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Fenómenos naturales evidencian la debilidad ambiental de las cuencas

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El saldo del temporal ocurrido a mediados de febrero es devastador: más de 1.700 viviendas afectadas, de las cuales unas 250 deben ser reconstruidas y, lo peor, es que se llevó la vida de ocho personas. Especialistas aseguran que las causas son múltiples, aunque también coinciden en el vínculo entre las recientes inundaciones y deslizamientos de agua, tierra y rocas con la grave situación ambiental por la que atraviesa la cuenca de los ríos Ceballos y Saldán. Recomiendan aplicar un principio precautorio para detener el avance de la frontera urbana e implementar un ordenamiento territorial participativo que garantice el desarrollo humano y la sustentabilidad del medio ambiente.

Por Natalia Riva – [email protected]

Un un sólo día llovió el equivalente a un cuarto de lo que llueve en un año promedio y más o menos la mitad de lo que llueve en todo el año, en un año seco. Eso fue lo que sucedió el fin de semana de mediados de este mes, cuando se produjo el temporal que causó muertes y daños totales en viviendas y comercios en la zona de las Sierras Chicas de Córdoba.

En total cayeron 260 milímetros de lluvia. Claramente mucha agua para un día y esto fue, según los especialistas, la principal causa de este desastre, aunque no la única. «Si las cuencas hubiesen estado en buen estado, hubiese llegado menos agua y más limpia (porque el buen suelo absorbe más), sin barro y sin tanta piedra», explica a El Inversor Ana Cingolani, investigadora independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).

Cuando la especialista habla del «buen estado» de las cuencas, hace referencia a una geografía con bosque nativo, sin urbanización, sin árboles exóticos invasores y sin construcciones en los cauces de los ríos. «En las zonas de ladera se construye sin respetar los drenajes naturales (pequeños valles y concavidades del terreno por donde baja el agua), entonces el agua pasa por donde puede, haciendo desastres», destaca.

El mal estado de las cuencas
Un estudio anticipaba, hace un par de años, el mal estado de las cuencas de las Sierras Chicas. Concretamente en 2013, el Instituto Superior de Estudios Ambientales (Isea) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) realizó un diagnóstico de la cuenca de los ríos Ceballos y Saldán. «La frontera urbana no puede avanzar más», alertaba el estudio comandada por la investigadora Alicia Barchuk.

«Las Sierras Chicas de Córdoba han perdido cobertura vegetal en gran magnitud, con los consiguientes riesgos de erosión del suelo, corrimiento de tierras, avalanchas y la disminución de la capacidad de regulación hídrica de las cuencas serranas. Particularmente, la vertiente oriental de la Sierra Chica es la que presenta graves riesgos», explica Barchuk, al tiempo que agrega que el «carácter suelto de los elementos y la energía del relieve (pendientes pronunciadas en gran parte del territorio), determinan frente al deterioro de la vegetación natural, una alta tendencia a la intensificación y generalización de los procesos de escorrentía y deslizamientos».

Para tratar de entender las causas o los porqué de lo que sucedió, la especialista revela que cuando el suelo pierde protección -ya sea por incendios, deforestaciones y sobrepastoreo- la acción fluvial por lluvias intensas da lugar a «procesos de erosión hídrica en forma laminar, difusa, en cárcavas y procesos de erosión de márgenes en las costas de los arroyos, como así también procesos de remoción en masa que afectan a los terrenos en forma de caídas, deslizamientos y flujos». Y agrega que todos estos fenómenos pueden ser disparados también por la construcción de viviendas en pendientes pronunciadas y por obras de infraestructura no adecuadas a la situación, como han sido las nuevas rutas (por ejemplo, el Camino del Cuadrado).

Mapa de riesgo
Si bien la cuenca estudiada es una de las que posee mayor extensión de bosques serranos en buen estado de conservación dentro de la provincia de Córdoba, más de un tercio de su superficie ha perdido su cobertura natural como resultado del cambio en el uso del suelo, mientras que otro tercio ha perdido cobertura boscosa debido a los reiterados incendios que afectaron esa zona.

En el estudio se delimitaron zonas con riesgo de deslizamiento. Así, la información resultante del mapa es la siguiente: 6.3 % (1258 ha) del área de estudio se clasifica con susceptibilidad muy alta, 36,3 % (5.263 ha) con alta susceptibilidad, 52 % (10.315 ha) como susceptibilidad moderada y 16 % (3.173 ha) como baja susceptibilidad.

