Autor de muchas novelas y ensayos traducidos a varios idiomas, además de analista frecuente del acontecer nacional, Marcos Aguinis, intelectual nacido en Córdoba, trajo a esta ciudad el entusiasmo y la polémica que generan sus escritos.
Invitado por Tarjeta Naranja, el viernes pasado estuvo almorzando con la prensa local ante la cual desgranó sus opiniones acerca de la política nacional y sus planes en el mundo de las letras.
Sobre la particular situación que vive el país insistió en la necesidad de revalidar las instituciones, que los representantes elegidos cumplan su función y puso énfasis en la ausencia del federalismo y la inacción de los poderes Legislativo y Judicial. Afirmó que las retenciones son “para engrosar la caja del Estado” y propuso que, al igual que otros países, la distribución de las riquezas se aplique a partir del impuesto a las Ganancias. En ese marco, planteó la contrariedad del IVA como un impuesto de alto valor que debe ser “abonado por los pobres”.
Entre sus críticas, el creador del “El atroz encanto de ser argentinos”, dialogó con Comercio y Justicia.
– En sus últimos ensayos describe la mentalidad del argentino que tiene que ver con un cruce de razas y plantea una cierta dicotomía. ¿Esa mentalidad tiene que ver con todo lo que nos está pasando? ¿Cómo podríamos reconvertir este país teniendo ese peso?
– Creo que la mentalidad del argentino tiene un componente cultural e ideológico que ha calado muy hondo como consecuencia de acontecimientos mundiales y especialmente latinoamericanos. En la Argentina ha tomado mucha fuerza el movimiento psicoanalítico, lo cual es un hecho bastante extraño, y también ha tenido mucho desarrollo el pensamiento marxista, un marxismo vulgar y arcaico que ya está siendo dejado de lado por China y hasta por la misma Cuba. Esos son los lastres que Argentina ha incorporado y está asociado a una suerte de aislamiento intelectual que el país no tenía antes.
En la década del 70 se hablaba de latinoamericanizarnos, lo que significa perder los rasgos europeos que le daban al país un valor diferencial muy poderoso que llevó a Argentina a convertirse en una suerte de faro para toda América Latina en cultura, educación y sanidad. Pasó que esa latinoamericanización quedó acompañada por elementos negativos de Latinoamérica: entró la droga, aumentó la brecha entre ricos y pobres, aumentó la inseguridad, apareció el movimiento guerrillero, aumentó la pobreza. Y en este momento nos estamos africanizando porque estamos dejando América Latina, donde hay países que están creciendo en forma sistemática como Chile y Brasil, o con respecto a las instituciones, como Uruguay.
– ¿Y eso tiene que ver con nuestro origen? ¿Quién tiene la culpa entonces?
– Creo que no hay una culpa única; en Argentina perdimos la élite de dirigentes que fue de una enorme gravitación cuando a partir de 1930 ingresa el pensamiento autoritario y populista, que se va apoderando de la Argentina y la va alejando de los rasgos que predominan, desde la Constitución de 1853 hasta 1930. A partir de ahí, el país pierde el camino y entra en ese tobogán ondulante (con una sensación de bajada que se da en las crisis, una sensación de subida en la recuperación, luego vuelve a bajar y las caídas son cada vez mayores).
– ¿Cómo se puede recuperar esa élite?
– A través de una tarea sistemática y valiente por parte del