Para la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, ello se debe a la convergencia de los déficit de empleo, precariedad laboral y pérdida del poder de compra de los ingresos. Es la más alta de los últimos cuatro años
En el segundo trimestre de 2019 el Índice de Fragilidad Laboral (IFL) tuvo un valor de 0,397, que indica que la estructura actual del mercado se distancia de aquella considerada como ideal (39,7 puntos). El valor es el resultado de la convergencia de los déficit de empleo de 24 puntos, y de niveles de precariedad laboral y pérdida del poder de compra de los ingresos de 55 y 40 puntos, respectivamente, de acuerdo con el monitoreo que realiza la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET).
Así, la fragilidad laboral, entendida como la distancia existente entre las condiciones óptimas o deseables de la dinámica y funcionamiento del mercado de trabajo y aquellas efectivamente vigentes, se ubica en el nivel más alto de los últimos cuatro años.
El crecimiento de ese indicador -en línea con la evolución reciente de la actividad económica- se ha intensificado particularmente en el último año. Sucede que, “mientras se registró un incremento de 9% entre el segundo trimestre de 2016 y el mismo período de 2019, entre 2018 y 2019 reflejó un alza de 13%”, indicó la UMET en su informe.
La dinámica se repite en las tres dimensiones que componen el índice de fragilidad laboral: en los últimos tres años el déficit de empleo (grado de escasez de puestos de trabajo) creció 25%; la precariedad laboral (calidad de la estructura de puestos de trabajo disponibles), 6%, y el indicador que mide la evolución de los ingresos de los hogares y su distribución, 5%, según el reporte. En el último año, por su parte, los aumentos registrados fueron de 17%, 9% y 16%, respectivamente, mostrando la mayor intensidad alcanzada en el último período.
Según región, género y edad
El análisis por regiones geográficas convalida las heterogeneidades espaciales existentes en el territorio nacional: el Gran Buenos Aires y el Noroeste Argentino (NOA) son las regiones que actualmente presentan mayor fragilidad laboral (40,4 y 39,4 puntos, respectivamente), con brechas de 7% y 4% respecto del índice nacional.
Por el contrario, la Patagonia constituye el área de mejor desempeño relativo: la fragilidad laboral (28,6 puntos) es 24% inferior a la nacional, y 29% menor que la del Gran Buenos Aires, detalló UMET.
Si bien todas las regiones geográficas experimentaron aumentos en el nivel de fragilidad laboral entre 2018 y 2019, Cuyo y el NOA son las que presentan mayores subas: 25% y 16%, respectivamente, ambos por encima de la dinámica media nacional.
Además, al examinar el diferencial de fragilidad entre varones y mujeres, éstas se ven más afectadas por el deterioro en las condiciones del mercado de trabajo de los últimos años. Así, entre las mujeres, el IFL mostró un valor de 39,3 puntos en 2019, esto es 15% superior al nivel de 2018. Entre los varones, en cambio, alcanzó 38,2 puntos, siendo 11% mayor al nivel de fragilidad del año previo.
Finalmente, en la medición entre jóvenes y adultos, resulta que los primeros presentan, a lo largo de todo el período, mayor fragilidad: en promedio 56% superior al de los adultos.
Respecto de su dinámica en el último año, cabe mencionar que aunque en términos relativos los adultos experimentaron un mayor crecimiento de la fragilidad laboral (17% versus 12%), en términos absolutos el incremento entre los jóvenes fue superior: creció 5,5 puntos, mientras que entre los adultos lo hizo 4,9 puntos.
Al primer trimestre de este año, es decir, enero-marzo, la región Pampeana que integra la provincia de Córdoba mostraba un Índice de Fragilidad Laboral de 0,369, indicando que la estructura actual del mercado laboral regional se distancia de aquella considerada como ideal en 36,9 puntos porcentuales.