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No es una u otra, son las dos

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Por María Lucrecia Gambone * exclusivo para COMERCIO Y JUSTICIA

La solución no es excluyente. En general, nunca lo es. Cuando estamos en presencia de un conflicto, debiéramos tener como premisa el hecho de que algo tendremos que ceder; sobre todo considerando que cuando existe más de un enfoque, ambos tendrán sus aspectos positivos y negativos. 

Estoy hablando del tema que tanto hemos tratado este año: la mediación presencial y virtual. Personalmente, lo que me ha llevado a incursionar en mediación es la sensación de que cuando hay un conflicto entre dos o más partes, se debe hacer lo máximo posible por el logro de la satisfacción de los implicados. Esto surge desde la sensación de mantener un equilibrio, de ser “justa” en la medida de lo posible. Por eso la pregunta básica y directa formulada a las partes es: “qué querés? o ¿qué necesitás?” Para partir desde allí e ir encontrando los fundamentos a dichos requerimientos, lo cual equivaldría a legitimar lo que cada una de ellas necesita, ya que por algo (realmente importante) dicha necesidad apareció en sus vidas, y para ambas tiene la misma relevancia. 

Cuando hablamos de presencialidad y virtualidad, podemos pensar en dos posiciones con intereses diferentes, todos los cuales son atendibles. Si observamos solamente a los intereses de la virtualidad, estaremos siendo parciales, e igual ocurre a la inversa. 

Con vocación mediadora, estoy convencida que no es una o la otra: son las dos con sus intereses, necesidades y fundamentos igualmente válidos. Entonces el desafío es el que tenemos siempre los mediadores: satisfacer los intereses de ambas partes, para lograr resolver el conflicto. Debemos entonces escuchar el por qué subyacente a cada posición, que no es más que un juicio emitido respecto a determinada cuestión. 

Cuando pretendemos solucionar un conflicto, no es todo o nada, sino que es de todo un poco. Así, debemos analizar las situaciones en las cuales la mediación presencial o la virtual es la más adecuada. Porque para el tratamiento de determinados conflictos lo es la virtualidad y lo mismo ocurre con la presencialidad. También examinar los casos en los cuales las partes acceden a la mediación de la mejor manera de acuerdo con los recursos que cuentan (tecnológicos, económicos, etcétera) y atender a cuestiones biológicas, de salud, de perspectiva de género, etcétera. 

Si pensamos en celebrar las mediaciones con modalidad presencial en 100% de los casos, seguramente no contemplaremos las necesidades de quienes por diferentes motivos optarían por resolver sus conflictos de manera virtual, y lo mismo ocurre a la inversa. Como profesionales mediadores no podemos pasar por alto ninguna necesidad; y esto es desde el momento en que la misma es solicitada. Si tenemos por norma la virtualidad o la presencialidad, ¿qué nos perdemos en cada caso? Hoy la regla (en los centros privados) es la presencialidad; siendo la virtualidad, la excepción. Debiéramos seleccionar casos que ameritan la virtualidad -como los civiles en los que intervienen compañías aseguradoras- en los cuales debiera ser la norma, sin necesidad de justificar dicha elección por parte de los requirentes. De todas maneras, dar lugar a la presencialidad siempre que algún participante lo solicite, ya que lo importante es resolver el conflicto en la modalidad en que cada cual considere la más conveniente. 

En otros tantos casos -cuestiones familiares e inclusive comunitarias o societarias- tener por norma la presencialidad, y que la virtualidad se convierta en la excepción, también atendible siempre y cuando las partes así la requieran por los motivos que consideren oportunos. Debemos trabajar en una nueva modalidad, que resulte en beneficio de la mediación en su más amplio sentido.

Cuando nos desempeñamos en diferentes ámbitos, la premisa es dar tu máximo posible y entiendo que en mediación implica realizar un análisis pormenorizado de los casos que los llevarían a esa magnitud. Ciertas cuestiones tratadas de manera virtual no llevan a la mediación a su máximo potencial. Igual ocurre con la presencialidad. Administrativamente los procedimientos deben ser lo más simples posibles. Y quienes vivan la mediación, lo debieran hacer lo más fluidamente posible. En beneficio de todos. 

No podemos pensar igual y actuar igual, en un contexto que no permanece igual, dijo Maxwell. Por algo estamos inmersos en este debate, por algo nos cuestionamos la metodología de trabajo, y por algo tenemos este desafío enfrente. Los desafíos son movimiento, nos dan vida, nos colocan ante un objetivo o un logro aún incierto, pero existente. La adrenalina del desafío es para mí un placer. Porque entiendo que, si hay cuestionamientos por hacerme, estoy en camino de algún descubrimiento, aprendizaje y/o crecimiento. 

Entonces, podemos sentarnos y realizar comprometidamente un análisis FODA de ambas modalidades, y con conciencia y honestidad respecto de lo que hablamos, arribar a conclusiones que nos pongan de cara con nuestra actividad profesional. 

Deseo que la mediación sea un espacio agradable, ameno, amigable, positivo y serio. Para esto, las partes, los mediadores, abogados, expertos y demás participantes deben percibirlo así; de lo contrario, hay algo estamos haciendo de manera inadecuada y debemos subsanarlo a favor de todos los implicados. Porque la mediación somos todos los que participamos en ella, y porque gestionándola la institucionalizamos y generamos su identidad.

¿Qué tipo de mediaciones dan su máximo potencial celebrándolas de manera presencial o de manera virtual respectivamente? ¿En qué casos ambas modalidades son válidas? 

Ahora les comparto un concepto de elaboración propia, porque entiendo que es el momento para transmitirlo y para utilizarlo, porque de hecho creo que su aplicación es la fórmula para todo. Ahora vamos…entiendo al amor como darle a cada persona, situación, animal u objeto, lo que necesita en su justa medida. Si procedemos así en el trabajo, lo vamos a llevar al máximo, igual con nuestros hijos: los vamos a llevar al máximo, y si procedemos así al prepararnos la cena, también la vamos a llevar al máximo. Estaremos siendo amorosos con nuestros hijos, siempre y cuando les ofrezcamos lo que ellos necesitan de manera particular; no son todos iguales. Con la mediación ocurre lo mismo. No todos los procesos de mediación son idénticos; por el contrario, son diferentes y cada modalidad de mediación implica la cobertura de diferentes necesidades. Entonces ¿qué necesita la mediación de nuestra parte para llevarla a su máximo potencial? ¿Las podemos tratar a todas del mismo modo? 

Para una próxima oportunidad, me gustaría que nos auto observemos para poder identificar cómo estamos mediando y qué estamos haciendo como profesionales en la provincia de Córdoba. Porque la mediación somos la totalidad de los que intervenimos y el discurso social de lo que la mediación es en Córdoba, depende de todos los actores sociales que participamos en mediación. 

El gato le dijo a Alicia: “si no sabes adónde quieres ir, ¿qué importancia tiene el camino que elijas?”. No es una u otra. Son las dos. 

* Licenciada en comunicación social institucional y administradora de RRHH – Directora de Mediar Centro de Mediación – Mediadora, formadora, especialista en mediación familiar, políticas públicas y justicia de género

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