera, lo que da lugar a lluvias e inundaciones más intensas en algunos sitios y a sequías en otros. En algunas zonas ocurren los dos extremos, como por ejemplo en California, donde luego de años de intensa sequía, este año se han producido inundaciones sin precedentes.
Topex/Poseidón, el primer satélite que mide con precisión las subas del nivel del mar, fue lanzado dos semanas antes de que el huracán Andrew tocara tierra en Florida hace 25 años. Desde entonces se han registrado en el mundo subas de 3,4 milímetros al año, es decir, 85 milímetros en 25 años.
El calentamiento y el aumento del nivel del mar están intensificando las tormentas tropicales en todo el mundo. Los niveles existentes de emisiones de gases de efecto invernadero van a hacer que durante muchísimos años tengamos que seguir viviendo con situaciones anormales y a menudo imprevistas.
En 2009, Swiss Re publicó un estudio que preveía una subida moderada del nivel del mar para las décadas de 2030 a 2040 en los condados de Miami-Dade, Broward y Palm Beach. Aquellos escenarios coinciden con lo que ocurrido ya. Si una tormenta como “Andrew” azotara esta próspera zona de Estados Unidos hoy, las pérdidas económicas estarían entre 100.000 y 300.000 millones de dólares. Hoy se calcula que las pérdidas económicas ocasionadas por “Harvey”, “Irma” y “María” pueden superar esas cifras.
Reducir el riesgo de desastres ahora y hacer frente al cambio climático a largo plazo
Miami está trabajando duramente para ampliar su programa de protección frente a las inundaciones, destinando 400 millones para bombas de evacuación de agua de mar y mejoras en carreteras y diques. Sin embargo, este gasto está fuera del alcance de la mayoría de los países de bajos y medianos ingresos que se arriesgan a perder grandes porciones de su producto interno bruto (PIB) cada vez que sufren inundaciones y tormentas.
El Acuerdo de París ha marcado al mundo el rumbo hacia un futuro con bajas emisiones de carbono, pero el camino no es fácil ya que tiene que ser pragmático y reflejar las realidades de cada país. Por eso, si bien se espera que las emisiones de carbono disminuyan a medida que los países avanzan hacia las metas que ellos mismos se han fijado, es posible que los impactos del cambio climático se sientan durante algún tiempo, lo que deja al mundo frente a una única opción: invertir al mismo tiempo en medidas de adaptación al cambio climático y de reducción del riesgo de desastres. Las ventajas de hacerlo tienen sentido desde el punto de vista económico si se comparan con el costo de la reconstrucción.
Será necesaria una cooperación internacional a una escala sin precedentes para abordar la tarea crucial de hacer que nuestro planeta sea capaz de recuperarse mejor de los efectos que las emisiones de gases de efecto invernadero causarán durante muchos años.
La restauración del equilibrio ecológico entre las emisiones y la capacidad natural de absorción del planeta es el objetivo a largo plazo. Es muy importante recordar que la herramienta más importante que tenemos para reducir el riesgo de desastres es la reducción de las emisiones y tenemos que lograrlo.
La conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático que se celebrará en Bonn en noviembre, bajo la presidencia del pequeño Estado insular de Fiji, ofrece una oportunidad no sólo para acelerar la reducción de las emisiones sino también para impulsar la seria labor de garantizar que la gestión de los riesgos climáticos está integrada en la gestión del riesgo de desastres en su conjunto.
La pobreza, la rápida urbanización, la mala gestión de los suelos, el declive de los ecosistemas y otros factores de riesgo amplificarán los efectos del cambio climático. Hacemos un llamamiento para que estos problemas sean abordados de manera holística.
(*) Administrador del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD).
(**) Secretaria Ejecutiva de ONU Cambio Climático.
(***) Representante especial del secretario General
de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo
de Desastres y director de la Oficina de las Naciones
Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres.