Un informe de Fundación Mediterránea compara los beneficios recibidos por las familias con los costos que paga bajo la forma de “impuesto inflacionario”. En el decil más bajo de la población, el más beneficiado por los aportes nacionales, los aumentos carcomen 21% de sus ingresos. El texto concluye que ambos elementos tienen un peso similar en el bolsillo.
El impuesto inflacionario compensa prácticamente en su totalidad el efecto de los subsidios económicos. Ésa es la conclusión central de un trabajo elaborado por el Instituto de Estudios de la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral), dependiente de la Fundación Mediterránea.
El trabajo, elaborado por los economistas Marcelo Capello, Néstor Grión y Pedro Degiovanni analiza en primera instancia la política del último lustro desarrollada por el Gobierno nacional, que “se caracterizó entre otras cosas por el intento de desligar los precios locales de la energía de los precios internacionales, lo que obligó al sector público a erogar crecientes montos en subsidios económicos a los sectores de energía, agua y transporte, principalmente”.
Desde la perspectiva de los autores del texto, ese gasto en subsidios económicos “explica en gran medida el déficit fiscal de los últimos años, y ese desequilibrio requirió de creciente asistencia del BCRA al Tesoro Nacional, vía remisión de utilidades y adelantos transitorios, en ambos casos materializados a través de la emisión de moneda”.
Señalan a su vez que el déficit fiscal y la emisión de dinero se hallan entre las principales causas de la inflación, “al menos en el mediano y largo plazo”. Y la inflación puede ser visualizada “como un impuesto sobre quienes mantienen dinero que no rinde una tasa de interés”, plantean en la introducción del informe.
Si bien se admite que el gasto en subsidios económicos es “levemente progresivo e implica un incremento del ingreso neto de los receptores de los mismos”, también se sostiene en contrapartida que “el impuesto inflacionario es regresivo” y se asegura que “ambos generan fuertes distorsiones en la economía”.
Suma cero
Según el informe, lo que se considera “impuesto inflacionario” termina por compensar casi de modo completo el efecto de los subsidios económicos. Se añade que -al resultar regresivo- llega a casi neutralizar la progresividad del gasto en subsidios.
En tal sentido, el texto señala que el impuesto inflacionario representa 21% del ingreso para una familia del primer decil (menores ingresos), mientras que constituye menos de tres por ciento para una familia del décimo decil.
En el efecto consolidado entre subsidios e impuesto inflacionario existe un beneficio neto para algunos deciles de bajos ingresos, pero en ninguno de los casos el impacto representa más de dos por ciento del ingreso. Es decir, tras sumar subsidios y restar costo inflacionario, el beneficio es mínimo si no nulo.
“De manera que para las familias receptoras de subsidios económicos, en torno a 90% del mismo es absorbido por el impuesto inflacionario”, puntualiza el texto del Ieral.
El beneficio total que reciben los siete deciles de más bajos ingresos es de 562.1 millones de pesos de 2013 por mes. Para recaudar dicho monto -y permitir así deshacerse tanto de los subsidios como de la inflación- cada individuo de los tres deciles superiores debería aportar un total de $43.87 por mes, el equivalente a $60 actuales o en torno a ocho dólares.
En economía “ningún almuerzo es gratis”, recuerdan los autores, argumentando que “en este caso, lo que se evita pagar en materia de energía, agua y transporte se termina pagando vía impuesto inflacionario”.