El primero tuvo su mayor suba desde abril y supera en el año a la inflación. Sin acuerdo firmado con el FMI, siguen las dudas sobre el rumbo de la economía. Alertan sobre el impacto en los precios
Si había una percepción en el mercado acerca de las escasas reservas líquidas en poder del Gobierno como para mantener estabilizada la plaza cambiaria, la serie de medidas informadas en las últimas horas confirmó esta hipótesis, con un resultado que se tradujo en cifras: un fuerte ascenso del precio del dólar libre y la ampliación de la brecha cambiaria, un fenómeno que ya contaba con altas probabilidades de ocurrir a sólo tres semanas de las trascendentales elecciones primarias.
La reacción alcista del blue puede resumirse en cuatro aspectos. En primer lugar, en que el precio en el mercado paralelo alcanzó un récord nominal. Subió a 552 pesos para la venta, y deja elevado el piso de aquí hasta las elecciones, pues la propia tensión política hasta que se definan los candidatos no deja margen para una caída sustancial del billete, dado que la búsqueda de cobertura se va imponer a la capacidad de intervención del Gobierno.
En segundo lugar, esto implica la mayor suba en tres meses: el dólar libre ganó 24 pesos, 4,5% en el día. No exhibía un avance tan marcado desde el pasado 25 de abril, cuando subió 32 pesos (7,3%) a $495, ante la aceleración inflacionaria y la pérdida de reservas. El salto pulveriza los ahorros pesificados de los argentinos.
En tercer lugar, en lo que va del año el dólar aumentó por encima de la inflación. El repunte de la divisa estiró a 58 pesos (11,7%) el ascenso en lo que va de julio, una tasa muy superior a la inflación esperada para el mes en curso. En el mismo sentido, el blue se empieza a posicionar ahora como una inversión ganadora contra la inflación, pues en lo que va de 2023 gana 206 pesos (59,5%), una tasa por encima de la suba general de precios de 50,7% en el primer semestre.
En cuarto y último lugar, la brecha cambiaria volvió a superar el 100 por ciento. Con un dólar mayorista que ganó al cierre 55 centavos a $271, la brecha cambiaria quedó en 103,7 por ciento. Se trata de un crecimiento importante para las expectativas devaluatorias a las que apuestan muchos operadores financieros, si se tiene en cuenta que a comienzos de julio se había asentado por debajo de 90 por ciento.
Medidas y dólar
Los analistas evaluaron los alcances del nuevo esquema cambiario, a la espera de la finalización de las negociaciones para recalibrar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que incluirá la reprogramación de las metas y el adelantamiento de desembolsos, tras el anuncio de nuevas medidas económicas que buscan incrementar las reservas del Banco Central.
Entre las nuevas medidas figuran un tipo de cambio especial para las exportaciones denominadas “economías regionales” de 340 pesos, desde las 300 unidades previas del último dólar preferencial para los exportadores de soja, y la aplicación del impuesto PAIS con diferentes porcentajes para la compra de divisas para importaciones.
“Por lo menos de acá a la elección primaria y lo que viene después, queda la absoluta claridad en negarse a modificar el valor de la moneda, que es un tema que en la coyuntura en particular es la mayor exigencia. El tema de la moneda y de la brecha ha llevado a esta situación, de nuevo otra vez con una pseudocomplicidad del Fondo. Está claro que la administración quiere llegar a las PASO sin devaluar, no quiere llegar rompiendo con el FMI ni que éste rompa, no quiere que la brecha se le escape de una magnitud aceptable, yo diría entre 90 y 100 por ciento. Si alguien dijera que eso se queda ahí, firman ya”, aseguró el economista Carlos Melconian.
“El blue no sube por las medidas. Sube porque las medidas son malas y no hay acuerdo todavía”, comentó Carlos Rodríguez, ex viceministro de Economía y actual asesor económico del espacio político de Javier Milei.
“Seguimos en un escenario de gran debilidad, con escasez de dólares y abundancia de pesos. No salimos del escenario recesivo, con lo cual no sobran muchos pesos para que veamos una gran suba del dólar. El consumo va a mostrar una caída con la aparición de los nuevos impuestos”, aportó el analista y asesor de negocios Salvador Di Stefano.