Por ejemplo, la zonificación de «alto riesgo» de deslizamiento coincide con zonas que han perdido la cobertura vegetal como el paraje Los Quebrachitos, previo a la localidad de Unquillo; posiblemente esta situación haya originado las últimas inundaciones desdel año 2013.

«Los datos de tamaño y forma de los parches indican que existiría un progresivo deterioro de la cubierta de vegetación boscosa, que se traduciría en un significativo incremento de la escorrentía y, por ende, en un aumento en la magnitud de las inundaciones, cuando ocurran lluvias torrenciales. Los datos muestran que la zona urbana ocupa las planicies de inundación de los arroyos enfrentando un riesgo ante la ocurrencia de crecidas en particular de carácter extremo, lo que sugiere que los municipios deberían implementar acciones de mitigación ante este peligro», destaca la investigadora, según los resultados de su estudio.

En este sentido, Barchuk propone «definir zonas protegidas con alto valor de conservación de manera de facilitar que en los sistemas serranos se favorezcan la recuperación de los servicios ecológicos de producción de agua, conservación de suelo y limitación de los riesgos de deslizamientos naturales». Es decir, todas las reservas hídricas del corredor de Sierras Chicas y que ya están declaradas en papeles por decretos municipales y provinciales, según el caso. Además de las áreas de reservas naturales -continúa Barchuk- tienen alto valor de conservación los parches de bosques existentes que, junto con el corredor existente en la región de la Sierra Chica permite incrementar la conectividad y, entonces, ejercer la protección de las cuencas. También tienen alto valor de conservación las nacientes de arroyos y ríos, los márgenes de ríos, arroyos y lagos y las áreas con pendientes superiores a 5%.

Propuestas
En síntesis, la investigadora propone un conjunto de propuestas a tener en cuenta en el rediseño del paisaje. Estas son:

– Promover que aumenten en tamaño los parches de bosques para favorecer la protección de la cuenca, la captación de agua para la recarga de acuíferos y napas, y conservación de la biodiversidad. Especialmente, con una combinación apropiada de diferentes coberturas, por ejemplo arbustales, pastizales, bosques secundarios y bosques maduros.

– Favorecer todo tipo de cobertura vegetal para reducir el riesgo de deslizamientos e inundaciones, etcétera.

– Procurar que bosques y reservas naturales se conecten entre sí (conectividad). Las áreas naturales protegidas no pueden conservarse aisladas sino rodeadas y conectadas con otros ecosistemas o usos de la tierra compatibles con la conservación, definiendo áreas-núcleos (muy alto valor de conservación) y zonas de amortiguamiento.

– Establecer conexiones entre los distintos parches de bosques y/o bosques secundarios entre sí, por ejemplo mediante fajas anchas que conecten bosques maduros con sitios en regeneración de bosques secundarios y arbustales, zonas de vegetación leñosa que protejan zonas de humedales y bordes de ríos.

Alternativas para un mejor funcionamiento ambiental (*)
1- Los resultados de la investigación sugieren que es posible localizar las áreas de alto riesgo donde puede ocurrir excesivo deslizamiento asociado a la red de drenaje, predominantemente paralelo a cursos cortos.

2- Son numerosos los estudios que indican que los deslizamientos e inundaciones son prevenidos por los bosques, ya que en áreas con alta pendiente, baja la vulnerabilidad debido a que el bosque disminuye la tasa de flujo de la escorrentía y la entrega de carga de sedimentos. Es necesario entonces favorecer el crecimiento de la vegetación y así se iría reforestando naturalmente la región. Para ello también hay que prevenir los factores que generen deforestación.

3- Se pueden evitar los cambios de usos del suelo de acuerdo con la localización de los niveles de riesgo hallados, sabiendo que en las topografías escarpadas el agua es muy difícil de controlar y, una vez desencadenados los fenómenos, todo es irreversible.

4- Se deberían definir zonas protegidas con alto valor de conservación de manera de facilitar que en los sistemas serranos se favorezcan la recuperación de los servicios ecológicos de producción de agua, conservación de suelo y limitación de los riesgos de deslizamientos naturales. Según la Ley Nacional 26331, la zonificación de la «Categoría I (rojo), es decir, sectores de muy alto valor de conservación que no deben transformarse, incluye las áreas de reservas naturales, los parches de bosques existentes, que junto con el corredor existente en la región de la Sierra Chica tiene alto valor de conectividad, ejercen la protección de las cuencas, las nacientes de arroyos y ríos, los márgenes de ríos, arroyos y lagos, y las áreas con pendientes superiores a 5 por ciento».

(*) Investigadora Alicia Barchuk

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