Dr. Carlos Dionisio Aguirre, vicepresidente de la Asociación Argentina de Abogados de Derecho Informatico (Adiar)
Qué difícil resulta tratar de incluir en este aspecto puntual a aquellos que aún no han reparado en que vivimos una nueva realidad producto de la revolución que ha significado Internet. En efecto, hace años venimos diciendo que vivimos bajo nuevos paradigmas en las comunicaciones, en las relaciones interpersonales, en la economía, en las nuevas regulaciones que se hacen necesarias en derecho (pero con un derecho diferente) y en absolutamente TODO, por que Internet lo ha transversalizado todo.
Qué difícil mostrar esta nueva realidad cuando muchos, a veces los más influyentes en la opinión pública, todavía se aferran a cánones antiguos y perimidos y no quieren adecuarse a esta nueva situación que los pasa por encima. No quieren adaptarse porque se sienten cómodos en su refugio de lo viejo, de lo obsoleto, en donde conocían de los que hablaban, en donde eran reconocidos sabedores y eran también (muy bien) remunerados por ello.
Pero hoy la cosa pasa por otro lado y reconocerlo para ellos significaría el anonimato, el ostracismo y el olvido, cosa que no están dispuestos a afrontar y por ello siguen combatiendo con palos en la época del blue ray.
Hablar del caso Megaupload -que significó el cierre del sitio de Internet en el cual se subían contenidos aportados por los usuarios y desde donde otros podían descargar esos mismos contenidos- significa hablar de la “nube” y significa hablar de la propiedad intelectual y también sobre la batalla a escala mundial que han lanzado las corporaciones que tienen sus intereses económicos apuntados allí y que, por supuesto, no quieren abandonar a ninguna costa, aun significando esto la posibilidad de eliminar la web tal como la conocemos hoy: abierta, libre y disponible para todos para compartir conocimientos, ciencias, arte y para seguir haciendo realidad una de las más caras ventajas de la red como es la libertad de expresión y de comunicación.
Internet es hoy un derecho humano fundamental reconocido como tal a escala mundial, y limitarlo (como es lo que se pretende con estas medidas) es atentar contra la humanidad toda. Nada más y nada menos; así de sencilla y grave es la importancia del tema.
El caso Megaupload es la punta del iceberg de lo que pretendía S.O.P.A. (stop on line piracy act) pero, si bien SOPA se nos ha pegado por su difusión y su onomatopeya, debemos decir que proyectos de ley como éste hay por todos lados porque también, como dijimos, esto es una operación a nivel mundial que intenta mantener el poderío económico de esta Industria sin reparar en que existe una nueva realidad que necesita una nueva forma de aproximación y nuevos modelos de negocio.
Ha habido muchos intentos de este tipo (imponer leyes por la censura y en contra de la libertad en la red) en el mundo y todos están siendo sistemáticamente rechazados por los activistas de los Derechos Humanos y de la libertad de expresión en Internet. Así, por ejemplo, la ley Hadopi en Francia, la ley Sinde en España, la ley Lleras en Colombia, la ley Doring en México y la expresión local de la ley Pinedo en nuestro país, y el vergonzoso proyecto del senador Pichetto de imponer el canon digital. Todo tiene que ver con Todo, decía Pancho Ibáñez, y esto -en este caso- no es ninguna casualidad: la aparición de todos estos eslabones de una misma cadena y con las mismas intenciones en todo el mundo.
Hablar de Megaupload y SOPA es también hablar de la ignorancia y de la incapacidad de algunos representantes del pueblo que no han abierto los ojos a la nueva realidad que viven ellos y a quienes representan y a quienes han prometido darles regulaciones para mejorar su bienestar.
El peligro de no gozar de los beneficios de Internet por parte de la sociedad civil y los usuarios finales individuales está latente y así lo han hecho saber las ONG que los nuclean en todo el mundo al propio Senado y al gobierno de los Estados Unidos, el 18 de enero pasado. Los legisladores decidieron entonces paralizar el proyecto. Pero no es el final y habrá que mantenerse en alerta porque algunos no se resignan a perder el negocio que les ha representado miles de millones de dólares durante su vigencia.
Y, finalmente, los abogados como parte de esta nueva sociedad tienen el desafío de superar la ignorancia y crear el Derecho que la nueva realidad necesita y espera, pero no uno que vaya contra la misma humanidad.