La salida de Diana Mondino de la Cancillería era, entre los periodistas, un plazo fijo. Que se renovaba regularmente. El enfrentamiento con la secretaria general de la Presidencia y hermana del primer mandatario, Karina Milei, pronosticó más de una vez que la banquera cordobesa dejaría la Cancillería.
En el entretiempo, la hermana presidencial le intervino el Ministerio con una persona de su confianza en el puesto clave de fijación de políticas, luego le sustrajo el manejo de Marca País, el mayor proyecto transversal del área en el mundo, le quitó la Agencia Nacional de Promoción de Exportaciones e Inversiones (AAICI), para finalmente nombrarle un viceministro.
El hecho mismo de la salida de Mondino por una votación “fallida” de la delegación argentina ante la Asamblea General de las Naciones Unidas está teñido de un manto de oscuridad e intrigas. Primero porque Cancillería maneja una gran cantidad de posiciones, votos y posturas del país en una gran variedad de organismos internacionales, las que son manejadas con distintos mecanismos de control por parte de las máximas autoridades del Ejecutivo nacional.
Pero la votación de la Delegación Oficial ante la Asamblea General de la ONU está fuera de esa categoría. Operadores diplomáticos consultados por la prensa recuerdan que no hay votación ante la Asamblea General que no tenga un chequeo directo con la cabeza misma del poder ejecutivo. Todo lo cual abona incluso teorías que hablan de una “cama” o una operación armada en los pasillos más oscuros de la Casa Rosada para provocar la salida intempestiva de Mondino, movimiento que si fue provocado, verdaderamente superó cualquier límite en cuanto al timing para hacerlo.
Al día después de que el presidente argentino “echara” a la Canciller argentina, justo en un momento en que el mundo está conteniendo la respiración ante la inminente definición de las elecciones de los Estados Unidos, ya se palpa y no sólo en el país sino especialmente en el país del norte, el malestar por el fortísimo movimiento político decidido por el Gobierno argentino justo en un momento en que nadie mueve una sola pieza en el ajedrez mundial, ante el escenario imprevisible que se abre sobre todo en el mundo occidental cuando las opciones políticas que se enfrentan en la primera potencia económica mundial son tan polarizadas, como lo son hoy entre los proyectos de Donald Trump y de Kamala Harris.
En ese mundo en el que la moneda está en el aire, el Gobierno argentino patea el tablero y decide eyectar a su Canciller por una votación en la que coincidió el 98,4% de los países del mundo representados en las Naciones Unidas: el inaceptable e injustificable bloqueo comercial y financiero contra la isla de Cuba después de 66 años condena a ese país y a su población a un subdesarrollo eterno, viola todos los principios del comercio internacional y no construye ninguna posibilidad de cambio en la isla, si es que esa fuera la intención de quienes impulsan el bloqueo.
Es tan obvio el voto contra el bloqueo a Cuba que en el mismo sentido coincidieron 187 países, incluyendo todos aquellos que son conducidos por la misma línea política que sigue el gobierno argentino: El Salvador de Bukele; la Italia de Giorgia Meloni; la Hungría de Víctor Orbán; así como las representaciones de muchos otros países que incluyen a la extrema derecha en sus coaliciones de gobierno.
Por eso, el discurso oficial de la supuesta “inaceptabilidad” del voto argentino como motivo del despido de la ahora ex canciller, carece de sustento, tanto como de sentido del momento o timing. Para peor, la medida no resuelve la fuerte interna que pervive dentro del Palacio San Martín por los cambios abruptos que se impulsan en la política exterior nacional y contra lineamientos de política que han marcado a fuego y por varias décadas las posiciones de la Argentina ante la comunidad internacional.
Sin dudas, si es que hay un lugar en la política desplegada por el gobierno de Javier Milei en que el país rompió con su tradición, este fue precisamente el de la política exterior. El gobierno de ultraderecha inició un proceso de confrontación y realineamiento internacional que no dejó títere con cabeza y que incineró las páginas del best seller de Dale Carnegie, “Cómo ganar amigos”. Desde el Papa Francisco hasta los ataques a los presidentes de China, Colombia, México Nicaragua, Costa Rica, Chile, Cuba, México, Brasil y España, incluyendo incluso en algún momento al presidente francés, no hubo líder de peso global que no fuera señalado, cuestionado o atacado por el presidente argentino, quien por eso mismo goza de la más absoluta soledad en las (pocas) cumbres internacionales a las que asiste.
Completaron el cuadro de aislamiento internacional la salida inmotivada e intempestiva de la Argentina del grupo BRICS y las votaciones de la Argentina contra la Agenda 2030 de la ONU, por mencionar sólo algunos de los más importantes movimientos aislacionistas del gobierno argentino en los foros internacionales.
Algunos consultores económicos han señalado en las últimas horas, no sin razón, que el mensaje que deja el movimiento de piezas en Cancillería es grave, porque:
ignora el delicado escenario internacional abierto por la inminente elección estadounidense. Incluso desprecia la importancia de ese escenario.
ensancha el margen de incertidumbre del que ya goza la Argentina y que se refleja en un nivel de riesgo país equivalente al de países con bajísima calidad institucional.
revalida el mensaje de manejo autocrático del poder por parte del Ejecutivo nacional, que no es propio del sistema de vasos comunicantes que caracteriza a una república.
constituye un fuerte mensaje de que la política nacional está manejada de modo errático por los caprichos de dos personas, Javier y Karina Milei, a quienes nadie puede desafiar siquiera con una postura levemente diferenciada.
Por ùltimo, el mensaje oficial de la Oficina de Prensa de la Presidencia de que se abre en el país una “caza de brujas” a los diplomáticos o funcionarios que no coincidan de modo cerrado y estricto con los nuevos lineamientos de política decididos por Milei, eyecta por los aires cualquier concepto de “libertad” con que pueda identificarse el grupo de poder dominante en el país.
Cuesta creer que se haya anunciado a través de un comunicado que a partir de ahora se “auditará a todo el personal de Cancillería para identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad”. Es prueba suficiente para futuros juicios contra el Estado nacional por parte de cualquier funcionario que sea desplazado de sus funciones. Prueba de macartismo, prueba de persecución a personas por sus ideas, filiación u opiniones. Algo propio de otros tiempos oscuros que hemos vivido los argentinos y que creíamos haber dejado atrás hace mucho tiempo.