Inició ayer su tercer mandato presidencial. Comparaciones y proyecciones para el futuro argentino.
Finalmente se produjo el cambio de gobierno en el vecino del norte. Luiz Inácio Lula da Silva emprende su tercer período tratando de dejar atrás los años de Jair Bolsonaro, con la misión de recuperar la equidad social perdida sin comprometer la recuperación económica ganada. Los enormes desafíos político que enfrenta en un país dividido sirven de contexto para una Argentina que este año debe enfrentarse a las urnas y encauzar su economía.
En un año que empieza con un cambio tan grande vale la pena hacer un repaso por los puntos más importantes de la relación bilateral y las características de la economía de ambos países.
Comercio bilateral
Un informe de la consultora Abeceb, que sigue de cerca la realidad del país vecino, contiene un análisis de la relación bilateral de Argentina con éste , su principal socio comercial (aunque en algunos meses de este año lo fue China). En los primeros 11 meses del año, el intercambio ´mostró un déficit de US$2.238 millones para Argentina. Mientras las importaciones argentinas desde Brasil crecieron 33,7%, las exportaciones hacia Brasil lo hicieron al 13,1% interanual. Así las cosas, 2022 cerraría con un déficit bilateral para la Argentina de US$2.400 millones, muy superior al de 2021 aunque bastante inferior al rojo bilateral promedio de los 15 años que fueron de 2004 a 2018, en que el gigante del Mercosur se anotó un superávit anual promedio de US$3.500 millones en su intercambio con Argentina.
El informe analizó los principales sectores de intercambio, hasta abarcar 76% de las ventas argentinas a Brasil y 61% de las compras de ese origen, y detectó una importante merma del intercambio automotor. Las exportaciones argentinas de vehículos a Brasil ya en 2021 eran31% inferiores a las de 2010, por lo que entre esos años su peso se redujo de 43% al36,6% de las ventas argentinas al país vecino, que en buena medida se “primarizaron”, al punto que las ventas de cereales se duplicaron en valor y su cuota en la canasta de ventas a Brasil creció de 7 a 16,6%, casi diez puntos porcentuales. Los demás ítems tuvieron variaciones pequeñas.
Los vehículos también perdieron peso en las importaciones argentinas desde Brasil: en valor cayeron a la mitad entre 2010 y 2021 y perdieron casi diez puntos en la torta importadora bilateral, de 35,1 a 25,4 por ciento. Hierro y Fundición de Hierro y Acero fueron los ítems de ventas brasileñas a la Argentina que más avanzaron: agregados ganaron más de cinco puntos porcentuales en la canasta importadora argentina.
Inflación
Según proyecciones de la misma consultora, en 2023 la inflación en el socio mayor del Mercosur será de 4,8%, tras un 2022 en que cerraría en 5,7%, casi 17 veces menos que el guarismo inflacionario del 96% en que lo haría este año la economía argentina.
A mediados de año, en el pico del aumento de los precios internacionales de los alimentos y la energía debido al efecto de la invasión rusa a Ucrania, Brasil llegó a registrar una inflación interanual cercana al 11%, pero –dice Abeceb– “la fuerte respuesta del Banco Central derivó en un importante proceso de desinflación durante 2022, que continuaría el año próximo”.
Crecimiento
La comparación no favorece a Brasil en cuanto al nivel de actividad pues –de acuerdo con los cálculos de la empresa del ex ministro Dante Sica– mientras la economía argentina cerraría 2022 con un crecimiento del 5,5%, la del vecino país lo haría con 3,2%. Las distancias se achicarían en 2023: en un contexto internacional recesivo Brasil crecería apenas 0,7%, mientras la economía argentina desaceleraría aún más fuertemente, pero volvería a crecer –muy levemente- más que su socia del Mercosur, a una tasa de uno por ciento.
“La retracción de la economía de Brasil se dará fundamentalmente por una normalización de la actividad postpandemia, un menor crecimiento mundial, el efecto rezagado de la suba de la tasa Selic (la tasa de referencia del Banco Central) y el recorte del paquete fiscal extraordinario que dio el gobierno de Bolsonaro en el contexto de las elecciones”, dice un pasaje del informe, que recuerda que ya en agosto y septiembre Brasil se desaceleró y creció solo 2,4%, nivel por debajo de la etapa de prepandemia y lejísimos del exuberante 18,7% que había alcanzado en un momento de 2011.
Lula asumirá en un contexto en el que el sector de bienes y el comercio crecen, pero a solo un 0,7%, mientras que las actividades de servicio llevan cinco meses consecutivos de crecimiento y registran un alza del 1,1%, el nivel más alto de la serie. Aún así, la tasa de desempleo bajó 3,9% en el tercer trimestre respecto del mismo período de 2021 y llegó al nivel más bajo desde 2015.
