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Orden comercial internacional ¿Recalculando?

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En noviembre de 2001, apenas dos meses después del atentado a las Torres Gemelas, China formalizó su ingreso a la Organización Mundial del Comercio (OMC), luego de 14 años de intensas negociaciones.

Por Gustavo Fadda, Profesor Docente Unvma. UNC. Uccor. UBP. ISCE. Instituto Saber – Exclusivo para Factor

Una caprichosa lectura de lo expuesto nos indicaría que, mientras los Estados Unidos aceleraban el inicio de una guerra de largo alcance en la región más inestable del mundo –Medio Oriente–, China, casi en punta de pies, comenzaba a inmiscuirse en los asuntos globales.

Catorce años después, mientras Estados Unidos sigue operando en la región (con tropas en Afganistán, Irak y, más recientemente, en Siria), China le arrebató, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el puesto de mayor economía del mundo (1).

En esta línea, muchos analistas internacionales auguran la pronta llegada de un nuevo orden mundial con sede en Pekín. El creciente rol protagónico de China en aspectos sensibles de la economía global, muy especialmente en el plano comercial, obligan a poner en foco una serie de cuestiones recientes de gran relevancia para el destino de la economía internacional.

Multilateralismo ¿Virtual estancamiento?
El sistema multilateral del comercio internacional siempre ha sido compatible con los distintos procesos de integración regional (zonas de libre comercio, uniones aduaneras o mercados comunes), pero en los últimos años hemos asistido a una parálisis en los avances del sistema GATT-OMC mientras se multiplican los intentos de liberalizar –aún más– el comercio mundial vía los Tratados de Libre Comercio.

La explicación a lo que acontece se debe en parte a la compleja forma de negociación que mantiene la OMC para aprobar los acuerdos, mediante la fórmula de “paquete único”, en la que los 160 miembros deben ponerse de acuerdo, so pena de no llegar a un trato.

A ello se suma que el grado de liberalización del comercio internacional alcanzado en las sucesivas rondas de negociaciones resulta muy complicado de superar, a no ser por la virtual supresión total de los aranceles y las barreras para-arancelarias.

Por otro lado, muchos países son reacios a profundizar la globalización económica, en parte por los pésimos resultados de los programas neoliberales, en los que los mayores beneficiarios son los actores transnacionales privados.

La batalla geoeconómica
En este escenario, la cuenca Asia-Pacífico – futuro núcleo del poder global– se convierte en un tablero de disputa comercial de gran envergadura.

Estados Unidos, atento a su declive como principal actor económico del globo terráqueo – y con perspectivas a seguir decreciendo en su porción del PBI mundial– ha lanzado audaces proyectos para contener al coloso chino y, de paso, retener la primacía mundial.

El más importante de ellos es Tratado Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), un cinturón de liberalización comercial bioceánico que involucra a doce países del Pacífico, pero excluye a China. (2)

Sin embargo, a pesar del enorme impulso norteamericano, la iniciativa no resulta del todo atractiva y algunas resistencias importantes, como la de Japón (3), amenazan con dinamitar definitivamente el proyecto, máxime cuando China ha logrado seducir a la gran mayoría de los países de la región para que formen parte del Área de Libre Comercio Asia-Pacífico (FTAAP, por sus siglas en inglés), una iniciativa mucho más ambiciosa que el TPP y que está dispuesta a comandar.

En la última cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), realizada en Pekín en septiembre de 2014, China logró que los 21 países del foro respaldaran la creación de la FTAAP, taponando a Estados Unidos, que parecía tener un déjà vu y repetir el traspié que sufrió con el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) en la IV Cumbre de las Américas, en noviembre de 2005.

En esencia, el modelo chino resulta más atractivo para el comercio internacional que el norteamericano. Mientras que con Pekín los acuerdos se cierran cara a cara y por sectores, Estados Unidos sigue pregonando el “Estado mínimo” y la continuidad del dominio global de las transnacionales (económicas y financieras), lo que se traduce en negociaciones “bilaterales” y por separado entre Estados y mega corporaciones privadas (4).

La situación en América del Sur
Ante este panorama, los procesos de integración en Sudamérica han adoptado dos caminos, en principio, opuestos: por un lado la Alianza del Pacífico, en consonancia con el esquema norteamericano; por el otro, el Mercosur, más cercano al eje Moscú-Pekín.

En el primer caso, todos los miembros de la AP (Chile, Colombia, México y Perú) tienen firmados TLC con Estados Unidos y la Unión Europea y, a excepción de Colombia, forman parte del proyecto TPP. Se trata de una Zona de Libre Comercio que prioriza la integración de los mercados financieros y el libre comercio con gigantes económicos.

El Mercosur, por su parte, conforma una Unión Aduanera imperfecta, con vocación industrial, prefiriendo la vinculación con espacios geoeconómicos complementarios (países de la región, de Oriente Medio y próximamente con la Unión Euroasiática, compuesta por Rusia, Bielorrusia y Kazajstán).

A su vez, el incremento de las relaciones comerciales con China ha sido notable en las últimas décadas, sin obviar que el principal actor del bloque –Brasil– forma parte del foro BRICS junto al gigante asiático, Rusia, India y Sudáfrica.

En este sentido, el futuro de la región dependerá de la inserción de ambos bloques en el marco internacional, que presenta grandes movimientos sísmicos.

………………………………

Notas:
1- Según un cálculo estimado del Fondo Monetario Internacional (FMI), publicado en el World Economic Outlook Database en octubre de 2014, el PBI de China, medido en Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), supera al de los Estados Unidos.

2- A la par de este, EEUU planea consolidar la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) con la Unión Europea para garantizar su supremacía en amplias zonas geográficas del planeta. Éstos son Australia, Brunei, Chile, EEUU, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam, Canadá y México.

3- Japón se muestra reticente a liberalizar su sensible sector agrícola, protegido con cuotas, subvenciones y altísimos derechos de aduana. A su vez, el campesinado constituye una de las bases electorales del partido gobernante, el Liberal Demócrata de Shinzo Abe. Para más información véase: Bulard, Martine, La batalla por el control de Asia-Pacífico, Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, octubre 2014.

4- Véase Strange, Susan, Rethinking Structural Change in the International Political Economy: Sates, Firms and Diplomacy. En International Affairs, vol. 68, No 1, enero 1992.

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