Menores ingresos y acceso al mercado financiero, extensión de la jornada laboral y naturalización de las tareas de cuidado son algunos de los factores que inciden en la agudización de este este fenómeno
Encontrar trabajo es más difícil para las mujeres que para los hombres. Pero ¿por qué ocurre esto, cuando la libertad de trabajar por decisión propia y en condiciones dignas, equitativas y seguras tendría que ser igual tanto para hombres como para mujeres?. La brecha de género está sustentada en un paradigma caracterizado por los estereotipos de género existentes en las empresas, en las organizaciones y es un problema cultural que se manifiesta en las diferencias notables en el acceso que tienen las mujeres en diversos ámbitos de actuación tanto privados como públicos.
Uno de los ejes de debate se centra en la búsqueda de la igualdad en el acceso al mercado laboral, y en el mundo de las finanzas. De lo que se trata es de garantizar la autonomía en el ejercicio de sus derechos a las mujeres que incluye el derecho a trabajar. Para cerrar la brecha, hay que lograr igualdad en la remuneración entre hombres y mujeres, eliminar la discriminación y frenar la segregación profesional.
Reducir las brechas de género a escala mundial podría promover una mejora en el Producto Bruto Interno (PBI) de los países, mejorar el rendimiento de la economía, y disminuir los niveles de desigualdad. Sin embargo, son muchas las deudas pendientes para disminuir esta brecha a nivel internacional y también en nuestro país.
“Reducirlas podría impulsar el producto bruto interno de los países y mejorar el rendimiento de la economía (OIT). Se estima que las pérdidas para una economía derivadas del des-empoderamiento económico de las mujeres oscilan entre el 10% del PIB en las economías avanzadas y más del 30% en el sur de Asia y en Oriente Medio y el norte de África (FMI)”, precisó Virginia Giordano, magíster en economía y coordinadora de Investigaciones de Idesa, quien participó en el webinar “Brecha de género en el mercado laboral, educación y finanzas. Desafíos y perspectivas”, organizado por Idesa, Ieral de la Fundación Mediterránea y la Asociación de Mujeres de Economía y Finanzas de Córdoba (ME&FIN).
Aunque las mujeres aumentaron su participación en el mercado laboral desde la década de los años 60, ésta sigue siendo todavía menor que la de los hombres y sobre todo, lo hacen en condiciones desiguales.
Uno de los primeros resultados que se observan en el mercado de trabajo es el menor acceso al mercado laboral, medido por la tasa de actividad. Cincuenta y seis por ciento de las mujeres trabaja o busca trabajo, mientras 80% de los varones lo hace, según indica la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) de 2021. “Esta brecha es mayor cuando las mujeres tienen menores ingresos, menor nivel educativo e hijos pequeños. La tasa de empleo, que exhibe la proporción de ocupados entre la población total, refleja el mismo fenómeno, con una diferencia de más de 20 puntos entre varones y mujeres”, detalló Giordano.
Cuando las mujeres están ocupadas, lo hacen en empleos distintos a los hombres. Ellas tienen mayor tendencia que los hombres a trabajar en empleos públicos y como asalariadas no registradas.
Paredes y techos de cristal
Una consideración importante que destacó la investigadora es que las mujeres realizan trabajos donde reproducen ciertos estereotipos de género, es decir ellas tienen trabajos relacionados con los cuidados y la reproducción humana, y los varones, con la fuerza y el ingenio. “Este fenómeno se conoce como “paredes de cristal”, y se refiere a los muros invisibles que segmentan el mercado de trabajo de acuerdo a los estereotipos de género aún vigentes. Estos trabajos además tienden a ser menos valorados por la sociedad, percibiendo las mujeres ingresos menores”, describió Giordano.
Cabe señalar que las que logran sostener sus trayectorias laborales, a pesar de los obstáculos enfrentados, experimentan una brecha más, que es la de acceso a los puestos jerárquicos o de decisión, lo que se conoce como “techos de cristal”. De acuerdo con la EPH del lnstituto Nacional de Estadísticas y Censo (Indec) en el tercer trimestre de 2021, 10% de los hombres accede a puestos jerárquicos, versus 5% de las mujeres.
