viernes 22, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

Un samurái del derecho

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En el imperio del sol naciente trazó un puente intelectual entre culturas.

Por Luis R. Carranza Torres

Aprisionados culturalmente como estamos, por una enseñanza y una cultura que reduce lo “universal” principalmente al continente europeo y en segundo término a los Estados Unidos, se escapan a nuestra consideración los aportes al derecho por fuera de dicha zona geográfica. Lo que no quiere decir que no existan ni tampoco que carezcan de valía. El caso del jurista nipón Hozumi es uno de ellos.

Dos años después de que los cañones y los barcos a vapor del comodoro estadounidense Matthew Perry pusieron fin, en la bahía de Tokio -por entonces llamada Edo- a la ilusión aislacionista japonesa frente al mundo, el sakoku, nacía en el poblado de Uwa-shima, en el norte del país, el hijo primogénito de un samurái de clase media. Nobushige Hozumi era su nombre.

Su brillante desempeño como estudiante de derecho en la Daikaku Minami kou, predecesora de Universidad de Tokio, en un país en que todo cambiaba, hasta el nombre de su propia capital (Tokio en lugar de Edo), le ganó una de las selectas becas del gobierno Meiji para continuar sus estudios en el extranjero.

Es de tal forma que en 1876 pudo analizar el Common Law en Londres y el derecho continental en la Universidad de Berlín, donde tomó contacto con la pandestística germana, así como con la corriente codificadora.

Al volver a Japón, enseñó lo aprendido en la nueva Universidad Imperial (Teikoku Daigaku) de Tokio, desde su cátedra de Derecho Alemán y Comparado, siendo elegido su decano en 1882. Fue asimismo uno de los fundadores de la Escuela de Derecho Inglés.

El derecho japonés estaba por entonces, como el país mismo, en un proceso de acentuado cambio, en tránsito desde una colección de principios neoconfusianos ajenos al vocabulario conceptual occidental, a ser reelaborado bajo un molde occidental. Todo era necesario, hasta nuevas palabras para dar lugar a los conceptos jurídicos modernos. Conjugando tradición foránea y espíritu propio, el término minpo pasará a definir el conjunto del derecho civil, ámbito hasta entonces desconocido, y ken-ri el concepto de derecho subjetivo, dejando de lado la tradicional voz shiki, que tradicionalmente definía la posición del sujeto frente al derecho, pero desde el punto de vista del deber y con un contenido de verticalismo estatal, impropio de la libertad de voluntad que debía presidir las relaciones entre los privados.

En 1887, Hozumi se convierte en el primer doctor en derecho japonés. Un lustro después, el emperador Mutsuhito, denominado luego póstumamente como el Emperador Meiji, le encargó por edicto imperial, junto a sus colegas Tomii Masaaki y Ume Kenjiro, la misión de revisar el proyecto de Código Civil de 1890, empantanado en la polémica. En lugar de ello, dan forma a otro distinto, conocido como el “Nuevo Código Civil”, que será aprobado en 1896, para entrar a regir dos años después.

Sobre la base, tanto en estructura como en contenido, de los dos primeros borradores del Código Civil para Alemania (el Bürgerliches Gesetzbuch, BGB) de los años 1888 y 1895, lograron conjugar el derecho japonés con los sistemas jurídicos provenientes de occidente. El resultado fue un código cuya fidelidad a su espíritu jurídico nacional no iba a contramano de incorporar normas del derecho continental, tanto en su vertiente francesa como germana, y hasta del comon law.

Fue, en su tiempo y por mucho tiempo, la síntesis más acabada entre los distintos sistemas jurídicos existentes en el mundo. La conjugación del derecho occidental in totum, desde una perspectiva integradora típicamente oriental, con molde científico alemán e indudable espíritu japonés.

Tras la sanción del código, como era de esperarse, se convirtió en uno de sus principales intérpretes. Alternó la cátedra universitaria con una intensa actividad a nivel social y cultural. Se le concedió el título de barón (Danshaku), e integró tanto la Academia Imperial de nobles como el Consejo Privado del emperador.

Al morir, en 1926, hubo una discusión sobre la forma de honrar su memoria. Hozumi específicamente dejó expresada en su testamento su desaprobación a que se erigiera estatua alguna en su honor. “Prefiero ser un puente utilizado por todo el mundo que una estatua”, escribió. Es así que el puente Hozumi se erige en su ciudad natal de Uwajima hasta nuestros días.

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