Cuando se trata de llevar adelante un proyecto o emprendimiento propio, que implica estar a cargo de todos los detalles, es una situación muy normal que las personas se vean paralizadas por el temor de hacer mal las cosas. Es por esta razón que muchos proyectos “mueren antes de ver la luz”. En ese marco, Magdalena Scarpatti, coaching en Inteligencia Emocional, dialogó con Comercio y Justicia para explicar cuáles son las principales herramientas personales que se deben utilizar en estos casos.
– ¿Por qué es tan habitual el miedo a emprender, sin importar la edad de la persona?
– El miedo es algo que llevamos dentro todas las personas cuando queremos hacer algo novedoso y esto se da tanto en el ámbito profesional como en el personal. En este sentido, el “principal objetivo” del miedo es paralizar a las personas para que no puedan seguir con sus proyectos.
– ¿Aumenta más el temor cuando se deja un trabajo estable y en relación de dependencia, para apostar a nuevas ideas?
– Cuando tenemos un trabajo permanente, más allá de que no cumpla con nuestras aspiraciones profesionales, sentimos que por lo menos obtenemos la satisfacción de las necesidades económicas básicas, a través de las cuales nos sentimos respaldados. Y salir de ese lugar implica despojarse de un ámbito de confort, de comodidad, de seguridad. Esto aumenta aún más cuando se trata de una actividad tan importante como el trabajo y cuando los emprendedores tienen familias a cargo que dependen de su sueldo.
– ¿Cuáles son las claves básicas para superar este temor a emprender?
– Lo primero que hay que hacer es conectarse con los deseos, con los sueños, con la emoción, con las cosas que nos motivan, con todo lo que nos entusiasma. Y en ese momento empezar a ver los beneficios que se alcanzarán si se cumple ese sueño u objetivo. Es decir, cuando se trata de emprendimientos personales en los que es necesario conectarse con los sentimientos internos, la emoción es la que actúa como motor que nos impulsa y la que nos lleva a la acción. En este sentido, es bueno reconocer que cuando se trata de un emprendimiento, la mayoría de ellos tienen que ver con nuestra esencia y con los talentos personales.
– Es sabido que estos proyectos tienen un alto “índice de mortandad”. ¿Qué ventaja se puede obtener de un emprendimiento que fracasó?
– Lo más importante de estas situaciones es tomar las derrotas como un aprendizaje. Además, el solo hecho de haber pasado a la acción implica que ya estamos desarrollándonos. Y el hacer algo significa que pasamos de ser reactivos a ser actores. En ese punto ya se puede ver un crecimiento. Desde la inteligencia emocional, en los momentos en los que cometemos errores es cuando más aprendemos, donde más nos podemos potenciar. Son momentos en los que uno reflexiona para ver cómo puede hacer las cosas de distinta manera, qué se puede capitalizar y rescatar de los errores. En las cosas buenas que nos pasan no hay mucho crecimiento. De los desaciertos se aprende.
– ¿Cuáles son los fantasmas más grandes que los emprendedores deben superar?
– Por lo general, las personas tendemos a magnificar la dificultad de conseguir algo; más aún si lo tenemos que hacer por nuestros propios medios. En este sentido, es común pensar que los objetivos que nos proponemos conllevan una dificultad mayor de lo que realmente implican. Sólo cuando uno avanza y va logrando cosas se