Este acceso desigual se traduce en diferencias de montos de ingresos que perciben los varones y las mujeres. “Las mujeres ganan en promedio un 26% menos que los varones ($39.404 versus $53.213) con los ingresos provenientes de la ocupación principal. Estas diferencias se acentúan si la mujer trabaja en un puesto no registrado y a menor nivel educativo”, comparó Giordano.
La brecha es explicada en parte por la menor dedicación horaria de las mujeres al trabajo remunerado (34 horas semanales versus 44 horas semanales los hombres), y el menor salario percibido por hora.
Extensión de la jornada laboral
La menor dedicación al trabajo remunerado es en parte explicada porque las mujeres durante el día deben además dedicar su tiempo al trabajo doméstico (tareas de cuidados). En este escenario complejo, el reparto desigual de tareas domésticas puede asociarse a desigualdades en el mercado de trabajo, y sobre todo, en la extensión de la jornada en el mercado laboral. “Del total de personas que realizan las tareas de la casa, un 72% son mujeres y un 30% son varones. Las mujeres dedican 6,4 horas diarias versus 3,4 horas diarias que ocupan los hombres”, precisó la especialista de Idesa.
Por otra parte, la maternidad, es un factor importante que acentúa las brechas de género. Según la EPH del Indec la tasa de actividad de las mujeres se reduce sustancialmente (de 75% a 68%) cuando tienen hijos y la brecha -la diferencia entre participación de varones y mujeres- también aumenta.
Si se considera que la desigualdad de género es polifacética, no existe un único remedio que se pueda aplicar en todos los países por igual. “Las políticas recomendadas serían extender y fortalecer las redes de cuidados mediante guarderías y centros de primera infancia públicos de calidad, fomentar mejoras en la educación tanto para mujeres de bajo nivel educativo (terminar el secundario) como para mujeres de alto nivel educativo (insertarse en las carreras STEM) y modificar leyes para fomentar el cuidado compartido de los niños por parte de ambos padres y flexibilizar la jornada laboral durante los primeros años de vida de los niños”, propuso Giordano.
La brecha financiera
Según el Foro Económico Global de Davos, si todo sigue como hasta ahora, cerrar la brecha global de género llevaría 135,6 años y la brecha económica, demandaría unos 260 años, dos datos que implican, a primera vista, la necesidad de realizar una labor de reconstrucción del tejido social muy profundo con relación a la reivindicación de los derechos de las mujeres.
Las brechas de género pueden observarse en distintos espacios sociales donde las mujeres tienen un menor acceso que los hombres en determinadas variables. Una de ellas es el acceso al sistema financiero que puede considerarse como “lubricante” porque facilita el desarrollo de las actividades económicas y que también promueve la inclusión, entendida como acceso y uso de los productos financieros, un elemento clave para el desenvolvimiento diario y el crecimiento económico de los individuos.
“Por esto, analizado desde una perspectiva de género, el sistema financiero es un reflejo de las brechas en la situación laboral y de ingresos entre varones y mujeres, pero también puede ser un facilitador del empoderamiento económico femeninos mediante la inclusión financiera”, advirtió la periodista Paula Martínez, licenciada en Economía, periodista, y presidenta de la Asociación de Mujeres en Economía y Finanzas de Córdoba (ME&FIN).
En el área económica la brecha de género tiene como base una desigual distribución de las tareas domésticas no remuneradas y eso se refleja en menor participación femenina en el mercado laboral (hay 20 puntos porcentuales de diferencia entre varones y mujeres), más desocupación, mayor informalidad y menores salarios.
“Esto se plasma en una gran desigualdad en la distribución del ingreso. Si se divide a la población por deciles de ingresos total individual; 38% de las mujeres está en los tres escalones más pobres mientras que sólo 22% de los varones se ubica en este nivel”, analizó Martínez.
En su análisis, la especialista en economía, menciona que los tres deciles de mayor ingreso, la relación es exactamente al revés. “En este punto, hay que resaltar que las mujeres más pobres tienen ingresos provenientes en su mayoría de planes sociales y jubilaciones (más de 60%), mientras que en los varones predominan los ingresos laborales (más de 70%). En el decil más alto, en cambio, no hay esa diferencia”, comparó la presidente de ME&FIN.
