Diario Responsable, portal especializado en responsabilidad social empresarial, de España, repasó los ejes sobre los cuales se estructuran estas iniciativas económicas significativas desde un punto de vista social.
No se trata de un concepto muy difundido en Argentina, pero sí en España, México y Chile, entre otros países donde sí el “emprendedorismo social” es de hecho el concepto elegido por quienes quieren hablar del movimiento de emprendedores autogestionados, por quienes apuestan a la responsabilidad social empresarial (RSE), a la economía de mercado con objetivo social o a la economía social con gestión de empresas.
El portal español de noticias sobre RSE Diario Responsable es uno de los medios que aborda regularmente la cobertura de noticias vinculadas con los emprendedores sociales, sus desafíos y apuestas.
Uno de sus últimos informes es oportuno para abordar el “ABC” del empredorismo social, qué es y cuáles son sus características, quizás para pensar también este tipo de innovación social desde tierras argentinas.
En palabras del columnista de Diario Responsable Alberto Andreu, todo lo que gira alrededor del emprededorismo social lo hace en torno a dos ideas: la primera, entender que desde el mundo de la empresa ( y no sólo desde lo público) también es posible favorecer el progreso y la inclusión. (Sobre este punto, se recomienda la lectura del post “Business Can’t Solve the World’s Problems. But Capitalism Can” , publicado en la Harvard Business Review); y la segunda, entender de “qué tipo de animal” estamos hablando cuando hablamos de empresas y emprendedores sociales. Este punto es importante porque no es posible crear empresas (y también empresas sociales) si no hay quien invierta capital en ellas y, lógicamente, esperar la obtención de algún tipo de retorno de su inversión. (Sobre este punto, el autor recomienda la lectura de “Social Impact Investing Will Be the New Venture Capital”, también publicado en Harvard Business Review).
Por esto, si parece claro que las aportaciones públicas a “fondo perdido” han pasado a mejor vida y que de lo que hablamos es de empresas… De ahí la pregunta: ¿de qué hablamos cuando hablamos de empresas y emprendedores sociales? Andreo lanza algunas pistas:
1. Hablamos de empresa. Hablar de empresas significa hablar de accionistas y de una estructura de la propiedad y unos órganos de gobierno definidos en torno a un presidente, a un directorio, a un CEO o a un gerente general. Hablar de empresas significa también hablar de un sistema de toma de decisiones unitario y centralizado en la persona del principal órgano ejecutivo. Es decir, no hablamos ni de fundaciones ni de cooperativas en las cuales la propiedad está repartida, los órganos de gobierno y la toma de decisiones se realiza generalmente mediante votación democrática.
2. Hablamos de empresa sostenible. Que es aquella que es capaz de tener un modelo de negocio viable (o sostenible) en el mediano y largo plazos. Es decir, aquella que define un plan de negocio, genera ingresos y es competitiva porque ha sido capaz de satisfacer una necesidad en el mercado mediante un producto o servicio por el que sus clientes pagan un precio de mercado.
3. Hablamos de empresa sostenible con un fin social. Las empresas sociales son aquellas que tienen como principal objetivo cubrir una necesidad que ayude a la inclusión social o a favorecer el uso eficiente de los recursos naturales. En concreto, podríamos decir que:
– En las economías menos desarrolladas podríamos pensar que las empresas sociales tienen como objetivo, entre otros, cubrir necesidades básicas vinculadas con la salud, la educación, el acceso al agua y su salubridad, la agricultura y la ganadería no industrializada en zonas rurales… Hablamos de cómo la acción de las empresas sociales con estos fines puede ayudar a reducir las brechas económicas (ricos vs. pobres), geográficas (rurales vs. ciudades), tecnológicas (conectados vs. no conectados); y de capacitación (formados vs. no formados).
– En las economías desarrolladas, aquellas que se definen bajo la idea del estado del bienestar, las empresas sociales pueden tener como objeto social apoyar la cultura; proveer servicios a las personas discapacitadas, mayores o en riesgo de exclusión; sistemas de recolección de residuos y protección del medioambiente; plataformas de croudfunding… Y todo ello sin descartar empresas dirigidas también a promover la inclusión social.
4. Y, por último, hablamos de ánimo de lucro. Hablar de lucro es hablar de ganar dinero. Otra cosa distinta es decidir qué se hace con el lucro. Una empresa social puede decidir el mix ideal para repartir su lucro, que puede incluir aspectos como la retribución al capital; reinversión en la propia compañía para incrementar su potencia social; crear o a fortalecer tejido social en zonas desfavorecidas; crear proyectos sociales estrictamente filantrópicos, etcétera. Pero eso es una decisión de la propia compañía. Lo anterior es concretar el lucro.
Éstas son las principales consecuencias del debate. Quizá no todo el mundo coincida con este planteamiento pero, quizá también, sea el más eficiente y práctico. Lo que parece claro es que los fundos públicos destinados a la inclusión social o a favorecer el desarrollo van a ir reduciéndose progresivamente, por lo que los modelos de financiación a “fondo perdido” no serán sostenibles (viables) en el medio plazo. Por eso, cree Andreu, hay que “reinventar el modelo”: uno basado en la empresa, en la empresa sostenible, en la empresa con impacto positivo en la sociedad y en la empresa que sea capaz de ganar dinero… y repartirlo mejor. (Última recomendación del autor: “Conscious Capitalism Is Not an Oxymoron”. Misma fuente).