“El FMI lo que va a querer es tener la certeza de que no van a usar sus dólares para intervenir en el mercado”, afirmó a FM Milenium el economista Miguel Kiguel, titular de Econviews. “El Gobierno necesita eso para llegar a las PASO y creo que en principio anunciará algo bastante tímido que claramente no es suficiente y después tendrá que pensar cómo llegan hasta las elecciones generales”, añadió.
“El Gobierno recurrió a impuestos a las importaciones y nuevos adelantos impositivos para realizar un ajuste ‘heterodoxo’ sobre el comercio exterior y las cuentas públicas a tres semanas de las PASO. De esta manera usa la misma ‘receta’ aplicada en el pasado para ‘manejar’ los desequilibrios externos y fiscales respetando el mandato de no devaluar como promueve el FMI”, subrayó Delphos Investment.
”El resultado fiscal (de junio) registrò el déficit mensual más grande del año, dato que se difundió en medio de las negociaciones con el FMI. Dado que el escenario actual refleja un déficit primario más cercano al 2,5% que al 1,9% establecido originalmente, quedará esperar a la definición a la que lleguen el gobierno y el FMI respecto al desequilibrio fiscal actual”, señaló la consultora ACM.
Impacto inflacionario
La decisión de implementar un nuevo dólar agro y de aplicarles el impuesto PAIS a las importaciones volverá a presionar a los precios, lo que supondría un nuevo escollo para las aspiraciones electorales de Massa. Los economistas privados coinciden que las dos medidas volverán a acelerar la inflación en Argentina.
“Siempre que hubo un dólar agro, la sobreemisión de esos pesos terminó impactando tanto en la inflación, acelerándola, como en el dólar”, resume el analista financiero Christian Buteler. “Son medidas inflacionarias en el corto plazo, al igual que las versiones anteriores de dólar soja. Más aún porque suben el precio de las importaciones”, coincide Amilcar Collante, economista de Cesur.
En sintonía, el economista Matías Surt, de Invecq, recordó: “Estas medidas son devaluaciones parciales encubiertas”, por lo que “el primer impacto va a estar sobre los precios”. No obstante, recordó que “la magnitud de ello dependerá de qué porcentaje de las importaciones sea alcanzado por el impuesto”.
Eso, añadió, “genera otro problema que es el de la discrecionalidad al momento de afectar a determinadas partidas y a otras no” en la aplicación del impuesto. “Se abre un espacio para la decisión por parte de funcionarios de la misma manera que pasa con las Licencias No Automáticas, y eso no es lo recomendable”.
Para el economista jefe de Ecolatina, Santiago Manoukian, era esperable que este año las medidas respondiesen más al desafío de retener reservas que a cómo acumularlas. En esa búsqueda, cabía esperarse que el Gobierno siguiera ampliando los desdoblamientos, o devaluaciones parciales.
“Este desdoblamiento que estarían anunciando tiene riesgos asociados, tanto si se aplica al maíz, que tiene mucho más relevancia como insumo para la producción de las carnes, como si se pone un impuesto y se encarecen las importaciones. Eso también va a generar un tránsito a los precios. Por lo tanto hay un impacto de mayor inflación de cualquiera de estas medidas, que apuntan a ser medidas que uno podría denominar como el mal menor”, expresó.
Para el economista, a ojos del Gobierno, “el mal mayor sería evitar un salto discreto del tipo de cambio oficial”. Con esa perspectiva, añadió: “Estos males menores apuntan a no convalidar un salto discreto del tipo de cambio. Sin un plan económico detrás, con esta escasez aguda de reservas, incertidumbre y falta de confianza, una devaluación desordenada probablemente generaría una espiralización de precios sin un efecto positivo de esa mayor competitividad”.
Devaluación encubierta
Por el lado del impuesto PAIS a las importaciones, Bruno Panighel, de Parakeet Capital, hizo hincapié en que todavía resta ver a qué va a afectar. Pese a ello, señaló: “Los economistas la llamamos devaluación fiscal. Es lo mismo que una devaluación, pero el Gobierno recauda el impuesto”.
“Los efectos son los tradicionales a la aplicación de cualquier impuesto: una suba del precio y una reducción de la cantidad demandada de forma interna. El consumidor argentino pierde posibilidades de consumo y el productor nacional gana terreno para vender sustitutos -que antes no vendía- de los bienes importados que ahora son más caros por ese impuesto”, dijo Panighel y subrayó: “El Gobierno recaudará más, pero posiblemente lo gaste en lo que queda del año electoral, no contribuyendo de forma sustancial a la baja del déficit”.