La delicada situación del campo hace avizorar que en 2023 se repetirá el escenario que en 2018 llevó a Macri a volver al FMI
A mediados de 2018 el ex ministro de Economía Nicolás Dujovne decidió el regreso de Argentina al Fondo Monetario Internacional, al tomar un préstamo de 44.000 millones de dólares. En ese momento, una de las claves del desbarajuste económico fue que la cosecha de granos y oleaginosas flaqueaba mucho debido a la sequía.
En el primer año de macrismo, coincidente con la campaña 2016/17, la cosecha había sido abundante, de 137 millones de toneladas. Pero al año siguiente, una durísima sequía causaba un bajón productivo hasta 113 millones. Se perdieron 24 millones de toneladas de cereales y oleaginosas y eso afectó las exportaciones y en consecuencia el ingreso de dólares al país.
En su cierre de balance anual y presentación de las perspectivas para el año entrante, los analistas de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) acaban de prever un escenario muy parecido al que vivió Mauricio Macri en aquel momento, que fue un punto de inflexión en aquella gestión. El ex presidente solía repetir que la sequía le había sacado unos 8.000 millones de dólares. Por ahora, que se repita aquella pérdida es un escenario a confirmar (puede ser menor, puede ser mayor). Pero lo cierto es que de nuevo la sequía está metiendo la cola y causando un fuerte quebranto productivo.La BCR, en un informe publicado este fin de semana, vaticinó que la producción de granos del ciclo actual, que de nuevo está signado por la escasez notoria de lluvias, podría ser de 117,7 millones de toneladas, con una caída de por lo menos 16 millones de toneladas respecto de las 133 millones que se habían logrado en la campaña previa 2021/22.
Por ahora la bolsa rosarina estimó una caída de divisas agrícola algo inferior a la que padeció el gobierno macrista en 2018, de unos 4.000 millones de dólares. Esto está relacionado no sólo con el achicamiento previsible de la producción sino también con que el Gobierno, por medio del ministro Sergio Massa, lanzó dos operativos de dólar soja (un tipo de cambio mejorado para la oleaginosa) que causó un adelantamiento del ingreso de divisas, que luego faltarán en el balance del 2023.
Aún es prematuro hablar de ello, pero lo cierto es que por la sequía este análisis ya contabiliza una pérdida (real, no contable) de 16 millones de toneladas de granos, que a un precio promedio de 400 dólares FOB de exportación implicarían unos 6.200 millones de dólares menos de ingresos.
Sin embargo, todo podría ser mucho peor. Lo que se sabe hasta ahora es que la sequía diezmó bastante la producción de la llamada cosecha fina (trigo, cebada y otros cultivos de invierno), pero existe una gran incertidumbre de lo que pueda suceder con la cosecha gruesa (soja, maíz, girasol y otros cultivos “de verano”), que a su vez son los que aportan el filón de los negocios agrícolas.
El análisis rosarino reconoce que hay “incertidumbre acerca de lo que pueda ocurrir en cuanto al área efectivamente sembrada”. Ellos calculan que se han podido sembrar 39,3 millones de hectáreas, apenas un 2% por detrás del año anterior. Pero que los rindes serán más ajustados ante la falta de agua, y ello resultaría en una producción total de 117,7 millones de toneladas, la más baja desde la campaña 2017/18, ceñida también por una fuerte sequía”.
De allí la inevitable comparación con el año en que Argentina decidió volver al FMI.“De todas maneras, no debe soslayarse que, respecto de la cosecha gruesa, los números de producción son tentativos, y lo que ocurra efectivamente con el clima será fundamental para ver finalmente cuál es la producción obtenida en el nuevo año. El panorama actual para el verano en cuanto a la cuestión climática se mantiene complicado. Las probabilidades de que el evento Niña se mantenga hasta el trimestre enero-marzo siguen siendo elevadas. Si bien depende de cada región, la realidad es que se está atravesando la época crítica sin reserva de agua”, aclaró la BCR.
La proyección de la Bolsa de Rosario es que la menor producción esperada en el ciclo 2022/23 impactará de lleno en los volúmenes de exportación de granos, que retrocederían hasta 27% respecto del año anterior. Pero las plantas aceiteras ubicadas sobre todo sobre la hidrovía continuarían captando la soja disponible, y por lo tanto el volumen de industrialización se podría mantener, lo que no reduciría tanto los volúmenes de exportación de harina y aceite de soja, principales fuentes de divisas de Argentina.
De las 117 millones de toneladas proyectadas se destinarán casi 46 millones directos a la exportación y 54 millones para uso industrial. En total, Argentina quedaría en condiciones de vender al mundo unas 82 millones de toneladas de granos, aceites y subproductos de la campaña 2022/23. Esto, comparado con las 100 millones de toneladas embarcadas en el ciclo 2021/22, implica una caída de los volúmenes de nada menos que 20%.
De estas exportaciones agrícolas dependen varias cosas, en clave macroeconómica. Por un lado, el ingreso de divisas (solo este rubro explica 40% de las exportaciones total del país), y por el otro lado el impacto sobre la recaudación fiscal, por cuanto los granos pagan retenciones que llegan al 33% en el caso de la soja y sus derivados.