Las licencias no automáticas crecieron, pero su impacto en las importaciones fue menor. Eso desactivó los conflictos comerciales.
La crisis internacional de finales de 2008 extremó las iniciativas de expansión comercial de la mayoría de los países y, por ello mismo, las medidas de protección de la producción local que cada uno de ellos implementó.
La “guerra comercial” produjo acciones y reacciones entre las diferentes naciones, que en el caso de Argentina fueron particularmente fuertes con China y, en menor grado, con Brasil. Pero a lo largo de 2010 la gestión de la política comercial nacional mejoró ostensiblemente, amplió su protección de las manufacturas locales, minimizó el impacto sobre sus socios estratégicos y, en consecuencia, las empresas argentinas pudieron exportar cada vez con mayor normalidad.
Según datos oficiales, desde finales de 2008 el gobierno triplicó la aplicación de Licencias No Automáticas (LNA), una medida no arancelaria destinada a proteger la producción nacional. Se trata de un procedimiento administrativo que requiere la presentación de una solicitud u otra documentación -distinta de la necesaria a efectos aduaneros- al órgano administrativo pertinente, como condición previa para efectuar la importación de mercancías.
Argentina también extendió durante los últimos dos años los aranceles antidumping, los compromisos de precios y los acuerdos de monitoreo, entre otras medidas de protección.
Más licencias, menos impacto
El Ministerio de Industria reveló que a lo largo de 2008 se otorgaron 150 LNA, mientras que en lo que va de 2010 fueron 405. El dato revela que el Ejecutivo nacional profundizó su política de protección comercial en el marco de la crisis global.
Pero un dato complementario revela que el país no sólo aumentó sus medidas de resguardo sino también que “afinó el lápiz” para reducir el impacto que esas iniciativas le ocasionaban a las empresas locales: mientras que en 2008 las licencias impactaban sobre una importación de 3 mil millones de dólares, actualmente las 405 licencias otorgadas se aplican sobre productos que implican una importación anual de 1.500 millones de dólares.
Si bien es cierto que la recuperación de la economía mundial fue limando las asperezas que habían surgido entre los diferentes países por su comercio exterior, en el caso argentino también ayudó esta mejoría en la administración de la política comercial. Eso redujo las represalias -o la posibilidad de ellas- de las contrapartes, una situación que resultó evidente en el caso de China.
Durante buena parte del año algunas industrias locales -y los productores agropecuarios- se vieron perjudicados por el freno que impuso China a sus importaciones de aceite de soja argentino. Si bien argumentaba razones de índole sanitaria, la medida constituía claramente una represalia del gigante asiático por la extendida política de protección comercial que se implementó desde finales de 2008. Finalmente, la diplomacia comercial argentina logró reanudar esas ventas e incluso ahora se avanza en la diversificación de las exportaciones a China.
Esta política de aplicación de licencias -más amplia en cantidad de productos, pero a la vez más específica en impacto económico- está contribuyendo a que las empresas locales tengan más despejado su posibilidad exportadora. De hecho, durante mediados de año hubo versiones de represalias de Brasil por un supuesto freno a la entrada de sus productos alimentarios, una posibilidad que hoy parece muy remota.