jueves 21, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

La importancia del rol del abogado en la mesa de negociación

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Por Adriana Orsi Stuckert *

Los mediadores tenemos como marcado a fuego que no mediamos solos, ya que hay una ley que incorpora al abogado al proceso de mediación judicial. El abogado es un invitado obligado y nuestra tarea siempre es, sin duda alguna, que participe activamente en la mesa de negociación. Nuestro trabajo es mediando con él, nunca a sus espaldas. Los abogados cumplen una función importantísima, que es la de asesoramiento de las partes en el proceso de mediación. Mucho se ha hablado acerca de la presencia de ellos en esta instancia, que procura la comunicación directa entre las partes.
Trabajar con abogados conocedores de nuestro procedimiento y de que la mediación es un método “autocompositivo” de resolución de conflictos, es un real deleite. Bien sabemos que son las mismas partes, con el asesoramiento de sus letrados y con la ayuda del mediador, quienes resuelven sus conflictos.
Los mediadores reconocemos que los abogados, por convencimiento sincero, llevan muchas veces a mediación los casos que tienen en su haber porque confían en nuestro desempeño y ponen en nuestras manos el manejo del conflicto. Allí surge lo primero que deben saber: que los mediadores no somos sus competidores sino colaboradores de la función social que “juntos” cumplimos. La tarea del mediador es incorporar al abogado a la mesa de soluciones y un buen mediador le hace saber de distintas maneras que es nuestro “aliado” en la búsqueda del acuerdo. Es función del mediador aclarar que no actuamos como abogados, aunque lo seamos, y que nuestra función es la de ayudar a las partes a trabajar unidas, con la inestimable ayuda de sus letrados, quienes son los que les brindarán asesoramiento jurídico oportuno.
Es función del mediador otorgar un real espacio al letrado, solicitándole un encuadre jurídico, además de los fundamentos de su demanda o defensa. Debemos dejar que se explaye y pueda justificar su intervención.
Nuestra tarea como mediadores es pedirle al abogado que colabore para que las aguas tomen el debido cauce, muchas veces apartándonos del iter jurídico y hasta borrando el discurso de los derechos, y reflexionando con las partes otras alternativas diferentes a las ya transitadas en el juicio.
Los abogados pasan a creer que nos transformamos en “dueños del juicio” que viene a mediación, cuando en realidad sólo lo somos del proceso de mediación, que encauza el conflicto por vías distintas de las que tomaron en el juicio pero no apropiándonos y borrando con el codo la ardua tarea del letrado, sino complementando su valiosa intervención.
Muchas veces notamos que los abogados se sienten como de más y prescindentes en la mesa de mediación. Allí sí es cuando el mediador debe evitar tal situación ya que, si la hubo, debe ser transformada a que el letrado se sienta parte de la ola en que nos trepamos con los participantes, para mirar de otra manera el conflicto que traen a mediación.
A veces los mediadores nos avocamos a convencer a los participantes de lo bueno que es mediar, cuando en realidad es también al abogado a quien debemos atraer a los beneficios en el caso concreto que nos derivan a mediación.
Los mediadores debemos comprender que los abogados traen sus casos como si fueran sus “criaturas”, ya que las han recibido, les han dado y visualizado el porvenir y a mitad de camino, cuando ya los vistieron y del otro lado les dieron fuerza para que se defiendan, tienen la gran posibilidad de transitar un nuevo camino. Allí es cuando el abogado debe entender que ya no tirarán uno para cada lado sino todos en sano equilibrio justo lo harán juntos, para el logro del acuerdo. Es el momento cuando los roles se marcan y cada uno debe comprender que sólo siendo y ocupando la silla en que nos toca sentarnos, podremos lograr la solución.
Quienes hemos disfrutado de la maravilla de teclear una máquina de escribir no podíamos hacerlo cuando alguna tecla no funcionaba bien. Si todas las teclas funcionaban bien, menos una, sin duda eso hacía una gran diferencia.
Para nuestro cuerpo de mediadores es nuestro mayor anhelo y para eso es nuestro compromiso, que nuestro grupo no sea como esa máquina de escribir, y que todos sus miembros trabajen ocupando el importante rol que les toca en el proceso de mediación. Ninguno tiene derecho a pensar “al fin de cuentas, soy sólo uno y sin duda no hago diferencia para la mediación”. Comprendamos que, para que un grupo pueda progresar eficientemente, necesita de la participación activa de todos sus miembros. Siempre que piensen que no lo necesitan, acuérdense de aquella vieja máquina de escribir y digamos al unísono: “Soy una de las teclas importantes y mis servicios son muy necesarios”.

* Mediadora, abogada

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