Según un reciente análisis de Equifax, compañía global de Big Data & Analytics, sobre el perfil de las mujeres argentinas entre 18 y 80 años, se observa que el salario promedio mensual es de $57.096 para esta franja de la población. “La generación X es la que percibe ingresos mensuales más altos, en el orden de los $75.124; le siguen las baby boomers, con $63.501; las millennials, con $53.189; las pertenecientes a la “generación silenciosa” (mayores de 75 años), con $44.743 y, por último, las centennials con $25.456, quienes, por su edad, en ocasiones se insertan al mundo del trabajo a tiempo parcial en base a su propia elección”, señalaron en el estudio de Equifax.
Bajo el universo de mujeres que tienen empleo formal, 57% es trabajadora independiente, monotributistas o autónomas y 43% trabaja en relación de dependencia. Las principales actividades de empleo registradas están relacionadas al servicio doméstico, tratamiento de belleza, limpieza y peluquería (24%), comercio (21%), educación y servicios profesionales (16%), salud humana y servicios sociales (11%) y por último servicios inmobiliarios (3%).
Brecha patrimonial
Otro aspecto a considerar es que la diferencia de ingresos también se refleja en la brecha patrimonial. Si se toman como referencia las presentaciones de Bienes Personales que elabora la AFIP, se observa que sólo un tercio de quienes son contribuyentes de este impuesto son mujeres. “Además, el monto de sus bienes es menor ya que representan 28% del patrimonio sujeto al gravamen. En promedio, los varones tienen un valor de bienes 23% superior a las mujeres”, aportó Martínez.
Un tema a considerar es que en el sistema financiero, la tenencia de cuentas bancarias siempre tuvo un diferencial a favor de las mujeres pero durante la pandemia esta brecha se cerró. En junio 2021, alrededor de 91% de los adultos de ambos sexos tiene una.
Esto, sin embargo, no obedece a que las primeras tengan mayor actividad económica, sino que entre ellas predominan las cuentas previsionales y de planes sociales. Los varones, en cambio, tienen más cuentas sueldo y cuentas corrientes.
Otro dato interesante de analizar es que en la pandemia se observó la multiplicación de personas con cuentas o billeteras virtuales (CVU), para llegar a 36%, similar entre ambos géneros.
Acceso al crédito
Donde se ve la mayor desigualdad es en el acceso al crédito, pese a que las mujeres evidenciaron un mejor comportamiento de pago, según el Banco Central. En los últimos años, la brecha había mostrado una tendencia a achicarse, pero esto se revirtió en la pandemia. En junio de 2021, 50,6% de los adultos varones tenía un financiamiento, en contraste con sólo 45% de las mujeres.
La diferencia se explica, casi en su totalidad, por los préstamos de bancos privados ya que en los bancos públicos y los proveedores no financieros de crédito (tarjetas no bancarias y otros), la participación es similar.
Más allá de la cantidad de deudores, la mayor brecha se produce en los montos. Los varones tienen saldos deudores que superan en más de 40% al financiamiento que tienen las mujeres. Esto se ve en todos los segmentos: bancos públicos, privados y proveedores no bancarios. En este punto hay que agregar que 59% de las mujeres entre 18 y 80 años tienen acceso al menos a un producto financiero. En tanto, 43% posee únicamente tarjetas de crédito; 10% suma préstamos a su portafolio de crédito, mientras que 6% elige utilizar sólo préstamos (4,6%) o cuentas corrientes (1,3%).
En cuanto al tipo de entidad predilecta para buscar crédito, la banca está en el tope del ranking con 69,43%, le siguen las tarjetas con 12,61%, retails con 8,74%, financieras 7,58% y fintech 1,64%. Además, en el último año el 64% de las mujeres que ingresaron al mundo del crédito lo hicieron a través del producto tarjeta de crédito, 26,03% con un préstamo y 9,63% por medio de una cuenta corriente.
En lo que hace al ratio de endeudamiento mensual, las centennials son las que marcan la cifra más alta con un 33,58 % de sus ingresos, seguidas por las millennials (29,48%), la generación X (25,19%) las baby boomers (23,03%) y la generación silenciosa (22,61%).
Un dato relevante es que más de 80% de las mujeres con acceso al crédito presentan buen cumplimiento con sus obligaciones de pago. Si bien en 2019 y 2020 se observó un deterioro en el comportamiento respecto al año anterior, la tendencia comenzó a marcar una recuperación positiva (84,22% en 2018; 81,69% en 2019; 81,87% en 2020 y 82,39% en 2021).