¿Una moneda común?
La semana pasada, el ministro de Economía, Sergio Massa, realizó un viaje a Brasil con el objetivo de avanzar en la agenda de integración regional esperanzado en la asunción de Lula.
Massa se reunió con Geraldo Alckim, vicepresidente y ministro de Industria y Comercio de Brasil, y con el ministro de Economía, Fernando Haddad. En el encuentro se trataron los temas del gas como energía de transición, el financiamiento del comercio exterior, el futuro de integración Argentina-Brasil, el trabajo de intercambio de monedas y el proyecto de una moneda común.
Pese al anuncio del proyecto, los expertos consultados por este medio se mostraron escépticos e incluso rechazaron la idea de una moneda común, ya que al tomar al euro como ejemplo, queda claro que la política argentina no está preparada para un manejo autónomo de la política monetaria.
El principal argumento de los detractores es que se perdería la posibilidad de usar la política monetaria como otra herramienta más de la gestión política de la economía. Dejar en manos de Brasil el destino de nuestra moneda significaría quitarle a los gobiernos la posibilidad de empobrecer a la población a través de la emisión descontrolada bajo la ilusión de que se tiene más dinero en la mano.
Algunos especialistas señalan que sería una especie de reedición de la convertibilidad con el dólar, pero con respecto a Brasil. Así, la emisión estaría vedad a la voluntad de los gobiernos de turno, ya que debería ser acordada con el país vecino, mucho más cauto a la hora de manejar su banco central.
Uno de los argumentos a favor de una divisa en común es respecto a la posibilidad de facilitar los intercambios entre los dos países, reduciendo la dependencia argentina del dólar. Esto es importante por cuanto la visión de Lula es volver a convertir a Brasil en una potencia regional de peso, por lo que el comercio aceitado con Argentina resulta vital para sus intereses.
Las mayores dudas al respecto llegan en el punto de la implementación. Con una Argentina tan indisciplinada en términos de gasto público y control del déficit, resulta difícil imaginar que pudiera someterse a los dictados de Brasil. A partir de la experiencia europea se sabe que la estabilidad macroeconómica y la solidez institucional son dos requisitos fundamentales para empezar a hablar de un proyecto de tal envergadura. Resulta difícil pensar que pueda prosperar algo así cuando el mismo Mercosur está empantanado desde hace años, arrastrando más problemas que la momento de su creación.
Política y relaciones comerciales
Aunque se descuenta que gobierno de Alberto Fernández tendrá con el de Lula una mejor relación política que la muy tensa que mantenía con el de Jair Bolsonaro, eso no necesariamente mejorará la relación comercial ni el grado de integración entre los dos socios mayores del Mercosur. “El flujo comercial no debería variar sustancialmente pues faltan propuestas concretas para superar cuestiones estructurales”, dice el informe.
Según Abeceb, los principales obstáculos para la integración son volatilidad y políticas macroeconómicas incompatibles, baja competitividad sistémica, excepto en algunos sectores de alimentos y ciertos nichos industriales y de servicios; y escaso financiamiento para proyectos de integración regional.
Además, dice la consultora, en materia institucional la falta de rumbo del Mercosur (no es zona de Libre Comercio ni llega a ser Unión Aduanera), las barreras no arancelarias, la excesiva burocracia intra-zona y la escasez de acuerdos más allá de lo estrictamente arancelario (en Servicios, Inversión, Compras públicas, Propiedad intelectual y Normas técnicas y laborales) tampoco impulsan mayor fluidez productiva y comercial.
A ello se suman obstáculos sectoriales, debido al mayor tamaño relativo de las empresas brasileñas, problemas de infraestructura en ambos países y una estructura logística enfocada en el comercio extra-zona, amén de ausencia de fomento a nichos más competitivos o con mayor necesidad de inversión, como Software, Biotecnología, Energía, Infraestructura) y experiencias de políticas de “integración productiva” de pobres resultados.
Por último, el informe lista “trabas más específicas” como regímenes nacionales de promoción (Automotriz, Maquinaria, Bienes de Capital, Electrónica de consumo), diferencias regulatorias (en los sectores farmaceútico y alimenticio) y barreras fitosanitarias, cuestiones que no se resuelven con abrazos y palmadas en los hombros, sino con negociaciones efectivas y real voluntad de integración.
El nuevo gobierno de Brasil presenta una serie de incógnitas para Argentina, pero también es una oportunidad para la recuperación económica. Para ello es importante que la demagogia y los símbolos partidarios dejen lugar al más frío pragmatismo económico, que permita ayudar a la mejoría económica de todos los países de la región.