La negociación de Argentina por el pago a los “fondos buitres” se realiza en un marco en el cual los que reclaman el pago son los mismos que deciden si una nación incurre en default técnico y habilitan a que se pague a ellos mismos. Un escenario que, sin dudas, fortalece aún más la posición del país.
Los “fondos buitres” invirtieron en el último año una importante cantidad de dinero en seguros contra un default de la deuda argentina, con lo cual -si el país ingresara en una nueva cesación de pagos- ellos cobrarían automáticamente unos 2.000 millones de dólares por haber apostado en contra de Argentina. Esto es mucho más de los 1.336 millones que reclaman por los bonos de la deuda nacional todavía en sus manos.
Lo curioso es que estos “buitres” son, al mismo tiempo, parte de un comité internacional que determina si un país incurre en default técnico y habilita a que se pague esa clase de seguros, que se puede adquirir en el mercado de capitales.
Concretamente, los buitres son juez y parte de esta nueva gran estafa que formulan contra Argentina.
Los Credit Default Swaps (CDS) son seguros contra cesación de pagos que operan como cualquier instrumento del tipo derivado, que se comercializa en un mercado de capitales. Fueron diseñados por JP Morgan, banco acusado en los Estados Unidos de haber cometido un fraude sistemático con la venta de activos respaldados por las tristemente célebres hipotecas basura que desataron la gran crisis financiera internacional de 2008 y dejaron un tendal de ciudadanos estadounidenses en la calle.
Este instrumento empezó a cobrar especial interés cuando el juicio de los “buitres” en Nueva York comenzó a prosperar y encontró un aliado en el juez Thomas Griesa, quien en un fallo que pone en jaque a todo el sistema financiero mundial determinó que Argentina tenía que pagarles a los “buitres” la totalidad de lo que demandan.
A partir de ese momento, se disparó fuertemente la versión sobre la posibilidad de que Argentina entre en un default técnico si no acataba la decisión de Griesa, situación que beneficiaría a quienes compraron CDS.
Los “fondos buitres” fueron los que compraron deuda argentina a precio de remate y después no quisieron ingresar al canje ofrecido dos veces por el Gobierno nacional, con el cual ya de por sí habrían ganado una fortuna.
Ahora demandan en los tribunales de Nueva York cobrar el ciento por ciento de algo por lo que pagaron migajas y se proponen hacer pedazos el principio legal compartido mundialmente que rige los concursos de acreedores cuando un deudor presenta la quiebra. Esto le sucedió a Argentina en los primeros días de 2002 y ahora le ocurre a naciones de la zona euro, como Grecia y Chipre, más las que están en las puertas de un default.
La movida de los “buitres” pone en serios riesgos el rescate de las naciones europeas que están quebrando, porque prácticamente anula la posibilidad de cualquier renegociación de deuda. ¿Quién va a estar interesado en aceptar un acuerdo si sabe que en cualquier tribunal va a conseguir cobrar todo lo que pida?
Estos “buitres” son también los que forman parte del comité de la Asociación Internacional de Permutas y Derivados (ISDA, por su nombre en inglés), que debe determinar si un país ingresa en default y habilitar el pago de los CDS a quienes los hayan adquirido.
El ISDA lo conforman los principales grupos financieros de Estados Unidos, Europa y Japón, entre ellos, BlueMountain Capital, Citadel, Elliot Associates Elliott Management y Shaw Group, todos fondos buitres. Y también JP Morgan.
Estos “fondos buitres” son los que más CDS tienen en sus carteras, especialmente de países como Argentina, sobre los cuales ellos mismos, con sus ridículos reclamos judiciales, presionan para empujarlos a la situación que automáticamente les gatillará una rentabilidad formidable.
Ya lo hicieron en Grecia, donde compraron CDS que les valieron un retorno del orden de los 2.400 millones de dólares.
Un escenario de default de Argentina perjudicaría enormemente a ese 93% que aceptó el acuerdo que significaron los canjes de deuda, y solo beneficiaría al siete por ciento agrupado en los fondos buitre, que hizo una multimillonaria apuesta para que ello suceda y -en caso de prosperar- se alzarían con pingües ganancias, merced a la gran estafa pergeñada.