Finalmente, a la hora de dimensionar el acceso a productos de crédito según zona de residencia, en Patagonia lo hace 61% de las mujeres, en CABA y Cuyo un 60%, en NOA y GBA 59%, en el Centro 58 %, y por último en NEA 57%.
“Los resultados que arroja nuestro análisis ponen de manifiesto que, si bien se ha avanzado, aún hay mucho camino por andar y ganar en cuanto al acceso de las mujeres a productos crediticios. El conocimiento profundo del perfil de este segmento le permite al ecosistema del crédito diversificar la oferta de productos y servicios, ampliando de esta manera las posibilidades de inclusión financiera”, explicó Martina González, gerente de Marketing y RRPP para Equifax Argentina.
Participación y educación
En el tema de la brecha de género se evidencia además una escasa representación de mujeres en las carreras STEM y esto podría deberse, al menos en parte, a los estereotipos en la educación que podrían acentuar las brechas laborales entre mujeres y varones. Así lo sugiere Laura Caullo, economista e investigadora de Ieral, quien fue otra de las disertantes en el webinar de Idesa.
La educación en las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM) tiene un papel fundamental en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptada por Naciones Unidas. De los compromisos asumidos por los estados miembros, se destaca el ODS 4, sobre educación de calidad, inclusiva, equitativa y que promueva el aprendizaje continuo para todos y el ODS 5, sobre igualdad de género y empoderamiento de mujeres y niñas.
En la educación primaria, las ciencias y las matemáticas son parte de los planes de estudios básicos a nivel mundial, con esto se espera que tanto niñas y niños tengan la misma exposición a estas disciplinas. Sin embargo, pareciera que las niñas pierden interés en las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, con la edad y en mayor proporción que los niños.
El estado de situación del mercado laboral argentino, exhibe importantes asimetrías de género, donde 4 de cada 10 mujeres se encuentran en la población económicamente activa, mientras el mismo guarismo para los varones es de 5 de cada 10. “Entre quienes participan, 4,3 millones de mujeres enfrentan dificultad laboral, es decir, son asalariadas sin registrar, trabajan de manera independiente con baja calificación y retribución o están desocupadas”, señaló Caullo.
Además se observa que las mujeres con mayor posibilidad de ser vinculadas con un empleo, son aquellas que poseen estudios superiores, 5 de cada 10 mujeres ocupadas poseen estudios superiores, a la vez que dicha métrica resulta de 3 de cada 10 varones.
Por esto, reconociendo las desigualdades en el mercado laboral, se estudian las oportunidades para revertir tales asimetrías a partir de las carreras del futuro, es decir, las carreras relacionadas a las Ciencias, Tecnologías, Ingenierías y Matemáticas (STEM). “En la era digital y de la información que se transcurre actualmente, la participación de las mujeres en esta área significa una oportunidad para reducir brechas salariales, mejorar las condiciones laborales y permitir mayores posibilidades de participación económica”, reflexionó.
Entre los resultados encontrados se destaca el hecho de que las mujeres están poco representadas entre los egresados universitarios de carreras STEM. “En Argentina sólo uno de cada tres graduados es mujer. Esto constituye un problema y un desafío dado que los empleos vinculados a estas disciplinas se caracterizan por requerir habilidades no rutinarias que acabarán desplazando en participación laboral a múltiples puestos de trabajo en sectores tradicionales y al mismo tiempo, son mejor remunerados”, indicó Caullo.
Las brechas de género existentes desde la concepción de estas actividades implican un serio riesgo de que los empleos del futuro acaben reproduciendo inequidades similares o incluso superiores a las actuales. La investigadora considera que las niñas se encuentran frente a obstáculos para orientarse a disciplinas STEM desde edad temprana: los estereotipos preexistentes afectan su interés y confianza para desempeñarse en los ámbitos mencionados.
El análisis de las pruebas Aprender 2019 muestra un rendimiento poco satisfactorio para ambos géneros: “Setenta y dos por ciento del total de alumnos no supera el nivel básico de matemáticas mientras que para lenguas dicho guarismo es de 39%. Al mismo tiempo, los varones obtienen mejores calificaciones en matemáticas (una asignatura STEM); mientras que, en lenguas, las mujeres obtienen un desempeño levemente mejor que el de los varones”, concluyó Caullo.