Contar con un empleo formal dejó de ser garantía para evitar caer en la pobreza, debido al deterioro que ha sufrido el salario real en los últimos años, según lo informa el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa).
Al respecto, la entidad dirigida por Jorge Colina señaló que “tradicionalmente los hogares eran pobres porque sus miembros en edad activa no conseguían empleo o sólo conseguían un trabajo de baja calidad (informal)”, ya que “sin ingresos laborales o con ingresos reducidos, es muy factible que la familia no llegue a tener ingresos superiores a la línea de pobreza”.
“Pero con el deterioro del poder adquisitivo de los salarios formales, lo que está sucediendo es que, aun con un empleo asalariado formal, los ingresos no alcanzan para salir de la pobreza”, alertó.
En ese sentido, Idesa tomó el promedio de los salarios (es decir, el punto medio de toda la escala salarial) en 2000 y en agosto de este año y la comparó en cada caso con la Canasta Básica Total (CBT), que marca el límite de la pobreza.
A valores actuales, en 2000 “la mediana del salario privado registrado era de $43 mil, mientras que la línea de pobreza para una familia tipo era de $37 mil”, en tanto que en agosto de este año fueron respectivamente de $48 mil y $45 mil. “Esto significa que mientras en el año 2000 la mediana del salario era 15% superior a la línea de pobreza, en el año 2020 pasó a ser apenas 6% superior”, precisó.
Brecha
Para Idesa, “las connotaciones de este fenómeno son graves” y muestran que “deja de ser válida la afirmación de que la salida de los planes sociales son los empleos formales”, ya que ésa puede no ser una garantía de superar la barrera de la pobreza.
“El fenómeno tiene asociado una profunda degradación social ya que implica que, aun para los trabajadores que consiguen un empleo formal en una empresa, es elevada la probabilidad de que sus remuneraciones no sean suficientes para superar la línea de pobreza”, indicó la entidad, según la cual “la razón de fondo por la cual las remuneraciones se deterioran frente al costo de vida es la pérdida de productividad”, es decir, “cada vez se producen menos bienes y servicios por persona”, con el correlato de que “a cada persona le cuesta más conseguir esos bienes y servicios”.
“La manifestación más extrema de la baja productividad es la alta y creciente cantidad de hogares que no cuentan con ingresos para acceder a la canasta básica que define la línea de pobreza”, añadió, al tiempo que sostuvo que “cuando la baja productividad es tan masiva, el asistencialismo puede dar paliativos pero nunca soluciones”.